Cómo ayudar a los niños en situación de riesgo dentro del aula
Enviado por Eric • 15 de Diciembre de 2018 • 2.200 Palabras (9 Páginas) • 295 Visitas
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que tratamos, aunque sean pequeños, debemos respetarlos y darles todo el apoyo que podamos brindarles.
Otro gran problema en el entorno familiar que desencadena situaciones de riesgo para los niños son las separaciones de los padres. Los divorcios provocan largos periodos de conflicto, pues el niño deja de ver a uno de sus progenitores, hay desorganización e incertidumbre sobre los recursos económicos, quizá cambio de casa o de escuela, pérdida de amigos, y relaciones tensas o eliminación de contacto con parientes, el padre con custodia estará bajo estrés y su salud mental se verá afectada, posiblemente en algún momento habrá un padrastro o una madrastra.
La resistencia o vulnerabilidad de los niños ante este tipo de situaciones familiares dependerá de su edad, su sexo, su personalidad, sus relaciones familiares antes del cambio (control materno pobre, desorganización o cohesión y calidez familiar, naturaleza de supervisión, calidad de monitoreo, presencia de buena relación con un padre, relación marital al momento de la disrupción, etc), del cambio de comportamiento de los progenitores, las relaciones fuera de la familia, como con amigos, primos, etc. Es importante tener en cuenta que un factor que actúa como “protector” para algunos, es “vulnerabilidad” para otros.
El sexo determinará gran parte del comportamiento del niño, por ejemplo los preescolares varones agresivos presentan falta de autocontrol; ambos sexos manifiestan enojo, depresión y ansiedad, mayor fantasía agresiva, búsqueda por llamar la atención, disminución de los comportamientos que implican compartir o ayudar en situaciones de grupo, comportamiento problemático, depresión clínica y tristeza.
En cuanto a la edad, a largo plazo pueden presentar declinación en su desempeño escolar, comportamiento más disruptivo, taciturno y angustiado, malos resultados en actividades de lectura y matemáticas, disminuciones de sus probabilidades de asistir a la universidad, tienen probabilidad más alta de depresión, malas relaciones maritales, más altos índices de divorcio, estatus socioeconómico e ingresos más bajos.
También la pobreza es un factor de riesgo porque los padres o tutores de los pequeños no logran cubrir sus necesidades básicas para vivir dignamente, y la mayoría de la veces, por el estrés y la tensión familiar, tienen que buscar la manera para subsanarlo; abandonan o rezagan sus estudios , obligándose a trabajar en la calle a temprana edad, sin vigilancia de adultos, sin protecciones jurídicas ni legales que salvaguarden sus derechos; están expuestos a grandes peligros como las drogas, la prostitución, la delincuencia entre otros. Sin embargo, como lo dice Weissbour, en 1996: “La pobreza puede desesperar a los niños, pero la mayoría la supera, los problemas que enfrentan y los caminos que toman son extremadamente diversos.”
Tenemos que estar concientes de que “todos estos problemas están relacionados con las dificultades de los niños para aprender y con la incapacidad de sus maestros y del sistema escolar para tratar su problemática” (Weissbour, 1996), asi que debemos capacitarnos, primero para ser docentes eficientes, luego para lograr una institución educativa que sea de verdadero apoyo para los niños vulnerables.
Los principales mecanismos implicados en los procesos protectores son los que reducen la sensibilidad de riesgo, como haberse enfrentado con éxito a anteriores desafíos, pues dota a los niños con estructuras mentales para reaccionar ante nuevos conflictos; relacionarse con coetáneos positivos; distanciar al niño de algún padre con conducta desviada; la reducción de reacciones en cadena negativas y el aumento de las reacciones en cadena positivas; la promoción de la autoestima y la propia eficacia; las experiencias positivas neutralizadoras o compensadoras que contrarresten directamente el efecto de riesgo; oportunidades positivas; la aceptación de las situaciones difíciles, en vez de rechazo o distorsión, y ayudarles a fijarse en los aspectos positivos e incorporación a esquemas personales.
Los problemas escolares de los niños en situación de riesgo no se resuelven con cambios como mover las bancas de lugar, suspenderlos, expulsarlos o cambiar a los niños de silla, sino con la forma en que se toma y se comprometen como docentes con estos niños: con aprendizajes significativos, con climas ordenados, acogedores, estructurados, seguros pero no severos, en torno a propósitos académicos (enfatizando esta parte), poniendo mayor atención en los objetivos y resultados académicos, planeando estrategias particulares cuando los pequeños están teniendo problemas escolares. Los docentes comprometidos dotan a sus alumnos de estrategias y herramientas necesarias para manejar los desacuerdos, frustraciones y conflictos, se esfuerzan por que el niño se integre con sus compañeros, toman a los pequeños como protagonistas de sus procesos de aprendizaje, toleran el fracaso y toman los riesgos al analizar los resultados y reformular nuevamente sus planes.
¿Cómo lo logramos? procurando que la escuela sea un lugar digno, cálido, agradable, donde se promueva el autoestima, puedan expresarse, pueda encontrar un refugio y una fortaleza. Convertiéndonos en entes profesional, dedicados y comprometidos con el desarrollo de los niños, preocupándonos y ocupándonos de aquellos que son vulnerables por su entorno, su genética, su autoestima o cualquier condición, y ayudando también a aquellos agresores, opresores; debemos pues conformar un equilibrio en las relaciones que establecen los alumnos, así como ocuparnos del aprendizaje cognitivo como objetivo de los alumnos.
La educadora debe trabajar para forjar relaciones de cercanía con los niños, que funcionen como una fuente de apoyo para el impúber en el contexto escolar, que facilite que el estudiante desarrolle una actitud positiva y de compromiso con el contexto escolar, estableciendo una base de seguridad que le permite explorar su entorno. Dentro del aula podemos crear espacios donde se propicie la empatía y solidaridad entre los niños, donde puedan expresarse y aconsejarse mutuamente, para evaluar su actitud frente a las actividades escolares, haciendo notar sus avances y logros.
Tenemos que recordar que cuando se produce un enganche positivo entre maestro – alumno, hay un alto grado de respeto, apoyo, cuidado, calidez, confianza, responsabilidad, aumentan el sentido de pertenencia a la escuela, así mismo, una alta conexión afectiva tiene efecto de rescate o experiencia emocional correctora en la percepción que el alumno tiene de sí mismo. La educadora es abierta, es decir, establece una relación de resonancia, capaz de sentir las necesidades de los niños, sus conflictos, sus esperanzas y sus miedos inconfesados, respetando
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