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Una visión del Arte Nacionalista en el México posrevolucionario de siglo XX

Enviado por   •  19 de Noviembre de 2018  •  2.929 Palabras (12 Páginas)  •  424 Visitas

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Para el caso de la danza, la visión se transformo en un rescate de “lo nuestro”, en ello, podemos ver la labor de personajes del departamento de Bellas Artes vinculado a la naciente Secretaria de Educación Pública, en donde de alguna manera, entre sus actividades se incluyó la recolección minuciosa de las costumbres típicas del territorio nacional; y esto incluía desde luego, música, bailes, vestimentas y tradiciones; de aquí que, la relación con la música se encontraba más estrecha, ya que este rescate de lo dancístico, llevaba a colación aspectos musicales.

Personajes como Gerónimo Baqueiro Foster fueron muy importantes para difundir la música popular, pues como maestro del Conservatorio Nacional de Música y reconocido musicólogo, se dedico a la investigación musical en diversas zonas del país, transcribiendo las melodías populares y dejando de paso el interés por “lo mexicano” en las nuevas generaciones de compositores. Otro claro ejemplo de ello fue la producción musical de autores como: Carlos Chávez y Silvestre Revueltas, y más aun en el grupo de los cuatro: Blas Galindo, Daniel Ayala, Salvador Contreras y José Pablo Moncayo.

Una interesante y distinta visión de dicho nacionalismo, la podemos encontrar en la arquitectura, en donde desde 1900 se observa con tintes “Neocoloniales”, y responde a una necesidad de hacer algo diferente a las filas de arquitectos europeos, y en donde las tendencias de búsqueda de modelos del pasado habían quedado orientadas más hacia la Nueva España, al menos en la arquitectura así sucedió.

En este aspecto especifico, podemos encontrar poca relación entre el movimiento nacionalista en la arquitectura con la música, y que el rasgo más común que se seguía manteniendo, es esta necesidad que se tiene de diferenciarse de lo extranjero, mas no por ello se encuentran desligadas dentro de una estética distintiva de la visión del “otro”.

Vinculado a esto también podemos observar una visión nacionalista en la cartografía, en donde, El Mapa de la ciudad de México y sus alrededores, de la autora texana Emily Edwards, se relaciona también con el muralismo en particular de Diego Rivera; y recupera varia etapas históricas, como lo había hecho este pintor por aquellos años al reunir en un solo espacio “la historia de México” en el cubo de la escalera del Palacio Nacional. De esta manera se logra uno de los más ambiciosos mapas artísticos de nuestra capital,[7] relacionado con el nacionalismo de la época, porque en él se recurre al pasado para hacer un documento “a la manera de códice”, donde Cuauhtémoc, alegóricamente, representa la moderna ciudad posrevolucionaria.

Es evidente un halo de romanticismo en este incipiente nacionalismo posrevolucionario que va creando vínculos discursivos entre los llamados “arte culto” y “arte popular”, y que ponen en evidencia la compleja dinámica del arte en el periodo postrevolucionario, pero esta complejidad se va construyendo desde las estrategias de creadores e intelectuales del momento. Así, por ejemplo, podemos encontrarnos ante la importancia “nacionalista” del pensamiento del Ateneo de la Juventud,[8] como una crítica que se hace, a la manera en que se sobrevaloro la influencia europea en el México porfirista. Es quizá esto, lo que para el siglo XX podríamos ver como el inicio del pensamiento nacionalista en México, y que toma fuerza con los movimientos político – militares de 1910.

- Utilidad o inutilidad en la música: una mirada contrapuntística de las voces populares dentro de las salas de concierto.

En las postrimerías de la dictadura porfiriana resultaba difícil para el compositor y músico profesional, el hacer valer sus propios elementos autóctonos, se veía inserta a la gente de aquel periodo, en un servil extranjerismo, producto más de un estado de costumbre que de real conciencia. Y dentro de lo anterior, se evidencia un choque con el naciente nacionalismo. Como ya lo señalara José Rolón al decir que: “…en el terreno de lo musical, el desdén por nuestras sentimentales canciones, por nuestros agudos y nuestros ingeniosos “corridos”, y por nuestros pintorescos “mariachis”, era nos solo proverbial, sino que consideradas como producto de un arte pedestre y originario, cuyas manifestaciones de plebeyez y vulgaridad estaban en abierta pugna con la distinción y la pulcritud que, con tanta porfía se buscaba entonces. Conforme a los gustos y usos de la burguesía de la época la producción musical seria de entonces, llevaba títulos generalmente en francés… El buen tono así lo exigía, En tales condiciones, era una verdadera audacia, una empresa temeraria, tratar de introducir en nuestro clima musical, aquel arte popular repudiado de antemano no solo por las altas capas sociales, sino hasta por la misma clase media…”[9]

Dentro de este “rescate de lo nuestro”, una figura importante que surge del Ateneo de la Juventud y dentro del levantamiento de este nacionalismo musical, fue la de José Vasconcelos, quien como secretario de Educación, se empeño en impulsar valores nacionales que incluso le valen el título de “Maestro de América”, así mismo, la contribución dentro del plano musical la podemos encontrar en dos principales vertientes, por un lado el pedido que este hace, del Ballet “Fuego Nuevo” a Carlos Chávez, con lo que se impulsa y toma un arranque este nacionalismo y “rescate” de lo popular; y por otro lado, la creación de la Secretaría de Educación Pública, y con ello del departamento de Bellas Artes.

Pero lo que podríamos considerar mas como un verdadero impulso dentro del nacionalismo musical, es la llegada de Carlos Chávez a la dirección del Conservatorio Nacional de Música (1928) – si bien ya muchos compositores se perfilaban a ideas compositivas de índole nacionalista – es a él es a quien se podría considerar como un foco de difusión, estando al frente de una institución como el Conservatorio Nacional de Música. Podríamos ver a Chávez entonces como una fuerza dominante en la composición mexicana de 1930 a 1940; como prueba basta observar que sus ideas armónicas y aún algunas idiosincrasias melódicas resurgieron con terquedad tanto en sus seguidores más cercanos como en compositores que, por generación, parecerían haberse alejado del esquema nacionalista.[10]

El discurso musical se encamino a una escritura, “en función de las masas populares”, y en todo momento demostraba un interés por retomar los elementos de la música mexicana, “del pueblo y para el pueblo”; pero no solo se buscaba retomar estos tópicos, sino también buscaba mas difusión de la música de compositores mexicanos, incluso de

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