Estudios Políticos y Resolución de Conflictos
Enviado por Ledesma • 9 de Enero de 2019 • 1.312 Palabras (6 Páginas) • 355 Visitas
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Las caricias que hacía la funcionaria de la fiscalía eran buscando signos de su muerte, en qué región recibió los balazos, sus reacciones al morir, su posición final, buscando evidencias de su muerte. En medio de una conversación con el autor evidencia la cifra de 5000 muertos al año en Colombia mientras en New York es uno al mes, lo que significaba mucha carga laboral para ellos. Ese es el Estado con el que se cruzó el autor, uno que acariciaba al fallecido.
Este fallecido creó una serie de transacción de sensaciones entre los actores en esa escena del crimen, era también un debate entre los personajes por un significado de Dios, en tanto también se retrataba la forma historizada de la experiencia sensorial referidas a la construcción física de Esaú Gonzales. En torno al occiso se formaron 4 percepciones y distintas formas de concebir a Dios también.
- La de sus hermanas y madre al exclamar “ay papito lindo”; “¿por qué no me mataste a mi Dios?” ésta es la versión del Dios sicario, quién está al servicio de asesinar al que se le ordene.
- Desde la caricia a las otras mujeres. Hombre malandro, mala pinta, tenía deudas.
- Desde el quejido a unas mironas que estaban ventaneando “¡Como quedó Dios mío!”
- Desde las mironas. “Que Dios lo perdone por sus pecado y lo lleve a la vida eterna”
La cuestión del cadáver ese constituye como un objeto tabú provisto de un significado ambivalente, como algo profano y sagrado – sagrado e impuro. Según Michael Taussing también el Estado es un objeto tabú. En este dialogo místico convergen el cadáver y una jefe con ciertos poderes del Estado. En Colombia existe una naturalización de la muerte y a la vez una visión ambivalente de Dios por eso se le llama “El Dios sicario”. Una lectura Antropológica del fallecimiento de Esaú Gonzales índica que él es un arquetipo de muerte violenta. También es la muestra de la desconfianza que existe entre los colombianos hacia las instituciones, tomar justicia por la propia mano en detrimento de acudir a ese Estado que por definición tiene el monopolio de la coacción, aquel Estado que puede agenciar una solución al conflicto que se presente.
Para finalizar en Colombia es más fácil admitir un crimen como pecado “Que Dios lo lleve en su gloria” Es una clara desconfianza a la justicia terrenal. Dios es el testigo de un mal naturalizado, al igual que cualquier colombiano el observa mientras replica “¡Cómo quedó!. En Colombia existe una mezcla entre imaginarios pre modernos en el momento en que la jefa se denomina como una bruja por poder percibir como fueron los momentos finales de un occiso, don dotado por la experiencia misma, a la vez que se hace una comparación entre CTI Bogotá y CSI New York creando el imaginario posmoderno. El concepto de Dios está desordenado, es visto como testigo del crimen que solo observa y como mediador de nuestros pasos “Mi Dios le pague”; “Dios mediante”; “Dios proveerá” y Dios como sicario “Dios por qué no me mataste a mí”. En Colombia la justicia de los hombres se la deja en manos de la divina, creando así un libre albedrío. Esto habla de una clara minoría de edad en la concepción Kantiana, en la que aún no nos hemos apropiado de nuestra ciudadanía en un país anestesiado por la violencia.
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