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Una carta para Tessa

Enviado por   •  22 de Marzo de 2018  •  873 Palabras (4 Páginas)  •  249 Visitas

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-¿Puedo ayudar…?- la Sra. Suricata se atragantó con su café al ver al hada -¿Qué está haciendo aquí? No se permiten hadas, al menos no de visita o… ¿se siente mal?- habló rápidamente mientras miraba de un lado al otro y a Tessa.

-Mire, hubo un error- dijo lo más tranquila que pudo para no llamar la atención y le tendió la carta, la Suricata la leyó y la miró sin comprender.

-Yo no mandé, ni confirmé nada y ahora mi madre se ha ido… ¿Por qué permitieron eso?- el odio volvió.

-Mire señorita, nos llegó una carta del Planeta Rojo donde decía que usted aceptaba desenchufarla porque ya llevaba mucho tiempo así sin mejora alguna… era escrito a máquina, pero la firma era la suya-.

En el Planeta Rojo solo los carteros tenían acceso a las máquinas, sólo alguien conocía tan bien su firma, todo apuntaba a un solo ser… los ojos del hada estaban como platos…

“No era verdad”, -¡No es posible!- susurró para sí conteniendo las lágrimas, pero… ¿Por qué?, ¿Qué le había hecho para merecer algo así? No podía ser verdad.

El viaje de regreso fue horrible, nadie quiso meterse en problemas y llevar a la pobre hada, por lo que voló ella misma. Cuando por fin llegó al Planeta Rojo, la estrella mayor ya se había ocultado, Tessa estaba destrozada. Entró a su casa y prendió la luz. Se le cayó el alma a los pies al ver que, en la sala, se encontraba el minotauro, sentado desvergonzadamente en una raíz.

-¿Me extrañaste?- preguntó repugnante el minotauro.

-¿Qué haces aquí?... ¿Por qué lo hiciste?- logró decir el hada.

-Supongo que ya sabes la verdad y pues… nunca es bueno dejar testigos- respondió el minotauro con una sonrisa, la misma que le había dedicado esa mañana. –Y el ¿por qué?, digamos que es un hobbie1.-

El corazón de Tessa se hacía añicos mientras el minotauro avanzaba hacia ella. Llevaba algo en la mano… “¿una jeringa?” se percató Tessa.

-Sólo te pondré a dormir – rió el minotauro, - tu madre tampoco corrió- dijo, y esa fue la gota que colmó el vaso.

Lo miró a los ojos con repugnancia y corrió hacia él intentando tomar la jeringa, él se percató de eso y la movió rápidamente, aunque no lo suficiente. Tessa tomó la jeringa y sin pensárselo dos veces la clavó en la pierna del minotauro. Un grito de agonía inundó la casa mientras Tessa presenciaba la muerte de su amado, un traidor y mentiroso asesino.

Andrea Velasco Alonso

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