Tanatología ensayo
Enviado por Helena • 26 de Diciembre de 2018 • 2.115 Palabras (9 Páginas) • 623 Visitas
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En las diferentes etapas de la vida de un ser humano, se puede encontrar el evento tan significativo que es ser padres. Esto de por sí implica ciertas dificultades ya que presenta una serie de expectativas y emociones acerca de cómo se será como padres, las que se van modificando con la experiencia, para volverse más realistas. Concebir un hijo trae inseguridad sobre el cuidado del mismo y su crianza siendo también una fuente de gratificación muy grande. Ser padre ofrece la posibilidad de verse en el otro y ser partícipe de su desarrollo. Posibilita una mejor comprensión de la pareja al vivir juntos la experiencia de la paternidad y maternidad y da la posibilidad de identificarse con los propios padres. Sin embargo, esto cambia mucho ante la noticia de que nacerá un hijo con discapacidad; los niños (sin darse cuenta) otorgan a sus padres una única posibilidad, que es la de constituirse como padres, a través de un lazo de amor. Para ello, esos “grandes” tendrán que “renunciar” a su posición de hijos y desde ese nuevo lugar parental, el niño cumplirá su función de hijo, amándolos; pero bajo las dificultades que estos nacimientos pueden traer, se complica la dinámica dentro de la familia, ocurren pérdidas simbólicas, hay sueños que se pierden, deseos y metas que no se cumplirán, etc., y eso cambiará la perspectiva de estos padres ante la vida.
Según Esteban Levín (1995) Don Quijote de la Mancha confunde deseo y realidad (razón de su locura). Y de misma forma, el niño necesita crear una realidad, la realidad de su deseo poniéndolo en escena para construir sus propias representaciones, que culminarán irremediablemente representándolo. Así como Don Quijote de la Mancha no sería él sin sus aventuras, su armadura, su casco, su lanza, su espada, si dejara de montar en su caballo o de amar a Dulcinea, entonces tampoco Alonso Quijano sería él, y Cervantes no hubiera sido Cervantes sin el Hidalgo Quijote de la Mancha. En definitiva, sin estas transformaciones, metamorfosis y espejos, el hombre no sería hombre y el niño en su funcionamiento de hijo, no sería niño.
El diagnóstico que se da a los padres respecto a sus hijos influye completamente en la familia; el equilibrio de ésta queda generalmente descompensado, se altera tanto el funcionamiento interno de la familia como sus relaciones con el mundo exterior tal como sucede en un duelo. Los padres experimentan una serie de sentimientos, que normalmente son la principal razón que impide comprender la situación y que muchas veces los paraliza. Son, de una forma más simple, reacciones naturales ante los aspectos negativos de la limitación, surgen como una defensa primitiva ante el sufrimiento psicológico, actúan como un anestésico, de efecto inmediato, aunque temporal, que da a la estructura psíquica tiempo para elaborar un sistema de defensa más adecuado. Es característico en este momento que los padres tengan una visión muy limitada de su situación. Están aturdidos y presentan dificultades para responder ante la persona y situaciones de la vida diaria. (Paniagua. 2001)
Es claro que tener un hijo con alguna discapacidad es algo muy difícil de asumir por los padres. Lo cierto es que a pesar de cualquier situación en la que se encuentren, el bebé que ha nacido necesita del amor, estimulación, presencia y cuidados de parte de sus padres, tal como lo requiere cualquier bebé. Sin embargo, esto no puede suceder si antes, los padres no han pasado por un proceso de adaptación y reorganización de su vida respecto al bebé, lo que los ayudará a tener un mejor y mayor acercamiento con su hijo.
Ante la realidad del nacimiento de un niño con alguna discapacidad, muere un poco la esperanza, los sueños. Se borra parte de un futuro tan esperado por los padres y tan planeado. Se crea un duelo ante una pérdida simbólica y una pérdida emocional. El dolor que los papás experimentan en estas situaciones puede llegar a ser similar al dolor (claro, subjetivo) que se enfrenta ante una muerte. De la misma forma que cuando ocurre una muerte de alguien querido; la aparición y el conocimiento de este diagnóstico marca un “antes” y un “después” en la trayectoria de la familia. Ocurre un desequilibrio en los roles de cada uno de sus miembros y sólo a través del tiempo (distinto en cada caso) podrán volver a ubicarse –re adaptarse-. Con esto es importante no olvidar que la familia vive la experiencia de una verdadera pérdida, que aunque no sea tangible, deben asimilar y aceptar a este nuevo hijo, con sus limitaciones y necesidades especiales.
Además de las personas que se pierden con las muertes, hay situaciones bastante significativas que nos transforman, vínculos que cambian, momentos que terminan o que comienzan. Sin embargo, en nuestra sociedad no se acostumbra a prepararse para los cambios, ni nos han enseñado a procesar las pérdidas. Nos educan para la búsqueda constante de la estabilidad. Aspiramos a tener garantías de que todo permanecerá igual, que será estable y seguro. Y claro, tenemos miedo a los cambios, pretendemos dirigir cada uno de nuestros movimientos y protegernos de desagradables imprevistos o de situaciones que para los que no se está preparado, dejando de lado la gran capacidad que tenemos como seres humanos para re adaptarnos en cada situación y lograr sobrevivir. No nos damos cuenta que el cambio es inevitable. Derrochamos parte de nuestra energía empeñados en controlar lo incontrolable, nadando a contra corriente. Con todo esto es lógico que huyamos de los cambios y lo que es peor, que los vivamos de forma negativa e incluso, destructiva.
Para unos padres que se ven ante un cambio en su estructura mental debido al diagnóstico de su hijo, debería enseñársele que son estas situaciones las que fortalecen el carácter y nos hacen crecer; que son necesarias para la maduración; y que gracias a haber perdido algunas cosas, hemos ganado otras, ya que no hay ganancia importante que no implique de alguna forma una renuncia, un costo emocional, una pérdida. ‘’Es horrible admitir que cada pérdida conlleva una ganancia. Que cada dolor frente a una pérdida terminará necesariamente con un rédito para mí. Y, sin embargo, no hay pérdida que no implique una ganancia. No hay pérdida que no provoque necesariamente un crecimiento personal’’ (Bucay, J. 2001 p.53)
Es aquí en donde tanto el tanatólogo como el psicólogo juegan un papel de suma importancia; la historia de vida de cada padre, el rol que cada uno desempeña, los valores, y un buen acompañamiento tanatológico tendrán como meta llevar a los padres y a la familia de ser necesario de la mano, hasta que logren una verdadera aceptación de su nueva realidad; conociendo las necesidades de los familiares para que estén informados sobre
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