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Galileo y el dialogo entre ciencia y fe

Enviado por   •  1 de Junio de 2018  •  4.212 Palabras (17 Páginas)  •  432 Visitas

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Autonomía de la ciencia

Hoy día cuando se habla de “autonomía de la ciencia”, se suele hacer para subrayar la separación de las ciencias naturales tanto de la filosofía como de la fe. Esta separación entre ciencias naturales y filosofía es un proceso que se inicia con el nacimiento del método científico, el cual implica una reducción del objeto de estudio a sus dimensiones empíricas, en primer lugar las que se pueden medir, recurriendo a modelos ideales y aproximados. Se hace énfasis en la causalidad eficiente, poniendo entre paréntesis la formal y la final[15].

Sin embargo las ciencias no pueden prescindir de una serie de nociones que son de naturaleza filosófica. Es labor de la filosofía juzgar y dirigir a las demás ciencias porque le compete juzgar de los primeros principios de todo conocimiento humano y el valor de los métodos científicos, de modo que es tarea suya determinar el objeto propio de cada ciencia y clasificar las ciencias en una jerarquía según la naturaleza de cada una[16].

Por otro lado, la razón sin la fe, cojea. La fe cristiana proporciona una gran ayuda a la razón en su tarea de plantear y resolver los problemas más profundos de la vida humana. Dejarla en el olvido implica graves riesgos de deshumanización. Como dice la Fides et ratio: «La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad»[17].

Por tanto la autonomía de las ciencias, correctamente entendida, no significa separación o independencia, sino distinción y operatividad metodológica[18].

La filosofía como puente entre ciencia y fe

El hombre es un ser que por una parte ve sus limitaciones pero por otro lado está abierto a sí mismo, a los demás, a la eternidad. Anhela la felicidad pero se da cuenta lo difícil que es alcanzarla. Ante su propia limitación, por un parte, y la maravilla de la creación, por otra, el hombre se pregunta por el sentido de todo. Es una pregunta para la que la ciencia experimental tiene solo una parte de la respuesta.

Ante esta apertura natural del hombre, y de frente al cientifismo que afirma que el método de las ciencias experimentales es el único válido para conocer la realidad[19], la filosofía puede hacer de puente entre la ciencia y la fe, ya que la filosofía, y en concreto la metafísica, estudia la experiencia mediante la razón, y de modo riguroso llega a la existencia de realidades que están fuera del alcance de los sentidos.

Este puente, sin embargo, se apoya sobre dos pilares que se tambalean y que requieren un ajuste. Por una parte, al interno de la filosofía se verifica una crisis y, por otra, desde la ciencia hay una gran desconfianza hacia la filosofía. Son dos problemas relacionados, que brevemente trataremos de analizar.

La crisis de la filosofía

Se puede decir que la filosofía está en crisis? A primera vista la respuesta es negativa, por el gran número de congresos, revistas y libros acerca de filosofía en todo el mundo. Sin embargo se nota un gran énfasis en la retórica y la estética, y poco en la profundidad de los temas[20].

El relativismo que llena la sociedad actual hace que no se busque la verdad sino el consenso. Hoy «nadie se atreve a llamar error a ninguna sentencia»[21]. Y esa falta de esperanza de encontrar la verdad conlleva a un cansancio filosófico por el que no solo la indagación de lo radical del ser humano a pasado a un segundo lugar, sino que incluso se llega a negar el propio sujeto.

Juan Pablo II hacía la misma denuncia hace unos años: «Se ha de tener presente que uno de los elementos más importantes de nuestra condición actual es la crisis del sentido. Los puntos de vista, a menudo de carácter científico, sobre la vida y sobre el mundo se han multiplicado de tal forma que podemos constatar como se produce el fenómeno de la fragmentariedad del saber. Precisamente esto hace difícil y a menudo vana la búsqueda de un sentido. Y, lo que es aún más dramático, en medio de esta barahúnda de datos y de hechos entre los que se vive y que parecen formar la trama misma de la existencia, muchos se preguntan si todavía tiene sentido plantearse la cuestión del sentido. (...) Una filosofía carente de la cuestión sobre el sentido de la existencia incurriría en el grave peligro de degradar la razón a funciones meramente instrumentales, sin ninguna auténtica pasión por la búsqueda de la verdad»[22].

Es necesario recuperar la relación entre filosofía y verdad. «Es necesaria una filosofía de alcance auténticamente metafísico, capaz de trascender los datos empíricos para llegar, en su búsqueda de la verdad, a algo absoluto, último y fundamental»[23].

La “inutilidad” de la filosofía

Desafortunadamente, entre las personas que se dedican a la ciencia hay una desconfianza generalizada hacia la filosofía. Algunos piensan que es un saber inútil por su falta de aplicaciones prácticas. Pieper dice que se podría expresar en esta breve fórmula: «el hecho de filosofar, de reflexionar sobre la razón y sentido de la realidad en conjunto, será, si se quiere, posible y hasta quizá sumamente interesante y apasionante, pero no solo no sirve para nada sino que impide cuidarse de lo que interesa a la vida cotidiana. Y así es desatinado, y sobretodo, perjudicial»[24].

La principal causa es que hay un gran desconocimiento de lo que realmente es la filosofía. Podemos traer a cuento unas palabras de Bergson: «la filosofía no es un estudio abstracto: nada menos abstracto que la filosofía. Incluso diría que, entre todas las ciencias es la única que verdaderamente no es abstracta. Cualquier ciencia considera un aspecto de la realidad, o sea, una abstracción... En cambio, la ciencia que se esfuerza por contemplar la realidad íntegra en su desnudez, sin velos que la cubran, esta ciencia se llama filosofía»[25].

La filosofía se sitúa en continuidad con el conocimiento humano ordinario: se parte de la experiencia sensible, a través de la cual se llega mediante la inteligencia a conocimientos universales abstractos, y se avanza en el conocimiento realizando inferencias cuyo valor viene determinado en último término por la evidencia sensible o intelectual. El conocimiento intelectual parte de los datos sensibles (los sentidos), pero la inteligencia llega a al esencia de las cosas: mediante la inducción la inteligencia va de lo particular y contingente a lo universal y necesario. Las ciencias se apoyan en la evidencia sensible, mientras que la filosofía se mueve en el ámbito de la evidencia

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