El hombre en busca del sentido. El estado mental de un prisionero en un campo de concentración
Enviado por Helena • 23 de Enero de 2018 • 4.079 Palabras (17 Páginas) • 491 Visitas
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Parte de la rama de administración se basa en la teoría de la racionalización del trabajo una teoría que desencadeno el interés de la empresa y no el de sus trabajadores o bien dicho de sus prisioneros, mediante sus capacidades físicas los más fuertes, los más jóvenes eran los indicados para hacer las pesados trabajos, mientas tanto no admitían enfermos o con alguna otra situación o ancianos, trabajan largas jornadas, sin descanso a base de torturas, su alimentación era brutal ningún trabajador vivía con 300g de pan y 1litro de sopa aguada al día, un obrero no trabajaba bajo lo presión mental a la que los veían sometidos, sin noticias de sus familiares y con castigos que lo único perverso que se podría pensar eran someterlos a las cámaras de gas.
Su estado mental cambiaba por completo los prisioneros al volver a sus barracones sin estar desinfectados llenos de suciedad, no sabían si podían dormir o respirar con alivio “bueno, ya pasó el día” eso mencionaban antes de dormir. Los prisioneros soñaban que tenían que despertar de ellos y ponerse en la realidad de la vida en el campo de concentración y del terrible contraste de sus ilusiones de su forma de vida, sin ningún sueño por más horrible que fuera.
El organismo empezaba a digerir sus propias proteínas y los músculos desaparecían sus cuerpo era ya un cadáver, ¿Qué ha sido de mí? se preguntaban al verse en que se estaban convirtiendo, aun el más fuerte de ellos soñaba con un futuro en el que tendría buenos alimentos y en cantidad, no por el hecho de la comida, sino por el gusto de saber que la existencia infrahumana que los hacía incapaces de pensar en la fuerza de voluntad que experimenta un hombre hambriento.
Algunos hombres perdían toda la esperanza, pero siempre había quien lo animaran entre sus compañeros ya que entraban en terribles ataques de delirio en algunas ocasiones, hacían oraciones o servicios religiosos de vuelta al campo desde el lejano lugar de trabajo, cansados, hambrientos, helados bajo sus tiliches de ropa que traían cubriendo el cuerpo. Su espíritu no era más que un tormento lleno de vacíos y sufrimiento mental, solo tenían en la mente su liberación no físicamente sino espiritualmente eso era lo que les parecía soportar mejor la vida, a través de sus conversaciones en su estado mental e imaginándose el recuerdo de su esposa y sus hijos.
La única verdad es que el amor es la meta última y más alta que pueden aspirar el hombre, la salvación del hombre está en el amor, su único objetivo era limitarse a soportar los sufrimientos y pensamientos correctamente con la dignidad contemplando la imagen de un ser querido, e imaginándose la persona que uno era o que llego hacer antes de ser un prisionero y llegar a un campo de concentración, algunas meditaciones que se hacía “¡Qué bello podría ser el mundo!” cambiaria del forma y de color todas sus añoranzas ya eran simple falacias y está perdiendo la noción de las cosas reales.
El humor es otra de las armas con las que el alma lucha por su supervivencia. Es bien que la existencia humana, el humor puede proporcionar el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque no sea más que por unos segundos, he intentar sacar una sonrisa, eso era su liberación por tan poco tiempo.
En el campo de concentración el supervisor hacia su ronda de inspecciones y el capataz los estimulaba a trabajar más de prisa gritando “¡Acción! ¡Acción! “¡Que viene el jefe!” Hoy en día esto sigue existiendo siempre habrá un superior quien nos diga si estamos haciendo las cosas bien o simplemente ordenando las cosas que uno haga a base de presión y sin una minina expresión de ánimos, los intentos para desarrollar el sentido del humor eran mínimos así como los sueños que era una especia de trucos que aprendieron mientras dominábamos el arte del vivir en un campo de concentración.
Frankl recuerda haber llevado una especie de contabilidad de los placeres diarios y comprobar que en el lapso de muchas semanas hacia experimentado dos momentos placenteros, uno recordar en sus jornadas de trabajo a su amada esposa y otra el regreso a su personalidad y añoranzas a su libertad.
Del ser un prisionero se ofreció voluntariamente para desempeñar tareas sanitarias en un campo destinado a enfermos de tribus, pensó que tenía más sentido intentar ayudar a sus camaradas como médico que como un vegetal o perder la vida trabajando de forma improductiva como hacia entonces, tenían que ir a un campo de infecciosos, su aspecto de debilidad que presentaban era tal que temía tener dos cadáveres más, en vez de dos médicos.
El prisionero de un campo de concentración no luchaba contra ello, terminaba por perder el sentimiento de su propia individualidad, de ser pensante, con una libertad interior y un valor personal, su existencia se revelaba al nivel de la vida animal semejante como a un rebaño de ovejas sin voluntad ni pensamientos propios, los conducían como un rebaño sin parar, atrás adelante, con gritos, patadas y golpes, y ellos, los borregos tenían dos pensamiento cómo evitar los maltratos y cómo obtener un poco de comida, siempre hacían todo lo posible por no llamar la atención de los SS.
Siempre eran tratados como juguetes del destino para los enfermos solo enviaban entre cinco y diez tabletas de aspirina, para 50 pacientes y varios días. Las recogían y luego hacia su ronda, les tomaba el pulso a los pacientes y suministrándoles media tableta si se trataba de casos graves, su destino de estos prisioneros simplemente era un juego de azar, a comparación que había más posibilidad de muertos que sobrevivientes en este campo de infección solo tenían suerte de conservar su cuerpo que, al fin y al cabo, seguían respirando y sufriendo con el fin de pasar por el ultimo lapso de vida.
Los hombres solo contaban con un número de prisionero. Uno se convertía literalmente en un “número”, que estuviera muerto o vivo no importaba, ya que la vida de un número era totalmente irrelevante y menos aún importaba lo que había tras aquel número y aquella vida, su destino, su historia o el nombre del prisionero, ya tenían bastante suerte con conservar su cuerpo que, al fin y al cabo, seguía respirando. Los prisioneros se consideraban totalmente a merced del humor de los guardias juguetes del destino eso eran para ellos, y esto los hacia más inhumanos.
En algún momento la mente juega con los pensamientos se presenta una carga de ansiedad así como la desesperación empieza aliarse y buscar un plan de fuga ya que se sentía cansado, insensible e irritable de tanta esclavitud mental y en su persona, así fue como Frankl decidió mandar en su propio destino,
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