Tanatológia en el campo de las adicciones
Enviado por Eric • 14 de Enero de 2018 • 3.543 Palabras (15 Páginas) • 1.341 Visitas
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Capítulo 2
Un trabajo Tanatológico
Admitir que se tiene un problema de drogas es uno de los primeros pasos para lograr una nueva forma de vida. Es un paso que asusta, porque deja de manifiesto que no se puede controlar nuestra manera de consumo para determinadas sustancias y es en este momento cuando se desarrolla la conciencia de que se necesita apoyo. El adicto que asume su condición de enfermo y emprende el camino hacia su recuperación (practicando activamente y apegándose al programa de los Doce Pasos de Alcohólicos Anónimos) atraviesa por las cinco fases descritas por la doctora Elisabeth Kübler-Ross (1972) para dar cuenta de los mecanismos de reacción que entran en funcionamiento durante una enfermedad mortal. Como puede verse, este proceso no es exclusivo del paciente en fase terminal; cualquier persona a la que se le diagnostique una enfermedad cuyo tratamiento durará toda su vida, es susceptible de sufrir un duelo por sí misma. (Recordemos que la adicción es considerada una enfermedad incurable, primaria, crónica, progresiva y mortal.).
Los 12 pasos
El programa de doce pasos es la estrategia central de la gran mayoría de los grupos para el tratamiento de las dependencias químicas, emocionales u otras. El método de los Doce Pasos posibilita la elaboración del duelo que el proceso de recuperación entraña. En ese transcurso, el adicto se enfrenta a un duelo que incluye el miedo a abandonar la sustancia y muchas otras pérdidas, como el grupo de pares, el estilo de vida, la identidad, etcétera. Además, dicho proceso no está exento de avatares y vicisitudes, puede vivirse de un modo anticipado o retardado. Conviene aclarar además que, como el duelo es un proceso dinámico y fluctuante —por ser cada persona diferente—, las fases de que se compone no tienen una secuencia fija, ni se tiene que transitar por todas necesariamente.
Parte de nuestra labor en este trabajo es intentan sostener que el trabajo que realiza el personal rehabilitador de adictos es también un trabajo de tanatología. Es decir un terapeuta se enfrenta a muchas enfermedades que limitan al ser humano y con ello directamente con la muerte. Esta condición puede resaltar la importancia de que es necesario un espacio propicio para desempeñar esta actividad, pues si bien es cierto que no hay basura física, la basura psicológica si lo está. Se necesita este espacio limpio para poder intercambiar conocimientos, vivencias, situaciones y sobre todo, calidez para el enfermo y sus familiares. Por ello se recomienda que las personas que desempeñan este tipo de trabajo se sometan a un proceso psicoterapéutico personal, organicen grupos de contención (también llamados grupos operativos o de crecimiento) o, en su caso, acudan a algún grupo de ayuda mutua.
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Capítulo 3
El Síndrome de desgaste terapéutico.
Los médicos, están siempre expuestos a contraer el síndrome de desgaste terapéutico o de agotamiento profesional, conocido como burn-out. Posiblemente, la definición más aceptada del burn-out sea la propuesta por Christina Maslach y Susan Jackson (1986), según la cual “es un síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal, que puede ocurrir entre individuos que trabajan con personas”[4]. Para estas autoras, dicho síndrome es exclusivo de los profesionales denominados “Recuperadores”, que son quienes más frecuentemente se enfrentan con situaciones impactantes y, en ocasiones, traumáticas. Pines y Aronson (1988) hacen una definición no tan restringida, ya que no circunscriben en exclusiva este fenómeno a los profesionales de la ayuda. Lo describen como “el estado de agotamiento mental, físico y emocional, producido por el involucramiento crónico en el trabajo en situaciones emocionalmente demandantes”.[5]
En el síndrome de desgaste terapéutico, los afectados se caracterizan por una pérdida de interés por su trabajo, pudiendo llegar incluso a ver a sus pacientes o usuarios como verdaderos enemigos. Nos encontramos, por tanto, en este caso ante un problema que está relacionado con la falta de apoyo e incluso de recursos técnicos para realizar el trabajo. El resultado puede ser la desvinculación con la actividad que se desempeña, lo que significa la puesta en marcha de maniobras defensivas, que pueden llegar a ser reforzadas y aun generadas por exigencias de las mismas organizaciones (ejemplos cinematográficos de este fenómeno pueden encontrarse en Vidas al límite (Bringing Out the Dead, 1999) de Martin Scorsese y La muerte del señor Lazarescu (película rumana de Cristi Puiu).
Mecanismos de defensa
Dentro de estos mecanismos de defensa pueden distinguirse los siguientes:
a) El distanciamiento: el profesional puede llegar a no ver en los usuarios a personas sino a una simple materia prima que le sirve para llevar a cabo su trabajo. Cuando esta defensa falla, las maniobras defensivas pueden intensificarse llevando al profesional al uso inadecuado de recursos médicos (iatrogenia), como puede ser la utilización masiva de fármacos con la finalidad de sujetar al paciente con una camisa de fuerza química.
b) La actuación: Ante la imposibilidad del profesional para diferenciar entre el conflicto personal y el de las personas con quienes trabaja, suele ocurrir una tendencia automática de descarga de emociones que en ocasiones se efectúa de manera patológica y autodestructiva; en otras palabras, cuando no es posible tolerar el impacto del dolor, el sufrimiento, la carencia, el abandono o la sensación de desamparo y efectuar una reflexión que conduzca a la introspección y permita el conocimiento nuevo y la ayuda comprensiva, se utilizan recursos que mediatizan y evitan el dolor. En ocasiones, el consumo de alcohol, tabaco o sedantes posibilita las descargas en formas socialmente aceptadas, aunque pueden llegar a desencadenar perturbaciones transitorias o crónicas. Por ello, es importante no minimizar el hecho de que la carga emocional del trabajo en el campo de la salud, puede ocasionar también actuaciones autodestructivas en mayor o menor grado. Los accidentes de diversos tipos, el alto índice de ausentismo, los retardos injustificados, las incapacidades frecuentes o el amplio capítulo de las enfermedades psicosomáticas deben ser objeto de una prudente reflexión, ya que pueden
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