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BIOGRAFÍA DE JESUCRISTO DE NAZARETH

Enviado por   •  10 de Diciembre de 2017  •  2.686 Palabras (11 Páginas)  •  420 Visitas

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Otras son parábolas completas trazadas con pocos rasgos llenos de viveza: el grano de mostaza, la dracma perdida, la cada edificada sobre la arena y la edificada sobre roca, la viuda insistente, el amigo importuno, el rey que va a la guerra. Otras, finalmente, son parábolas detalladas: el siervo infiel pero prudente, el banquete de bodas, las vírgenes prudentes y las vírgenes necias, el rico epulón, el sembrador, el buen pastor, el hijo prodigo, etc.

Vida de Jesús

De acuerdo con la Sagrada Escritura, Jesucristo confirmaba la verdad de sus enseñanzas y la autoridad divina de Misión con innumerables milagros, en su mayoría curaciones de enfermos. En Caná, a petición de su madre, convirtió el agua en vino; anduvo sobre las aguas del Tiberiades y calmó con un mandato la tempestad desatada. Dio de comer hasta la saciedad a 5.000 hombres, sin contar las mujeres y niños, con cinco panes y dos peces, y en otra ocasión repitió esta maravilla a favor de 4.000 hombres. Sanó instantáneamente a diez leprosos, a dos ciegos en Jericó, al hijo de un centurión, a los endemoniados de Geraza, al paralitico de la piscina probática, a la mujer encorvada, a la suegra de Pedro, a la mujer hemorroisa. Hizo ver al ciego de nacimiento de 38 años de edad; volvió a la vida a la hija de Jairo, al hijo de la viuda de Naim, a Lázaro, después de cuatro días de muerto y sepultado. Predijo el futuro, la ruina de Jerusalén, la traición de su apóstol Judas, las negaciones de Pedro, su propia Pasión y muerte en la cruz y su propia Resurrección al tercer día de su muerte.

Pero el mayor milagro que hizo para confirmar su divinidad y su Misión de Mesías fue el complimiento de esta profecía de su propia Resurrección. Porque llegado el tiempo señalado por los vaticinos del Antiguo Testamento, celebro la ultima Pascua con sus apóstoles e inauguro la nueva con la institución de la Eucaristía y, después de orar larga y dolorosamente en el huerto de Getsemaní, se entrego a sus enemigos los sacerdotes, escribas y fariseos con quienes se había enemistado por decir la verdad.

Muerte y Resurrección de Jesús

Siguen refiriendo los Evangelios que sufrió con endereza toda clase de oprobios, injurias y golpes en su dolorísima Pasión: fue abofeteado y escupido porque se proclamo el Hijo de Dios; azotado, coronado de espinas y mofado como rey de burlas por los soldados romanos; condenado a muerte injustamente por el tribunas religioso de los judíos y por el civil del procurador romano Poncio Pilatos, y finalmente, crucificado en el lugar llamado Calavera o Calvario (Gólgota), entre dos ladrones.

Murió después de tres horas de agonía y fue sepultado por Nicodemus y José de Arimatea en el sepulcro de éste. Pero el tercer día resucito por su propio poder, como lo había prometido.

Durante 40 días se apareció a sus apóstoles, a María Magdalena, a las mujeres piadosas que lo siguieron en los años de su predicación, a dos discípulos que iban a Emaus y a otros muchos de sus seguidores. En estos días fundo su Iglesia, que ya había esbozado durante su vida mortal, es decir, una organización espiritual, y al mismo tiempo visible, por medio de la cual obtuvieron los hombres la salvación eterna. Le impuso como jefes espirituales a sus doce apóstoles y a los sucesores de ellos, pero siempre recordando que Él es el principal Señor de su Iglesia, o sea la piedra angular.

Les dio autoridad para enseñar su doctrina y, para ello, les prometió la próxima venida de otro Consolador (Espíritu Santo: Tercera persona de la Santísima Trinidad de Dios) y su asistencia hasta la consumación de los siglos; les dio el poder para que en Su nombre, expulsaran demonios, sanaran todo tipo de enfermedades, bebieran cosas venenosas y no sufrieran daños, y muchos más dones que el Espíritu Santo les otorgaría cuando viniera a ellos (el día de pentecostés), y les conformo el poder de renovar su Sacrificio supremo de la cruz y transformar el pan y el vino eucaristio en su Cuerpo y Sangre para dar vida sobrenatural a los hombres que siguieran sus enseñanzas, la cual ya les había dado a los doce en la Cena. Finalmente, ante los ojos de más de 500 discípulos suyos, subió corporal y visiblemente al cielo para reinar eternamente a la diestra del Padre Celestial.

Documentos que refieren su existencia

Hay especialmente cuatro documentos del siglo I y de principios del II que narran todo lo expuesto anteriormente. Se los llama los cuatro Evangelios y forman parte principal del Nuevo Testamento. Dos de ellos fueron testigos presenciales: San Mateo y San Juan, ambos apóstoles. Otro resume la predicación de San Pedro Apóstol, y fue escrito por San Marcos, discípulo suyo. El otro reúne la predicación de San Pablo y los hechos narrados probablemente por la madre de Jesús y ciertamente por testigos presenciales. Fue escrito por San Lucas.

Otros documentos históricos son los libros del Antiguo Testamento, cuyas numerosísimas profecías acerca del Cristo o Mesías se cumplieron perfectamente en Jesucristo, especialmente las del profeta Isaías acerca de su nacimiento, y de su dolorosa Pasión y muerte.

Hay, además, autoridades históricas de judíos y paganos que vivieron en los siglos II y III de la era común que atestiguan la vida de Jesucristo, o por lo menos su existencia. Unos son indiferentes a Él; otros, adversarios decididos. Los principales son Josefo, el Talmud, particularmente el Babilónico, Plinio el joven, Tacito, Suetonio, Luciano de Samosata, Celso, Porfirio, Hierocles, etc.

La Persona de Jesucristo

La extraordinaria personalidad de Jesucristo ha subyugado el espíritu humano. Como El mismo lo predijo, su persona ha producido siempre dos intensas y opuestas reacciones. En unos, la mayoría, amor y devoción capaz de transformar sus vidas y hacerlos fieles a Él hasta el martirio. En otros, desprecio, burla o rencor por sus doctrinas, y odio para sus seguidores.

En la narración evangélica de su vida se descubre en Jesucristo una inteligencia clara, profunda y segura, hasta el punto de no fiarse de ningún hombre, porque conocía que era lo que había en el corazón del ser humano y nadie tenía porque darle testimonio de ninguno (entonces se confirma su Omnisciencia, atributo exclusivo de Dios). Cuando los fariseos, para tentarlo, le preguntaron en virtud o poder de quien hacia las maravillas que se citan, El entendió sus intenciones y respondió: os hare a mi vez una pregunta: “¿De quién es hijo el Mesías? Si es hijo de David, ¿por qué David dice en el salmo: ¿Dijo el Señor a mi Señor?

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