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Por mi raza hablará el espíritu

Enviado por   •  1 de Julio de 2018  •  Ensayos  •  3.600 Palabras (15 Páginas)  •  222 Visitas

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Por mi raza hablará el espíritu

Ciudad de México, a junio 30 de 2018

Introducción.

        En las siguientes líneas nos sumergiremos en el mundo de la política, pero no esa que conocemos hoy día y a la que muchos aborrecen por que la creen viciada, sino en aquella que tiene los ideales de quien la estudió y conceptualizó hace miles de años, la política aristotélica, la del respeto a los derechos ajenos pero por voluntad propia de cada individuo integrante de la sociedad.

        Posteriormente, abordaremos el cambio que sufrió el mantenimiento del orden en la antigua Roma, quien imitó el modelo griego, y que cuyos habitantes no tenían la voluntad de vivir en armonía, por lo que para sostener el orden y el bien común, debió ser con base en el derecho y con la fuerza del estado.

        Así también tocaremos, aun someramente, las características del estado como un preámbulo al tema de la democracia, ya sea esta representativa o directa, en donde además evidenciaremos que no existe una verdadera división de poderes, con la idea de justificar el porque la democracia adolece de buena salud.

        Finalmente, una reflexión al respecto con la que dejaremos espacio a la imaginación del lector, quien con los elementos proporcionados en estas líneas, sabrá normar su criterio al respecto. No pretende, pues este trabajo ser una guía didáctica de lo que es o no es, sino mas bien, una dilucidación de ideas, desde una perspectiva personal, que en ningún momento se advierte absoluta e irrompible, sino todo lo contrario, permanece abierta a nuevas ideas que tal vez algún día florezcan y se asemejen, aun que sea tangencialmente a la idea de la política de la civilización griega.

  1. La definición del término “Política” y sus metamorfosis a través del tiempo.

        Definitivamente la concepción actual del término “política” no se parece en lo mas mínimo a la concepción de Aristóteles. Tal distinción tiene sus bases en la dimensión desde la que se aborde, así tenemos que existen dos dimensiones: la vertical y la horizontal. La primera tiene que ver con la jerarquización política, es decir, con las esferas ascendientes de poder de una sociedad, teniendo como estandarte “el príncipe”, mientras que la segunda tiene que ver mas con el comportamiento de la propia sociedad sin que intervengan jerarquías de poder entre las personas, en donde importa mas el bien común que las formas de poder, aunque estas desde luego no hayan sido ajenas a la civilización griega, pero no era ese el sentido.

        Para los griegos todo individuo que vive en armonía y bienestar con los otros miembros de la polis; es un ser político, sea este ciudadano o gobernante; por lo que desde la visión griega el término político se refiere al conjunto de reglas no coercitivas sino mas bien voluntarias tendientes a la conservación del bienestar general. En la sociedad griega la tendencia a conservar el bienestar no necesariamente era coercitivo, aunque seguramente si existían reglas de esa índole. En cambio, para la civilización romana, que tendía a volver jurídico todo aquello que estaba al alcance de su vista, esas reglas estaban sancionadas, de modo tal que el bienestar que para los griegos era voluntario, para los romanos era coercitivo. Desde entonces se empieza a garantizar el bienestar común a través del sometimiento, es decir en Roma, existe una conservación voluntaria del bienestar so pena de ser castigado, tal aspecto se hace patente cuando Cicerón dijo que la sociedad era un conglomerado de personas regido por la ley (Sartori, 2002).

        Tal y como hemos venido diciendo, para Aristóteles, el hombre es un animal político, es decir, concibe al hombre como un ser sociable que busca el bienestar propio respetando el bienestar común, pero de forma instintiva y voluntaria, discriminando a aquellos individuos que no aceptan y practican esas reglas a quienes define singularmente como “idion”, es decir, aquél individuo que vive apartado de las reglas sociales voluntarias.

        Siglos después, durante el Imperio Romano, el filósofo y político Lucio Anneo Séneca, redefine el término politikón de Aristóteles y le concede la categoría de ser social, admitiendo que de forma generalizada, ha perdido la polis, es decir, ha perdido la voluntad de vivir en paz con sus semejantes, pero lo hace de forma coercitiva por el imperio del estado. Ya desde entonces se empieza a gestar el concepto de estado acuñado por Maquiavelo, quien le dio la significación vertical de que hablábamos en líneas anteriores que había sido matizada por Rousseau cuando afirma que “Si hubiera un pueblo de dioses, se gobernaría democráticamente. Un gobierno tan perfecto no conviene a los hombres”. De ahí que la cabeza del estado deba conservar la supremacía.

        Esta idea mas tarde fue matemáticamente recreada por Hobbes, hasta convertir al estado, por medio de la teoría de la ficción jurídica, en una persona vertical cuyo representante se erige como cabeza del mismo, en la cúspide de las escalas de poder, en una tiranía, cuya premisa principal era lograr el bienestar, ya no común ni social, sino a modo del gobernante en turno, por la fuerza del sometimiento propia del estado. Un claro ejemplo de ello fue Luis XIV de Francia, el autodenominado Rey Sol y quien materializó la ficción jurídica del estado, afirmando que él era el estado. He aquí la mayor estampa del absolutismo monárquico de la historia.

  1. Los orígenes de la democracia

        El régimen feudal imperante en Europa durante el siglo XVIII, vio su fin gracias al impulso recibido por los exponentes de la ilustración, quienes dieron suficientes argumentos para exponer que la monarquía de Luis XVI era la que estaba acabando con la población cuyos derechos habían sido diezmados a consecuencia de los derroches de la corte francesa de la época y avalados por el clero que en conjunto conformaban la alta aristocracia.

        Dos eran los ejes en los que se cimentaba la revolución francesa: La separación de la iglesia del estado y la caída del régimen absolutista para implantar en su lugar la democracia. Unos años atrás había surgido esta idea en palabras de Montesquieu y su teoría de la división de poderes, para dotar al estado de un sistema de pesos y contrapesos y de esa manera impedir el paso al absolutismo. Esta idea aún predomina en nuestros días como un pilar fundamental.

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