ETICA PROFESIONAL DEL PSICOLOGO.
Enviado por John0099 • 26 de Diciembre de 2017 • 3.425 Palabras (14 Páginas) • 1.458 Visitas
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¿Cómo influye mi estilo de intervención y de liderazgo en las respuesta de otros?
Mi estilo de intervención y liderazgo por lo que he notado y escuchado influye de manera positiva porque trato de no imponerme sino de aportar y eso vale mucho a la hora de relacionarse y comunicarse con los demás.
6. Efectuar un resumen de la unidad lV
LA ÉTICA EN EL EJERCICIO PROFESIONAL
Ética profesional.
La ética se define como la parte de la filosofía que estudia el bien y el mal en la conducta humana y, con ello, los principios que informan el obrar del hombre. Como disciplina practica se ocupa de los valores morales y de la conciencia, que queda asociada a la responsabilidad del hombre en sus acciones.
La ética profesional, señala Shluter (2001,p16) emergen evidentemente de las reglas de la ética en general; su característica es que tiende a regular de manera especial las actividades particulares de una profesión. Las fuentes reales de la ética profesional se encuentran en la conciencia y las necesidades sociales que la profesión satisface, y en los valores que operan en la realidad cotidiana.
La ética profesional del psicólogo surge de la toma de conciencia sobre la gran responsabilidad social que conlleva nuestro quehacer científico y, por ende, de los valores y marcos de referencia éticos que lo sustentan.
La ética profesional del Psicólogo: Cuestionamientos éticos y filosóficos.
Resulta claro que el psicólogo, además de conocer los campos en los que aplicará su bagaje de conocimientos teóricos, debe estar consciente de sus recursos y limitaciones; de los principios de ética que gobiernan el ejercicio de su profesión, así como de la necesidad de una continua capacitación que su joven ciencia le demanda.
De aquí se desprende la necesidad de plantearse una serie de cuestionamientos éticos y filosóficos, pues de la actitud que asuma el psicólogo frente a su responsabilidad social dependerá su eficiencia profesional y realización personal.
Entre estos cuestionamientos se hace mención a los siguientes:
¿Cuál es mi concepción del hombre?
¿Cuál es mi concepción del mundo?
¿Cuál es mi concepción de la sociedad?
¿Cuáles son mis principios y mi jerarquía de valores?
Estas preguntas se plantean para que el psicólogo tome conciencia de una serie de premisas, ideas, prejuicios, opiniones y actitudes que posee y que el conocerlas le permitirá actuar de manera más honesta, auténtica y congruente. Se considera también que independientemente del campo de aplicación al que se dedique, debe contar con la capacidad para establecer relaciones afectivas profundas que promuevan el desarrollo individual y social (Harrsch, 1979). A este respecto, es importante que se haga las siguientes consideraciones en su proceso de relación interpersonal (siguiendo las tres dimensiones que señala Berman y Lief, 1975).
Poder: ¿puedo compartir con el otro?, ¿prefiero tener el control de la relación?.
Intimidad: ¿qué tan cerca de la persona puedo trabajar?, ¿cuál es la distancia afectiva en donde me siento a gusto?.
Inclusión y exclusión: ¿quién o quiénes más pueden o quieren participar en esta relación?, ¿puedo o quiero participar en esta relación?.
Y en otras dimensiones que señala Lartigue (1980).
¿Qué tan capaz soy de soltar, de no retener, de permitir que el otro siga su propio camino?
¿Qué tanto dolor, angustia, alegría y gozo puedo tolerar y acompañar?
¿Qué tanto conozco y acepto mi patología?, ¿cuáles son mis limitaciones y áreas de conflicto?
¿Qué recursos tengo disponibles?, ¿en qué etapa de mi desarrollo estoy?
¿Cómo influye mi estilo de intervención y de liderazgo en las respuestas de otros?
Biro (1979) señala que cuando el psicólogo no tolera sus afectos los maneja mediante identificaciones proyectivas en sus clientes, dando lugar a un manejo sádico de la profesión, por lo que debe preguntarse qué tan satisfechas están sus necesidades básicas, ya que en el ejercicio de su profesión corre el peligro de usar al otro para cubrir, tapar y/o negar sus carencias internas. Debe preguntarse también con qué sentido de honestidad, conciencia y responsabilidad maneja el poder que le da la información que posee de sus clientes, en tanto que es una herramienta con la que se puede destruir o construir. Buscar las respuestas es una responsabilidad del profesional de la psicología.
Varios autores han cuestionado el tema de los valores éticos de ejercicio profesional del psicólogo.
Rodríguez (1979) señala que todo quehacer está influido por la filosofía particular con respecto a la naturaleza del hombre y la postura que se adopta frente al mismo depende, en gran medida, del modo de ver y valorar las cosas, de la posición ideológica y el modelo conceptual con el que se identifique. Si se considera que en las ciencias del hombre el objeto de estudio es el hombre mismo, la preocupación se hace aún más relevante, ya que trabajar con personas, independientemente del método que se utilice, sin contar con una clara jerarquía de valores sólo conduce al caos y a la contradicción interna en virtud de que un método concreto puede ser aplicado en diversos contextos para distintos fines con muy diferentes actitudes (Biro, 1979).
Lafarga (1979) señala que los psicólogos, en cualquier sociedad, por la naturaleza misma de la profesión, son "modelos de rol"; son modeladores de conductas, no tanto por lo que dicen y pretenden hacer, sino por lo que realmente hacen y son, como hombres y como profesionales. Su comportamiento ejerce una profunda influencia en todas sus actividades, que puede ser benéfica o nociva dependiendo del grado de congruencia que exista entre los valores explícitos en su práctica y las motivaciones que orientan su comportamiento como profesional y como persona. Su eficacia en el ejercicio profesional depende tanto de la calidad científica y técnica, como
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