“Los estudios sobre hibridación modificaron el modo de hablar sobre identidad, cultura, diferencia, desigualdad, multiculturalidad y sobre parejas organizadoras de los conflictos en las ciencias sociales: tradición/modernidad, norte/sur, local/global

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Como Canclini expresa, “las sedimentaciones identitarias organizadas en conjuntos históricos más o menos estables (etnias, clases, naciones) se reestructuran en medio de conjuntos interétnicos, transclasistas y transnacionales, generando nuevas formas de segmentación”, por lo que podemos decir que, centrarnos en el estudio de los procesos culturales es útil para lograr comprender a partir de la heterogeneidad como se producen las hibridaciones.

Ahora pensemos un poco, ¿Qué pasa cuando estas mesclas en vez de resultar productivas, generan conflictos debido a lo que permanece incompatible e inconciliable en ellas?

Cornejo Polar habla de “entrar y salir de la hibridez”, lo que nos brinda la posibilidad de verla como un proceso al que se puede acceder o abandonar, del cual se puede ser excluido o al que pueden subordinarnos.

Desde esta óptica, es posible trabajar los procesos de hibridación en relación con la desigualdad entre las culturas, las diferencias de clases y también de las asimetrías del poder y el prestigio.

La hibridación ocurre en condiciones históricas y sociales específicas, en medio de sistemas de producción y consumo. En el mundo actual, un mundo hiperconectado y donde las fronteras se diluyen, la palabra hibridación es el termino más dúctil para nombrar no solo las mezclas de elementos étnicos o religiosos sino con productos de las tecnologías avanzadas y procesos sociales modernos y posmodernos.

En este nuevo contexto es necesario agregar a la tipología de hibridaciones tradicionales (mestizaje, sincretismo y creolización) las operaciones de construcción hibrida entre actores modernos y en condiciones avanzadas de globalización.

Actualmente las comunicaciones permiten que nos apropiemos de elementos de muchas culturas, pero eso no implica que los aceptemos indiscriminadamente.

La globalización no solo acerca, integra y genera mestizaje, también segrega, aumenta las desigualdades y estimula las reacciones diferencialistas. No debemos descuidar todo aquello que resiste o se escinde. La teoría de la hibridación debe tener en cuenta los movimientos que la rechazan, es decir las resistencias que existen.

Para el autor, en la modernidad existe una mezcla de culturas, la cuales nombra

tradicionales y modernas, mientras que la idea ortodoxa de la modernidad implica la desaparición de tradiciones pre-modernas, en América Latina tales tradiciones persisten a pesar de las décadas de modernización. Es concebida como un territorio que se encuentra sumergido en una modernidad, pero sin una modernización positiva en cuando al actuar se refiere, lo cual en parte está relacionado a la opresión que siempre sufrió el continente proveniente de Europa en un primer momento y del mercado global en los últimos años.

El autor concluye diciendo que, en esta realidad, cada vez es más necesario seguir construyendo paradigmas que nos ayuden a volver este mundo más traducible, o sea convivible en medio de sus diferencias, y a aceptar a la vez lo que cada uno gana y está perdiendo al hibridarse.