Gallego el mundo rural

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agrarias de vecinos basadas en granjas domésticas y su relación con el papel fundamental de lo político- militar en la polis griega. En cuanto a la finalidad de su artículo, Gallego pretende centrarse principalmente en los problemas que im- plica el examen del “campesinado” (p. 15).

Al hablar de la situación historiográfica contemporánea, el estu- dioso resalta que en la actualidad los estudios agrarios griegos, por lo que a la temática se refiere, se pueden delimitar así: mano de obra agrícola; organización económica de la granja autónoma; pas- toreo y crianza del ganado; relaciones mercantiles entre campo y ciudad; incidencia de la guerra en la economía rural; reorganización política de la polis a partir de un cierto igualitarismo agrario, e im- portancia de la aldea agrícola. Desde el punto de vista de la proble- mática, uno de los ejes esenciales consiste en establecer cuál era la posición social de los campesinos griegos. Otra dificultad se pre- senta al intentar definir conceptualmente a los labradores mediante las nociones de campesino (peasant) y granjero (farmer). Otro pun- to digno de mención es que Gallego asevera con insistencia que es insostenible la postura según la cual la estructura económica de la Grecia antigua se sustenta en la producción esclavista, pues la “ex- tendida presencia de una clase de labradores autosuficientes en la mayoría de las poleis griegas permite pensar en sociedades organi- zadas sobre la base de una ‘economía campesina’, que en ciertos casos podía articularse con una economía esclavista” (p. 16). En cuanto al manejo de fuentes antiguas, el autor cita los Trabajos y días de Hesíodo, el Económico de Jenofonte, la Política de Aristó- teles, a Isócrates e Iseo, y a Homero.

Es en la segunda parte de su artículo, intitulada La conceptuali- zación de los labradores griegos, donde el editor analiza los distin- tos vocablos que se han empleado para referirse a los labradores helénicos (pp. 33-39).

Al final de su escrito, Gallego concluye que la historia del cam- pesinado griego “está en construcción acelerada gracias a las inves-



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tigaciones que comenzaron a renovar los enfoques tradicionales articulando los planos sincrónico y diacrónico ..., a partir de la utilización de criterios teóricos y metodológicos pluridisciplinarios” (p. 41). Añade que, en lo personal, se inclina por el vocablo “cam- pesino o peasant”, porque el labrador griego no tenía como meta maximizar sus excedentes para venderlos, sino asegurar la subsis- tencia de su familia, al minimizar los riesgos provocados por las crisis agrarias.

2. EL TRABAJO AGRÍCOLA EN LA GRECIA ANTIGUA. En la primera sec- ción, Michel H. Jameson se propone delinear algunos regímenes agrícolas de varias partes del mundo griego junto con los sistemas socio-económicos concomitantes. Para ello, manifiesta que pondrá atención en prospecciones arqueológicas recientes que pueden pro- bar hipótesis basadas en estudios históricos y etnográficos. En se- gundo término, planea retomar el tema tan debatido de la natulareza del trabajo agrícola ateniense. Desde el inicio de su exposición ad- vierte que evita usar la palabra “campesino” (p. 45).

A modo de hilo conductor, Jameson se pregunta cuál era el patrón del asentamiento en el sistema espartano, y para encontrar la respuesta acude a las Helénicas de Jenofonte. Luego alude a Creta, pues reconoce que entre Esparta y dicha isla hay varias similitudes en lo concerniente al mundo rural. Con el fin de indagar sobre el régimen agrícola y los patrones de asentamiento, el investigador re- curre a la arqueología (p. 51). Posteriormente, realiza algunos co- mentarios sobre los indicios hallados en la llanura argiva, en Sición y Lócride, así como en el Quersoneso (pp. 51-53).

Más tarde, se pregunta quiénes eran estos trabajadores rurales. A propósito de esto dice:

Pueden encontrarse ejemplos de grandes propiedades de los acomoda- dos a lo largo del mundo griego, incluyendo el Ática, que pocos duda- rían en que estaban trabajadas por esclavos más que por trabajadores libres o dependientes o sólo con ayuda ocasional temporaria, pero esta- ba muy lejos de cubrir el trabajo que debía realizarse (p. 56).

Páginas adelante, señala que el territorio ático es relativamente amplio, su población rural y urbana en la antigüedad era vasta y su población servil y no-ciudadana era excepcionalmente grande. Es



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en este contexto donde el autor aclara que, desde su punto de vista, los logros de la democracia ateniense no se relacionaban con el imperialismo, el comercio y la esclavitud, sino con el poder que tenía el “campesino normal”, un pequeño granjero autosuficiente (p. 61).

Después, Jameson menciona la ambigüedad que entrañan voca- blos como oiketes y misthotoi (p. 62); también observa que a los griegos libres no les gustaba trabajar para otro y, para comprobarlo, remite a Las Avispas de Aristófanes, a Demóstenes, al Labrador de Menandro y a los Caracteres de Teofrasto. Otras fuentes antiguas usadas por el estudioso son: el Económico y la República de los atenienses de Jenofonte; Lisias, el Pluto y las Asambleístas de Aristófanes, la Política de Aristóteles y Dionisio de Halicarnaso.

Luego, admite que era una práctica bastante extendida el que los atenienses tuvieran esclavos; pero el mecanismo de posesión no es tan claro. Agrega que gracias a pasajes de comedias, a las aporta- ciones de los oradores, de Jenofonte y de las inscripciones de arren- damiento, resulta evidente que se intensificó la agricultura en el Áti- ca clásica (p. 65).

Tras analizar, con fundamento en datos históricos, cuál fue la extensión aproximada de las propiedades rurales, el autor concluye —entre otras cosas— que es factible que el granjero ateniense clási- co haya pertenecido a la clase hoplita, fuera dueño de un esclavo y viviera