ENSAYO ¿De qué te has despojado y que falta por despojarte?
Enviado por Albert • 31 de Marzo de 2018 • 3.388 Palabras (14 Páginas) • 323 Visitas
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20. Marzo.2016[pic 6]
Tenemos que echar fuera el pecado, esta es la primicia de este pasaje bíblico ( 1Corientios 5:1-13) puesto que tenemos que desechar al malvado de nuestras vidas, ah pero eso si sin juzgarlo ya que solo Dios es el que juzga a la persona.
No tenemos que sentir orgullo de las faltas de los hermanos, lo correcto es sentir vergüenza y echar al hermano de la iglesia, en el pasaje bíblico se hace referencia a la levadura en la masa, es decir el pecado es la levadura y la masa es la iglesia, si no marcamos distancia entre el pecado y nuestra vida esta podría ser manchada y convertirse en un verdadero problema.
La sinceridad y la honestidad son la clave buenas personas de las cuales podemos aprender buenas costumbres, sin embargo es imposible que no nos rodemos de personas viles y despreciables por lo cual tenemos que tener la fuerza de una vida nueva una vida sin pecado, esta dos cualidades nos ayudaran a rodearnos de necesaria para no dejarnos contaminar por su ideologías y forma de vivir.
En Efesios 4:1-32, nos invita a ser humildes, amables y pacientes ya que somos el pueblo de Dios, nos ayuda a visualizar a un solo Dios a un Dios verdadero y autentico.
Cada uno tiene talentos en específico ya que Dios nos lo dio de acuerdo a nuestras capacidades, esto nos hace estar más capacitados y preparados para trabajar como un solo cuerpo trabajo en equipo.
Dios nos llama a la unidad y al control, alejándonos del pecado , a tener una vida sana y entregada a El, y nos llama al perdón total al perdón entre nosotros a si como el nos perdono a nosotros.
10.ABRIL.2016[pic 7]
1 Corintios 6:13
13. También se dice: "La comida es para el estómago, y el estómago para la comida." Es cierto, pero Dios va a terminar con las dos cosas. En cambio, el cuerpo no es para la prostitución sino para el Señor, y el Señor es para el cuerpo.
Hebreos
El Hijo de Dios nos muestra el poder y la grandeza de su Padre. El Hijo de Dios es igual en todo a su Padre, y con su gran poder hace que el universo siga existiendo. El Hijo de Dios logró que Dios nos perdonara nuestros pecados, y después subió al cielo para sentarse a la derecha del trono de su Padre. El Hijo de Dios llegó a ser superior a los ángeles, pues Dios le dio un nombre mucho más importante que el de ellos. Cuando Dios habla acerca de los ángeles, dice: Mis ángeles son el viento, y mis sirvientes son relámpagos. Pero, cuando habla de su Hijo, Dios dice: Tu reinado durará para siempre, y usarás tu poder en favor de la justicia. Te complaces en lo bueno, y rechazas la injusticia. Yo te declaro mi rey favorito, ¡el rey más feliz de la tierra! Dios nunca le dijo a ningún ángel: Siéntate a la derecha de mi trono, hasta que yo derrote a tus enemigos. Porque los ángeles son solamente espíritus que sirven a Dios, y él los envía para ayudar a toda la gente que Dios habrá de salvar.
Por eso debemos poner más interés en el mensaje de salvación que hemos oído, para no apartarnos del camino que Dios nos señala.
Seremos castigados si no reconocemos el gran valor de la salvación que él nos ofrece. Porque el Señor Jesús mismo fue el primero en comunicar el mensaje de salvación, y después, los que oyeron ese mensaje nos demostraron que era verdad. Dios también nos lo demostró por medio de muchas señales y de acciones maravillosas, y también con milagros. Además, cuando lo hizo, les dio el Espíritu Santo a quienes él se lo quiso dar.
La ley de Moisés era sólo una muestra de lo bueno que Dios nos iba a dar, y no lo que en verdad nos daría. Por eso, la ley nunca puede hacer perfectos a los que, cada año, van al santuario a ofrecer a Dios los mismos sacrificios de siempre. Si en verdad la ley pudiera quitarles el pecado, no se sentirían culpables y dejarían de ofrecer sacrificios a Dios. Pero sucede lo contrario. Cada año, cuando ofrecen esos sacrificios, lo único que logran es recordar sus pecados. El salmo dice que Cristo vino a cumplir la voluntad de Dios. Es decir, Cristo quitó aquellos sacrificios antiguos, y estableció uno nuevo. Dios nos eligió porque Jesucristo obedeció sus órdenes al morir en la cruz, y ofreció su cuerpo como sacrificio una sola vez y para siempre. Jesucristo le ofreció a Dios un solo sacrificio para siempre, y así nos perdonó nuestros pecados. Luego se sentó a la derecha del trono de Dios, y allí estará esperando, hasta que Dios derrote a sus enemigos. Porque, con un solo sacrificio, Jesucristo hizo que Dios hiciera perfectos a todos los que eligió para ser parte de su pueblo.
Así lo asegura el Espíritu Santo cuando dice:
«Por eso, este será mi nuevo pacto con el pueblo de Israel: haré que mis enseñanzas las aprendan de memoria, y que sean la guía de su vida. Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades.»
Confiar en Dios es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de que algo existe, aun cuando no se pueda ver. Dios aceptó a nuestros antepasados porque ellos confiaron en él. Porque a Dios no le gusta que no confiemos en él. Para ser amigos de Dios, hay que creer que él existe y que sabe premiar a los que buscan su amistad.
Ámense siempre los unos a los otros, como hermanos en Cristo.
No se olviden de recibir bien a la gente que llegue a sus casas, pues de ese modo mucha gente, sin darse cuenta, ha recibido ángeles.
Preocúpense por los hermanos que están en la cárcel y por los que han sido maltratados. Piensen cómo se sentirían ustedes si estuvieran en la misma situación. No vivan preocupados por tener más dinero. Estén contentos con lo que tienen, porque Dios ha dicho en la Biblia: Nunca te dejaré desamparado. Por eso, podemos repetir con toda confianza lo que dice la Biblia:
«No tengo miedo. Nadie puede hacerme daño porque Dios me ayuda.»
Jesucristo nunca cambia: es el mismo ayer, hoy y siempre.
Por eso, no hagan caso de enseñanzas extrañas, que no tienen nada que ver con lo que Jesucristo nos enseñó. Esas reglas acerca de lo que se debe comer, y de lo que no se debe comer, nunca han ayudado a nadie. Es mejor que nos dé fuerzas el amor de Dios.
Nuestra ofrenda a Dios es darle gracias siempre, por medio de Jesucristo, pues hemos dicho que él es nuestro Señor. Nunca se olviden de hacer
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