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Precausión: En el DSM-VI será incluido el leer los prólogos como un trastorno mental previo a la esquizofrenia paranoide.

Enviado por   •  4 de Abril de 2018  •  12.371 Palabras (50 Páginas)  •  387 Visitas

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El Yo es una organización, contiene dentro de sí a la consciencia, al preconsciente y también tiene un lado inconsciente. El Yo no es una entidad separada del Ello, sino que más bien son lo mismo. El Yo es la parte del Ello que ha sido modificada por el contacto con la realidad. El Yo es la superficie del Ello, y en la superficie del Yo se encuentra la consciencia.

Todas las pulsiones—deseos— del Ello, van hacia el Yo, ya que este es el que tiene la consciencia y así, es el único capaz de hacer cumplir los deseos en la realidad. El Yo lo único que busca, es satisfacer los deseos que le llegan desde el Ello, pero tiene que apegarse a la realidad, y a esto se le llama el Principio de Realidad: hacer lo que la realidad permite.

El Superyó es una entidad de mucha influencia en el funcionamiento mental. Superyó viene del alemán “Über-Ich” que significa “Sobre Yo” o “Arriba del Yo”. Se traduce como Superyó, no en el sentido de un Yo súper poderoso, sino en el sentido de “arriba del Yo”. Esto, porque la palabra Súper, viene del latín, donde significa “arriba”, “de arriba” o “arriba de”. Freud lo llamó Über-Ich porque el Superyó es el Ideal del Yo. Pero no ideal del Yo, la instancia del aparto psíquico, sino el ideal de la percepción que uno tiene de sí mismo. Para no confundir el Yo con la percepción que uno tiene de sí mismo, a esta segunda, la vamos a llamar “Sí Mismo”.

El Superyó nace de la introyección—o sea, cuando uno introyecta a algo o a alguien, lo que ocurre es que toma una característica de tal objeto o persona, y la toma como si fuera suya propia— del Padre Simbólico—la figura de autoridad—. Ocurre que durante el Complejo de Edipo—del cual hablaremos más en otro capítulo—, el niño reprime su deseo de matar al padre para quedarse con la madre, y en esa represión, introyecta a su Padre Simbólico, se identifica con la persona que tiene el rol de Padre Simbólico, y así nace el Superyó.

El Superyó contiene la Ley del Padre Simbólico, esa ley es la moral del Padre. Toma toda esa ley dentro de sí misma y la aplica consigo mismo. El Sí Mismo entonces, busca ser como el Superyó, siguiendo esa moral, y para hacerlo, suele ser necesario reprimir muchos deseos. El Yo reprime esos deseos que le impiden al Sí Mismo asemejarse al Superyó, que es su ideal.

El Superyó es mayormente inconsciente, y es amigo del Ello, es su abogado.

El Yo siempre intenta ayudar a satisfacer los deseos del Ello, pero cuando uno de los deseos hace que el Sí Mismo sea diferente al Superyó, reprime el deseo del Ello. Porque si el Sí Mismo es diferente al Superyó, el individuo se sentirá culpable.

En el momento en que un deseo del Ello fue reprimido, el Superyó a veces le sirve de abogado, usando la misma Ley del Padre Simbólico, para darle permiso al Yo, de hacer cumplir ese deseo del Ello, sin que el Sí Mismo se sienta culpable. Por ejemplo, la moral del Padre dice: “no matarás”, y el Ello quiere matar, desea matar, así que se reprime el deseo de matar, pero luego llega el Superyó a salvar el día y dice: “está mal matar, pero si lo haces en el nombre de Cristo en una santa cruzada, hasta te irás al paraíso porque serás un santo”.

Podrán ustedes escuchar alguna vez que un psicópata no tiene Superyó, ya que no siente culpa, pero eso es erróneo. Un psicópata tiene un Superyó muy hábil, por eso mismo se da permiso de hacer tantos crímenes como pueda, sin sentir culpa, porque su Superyó es un excelente abogado. Muy posiblemente esta sea una causa de que, en países como México, salgan como abogados puros genocidas que sólo buscan joderse al pueblo vendiéndonos a todos como esclavos a cambio de dinero, sin sentir culpa. Porque por su Superyó es tan hábil como abogado, que tienen ventaja natural como abogados, en ello triunfan y luego participan en elecciones para diputado y demás. Yo hablo mal de México porque es mi país natal, ustedes pueden hablar mal de su país si quieren, yo me centro en el mío.

Por ahora terminamos con esto. Los temas aquí poco tratados serán vistos en otros capítulos. Pero este debía ser el primero por su naturaleza esencial y básica. Todo este texto es casi un resumen de El Yo y el Ello. No he puesto números de página porque estos varían según la edición, y supongo que si usted, lector, quisiera leer con mucho cuidado o fuera capaz de entender a Freud, estaría leyendo directamente a Freud. Aquí sólo repito lo que él dice en palabras más entendibles. Yo ya lo leí varias veces, usted debería hacer lo mismo, pero esto le puede servir de introducción, que resultará serle más sencilla que leer la Introducción al Psicoanálisis de Freud, porque ella tiene varios conceptos difíciles que yo aquí simplifico y explico con más claridad y brevedad para la gente de nuestro siglo.

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II

El Complejo de Edipo

Ahora veremos el Complejo de Edipo. Para esto, sería muy bueno que ustedes hayan leído Edipo Rey, una obra de suma importancia, que simplemente por saber leer, deberían haber leído ya. Pero sé que, con mucha posibilidad, especialmente si se trata de un mexicano, no lo habrán leído. Pero no importa, lo explicaré entendible para que incluso un imbécil como Enrique Peña Nieto, lo entienda.

El Complejo de Edipo es algo que todos los seres humanos tenemos—que se sepa hasta ahora, no hemos encontrado persona alguna que no tenga Complejo de Edipo, pero podríamos encontrarla por algún lugar de la selva o alguna caverna. El Complejo de Edipo es de importancia esencial en el psicoanálisis.

El Complejo de Edipo es mejor explicarlo con una historia:

Había una vez, un niño. Cuando salió del vientre de su madre, no tardó mucho hasta que conociera los brazos de esta—bueno, en la mayoría de los casos así pasa, hay otros en que es diferente, pero nos centraremos en los casos más comunes—. El niño se la llevaba muy seguido en los brazos de su madre, y bebía la leche de sus tetas. Beber la leche materna le daba placer. El bebé aún no conocía nada, ni siquiera sabía dónde terminaba su cuerpo y empezaban los objetos exteriores, él ni siquiera sabía que existía un mundo exterior. El bebé sólo sabía que de vez en cuando venían displaceres—dolores— y placeres que venían y se iban.

Lentamente, el niño comenzó a distinguir algo: las tetas de la madre. Luego pasó a distinguir a la madre entera. Se dio cuenta de que siempre que

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