“LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA MIRA DE LA EVOLUCIÓN TECNOLÓGICA”.

...

La convergencia de la que habla Jenkins, se refiere al cambio en la manera en la que las personas se relacionan con los media, y cómo se acompaña de otro cambio: un nuevo modo de participar (transmedia).

En la vida cotidiana la comunicación personal tiene lugar a través de la comunicación digital. Y las empresas mediáticas, tienen conocimiento pleno de ello. Por tal motivo, están teniendo un dominio del ritmo al que avanza el proceso comunicativo en todas sus manifestaciones; con fines lucrativos, principalmente. Un ejemplo de entre tantos, son las marcas de amor.

En buena medida, el motivo por el que invierten en esta industria sus principales actores, es la retribución económica pura, más que la de tipo cultural. Y no es que obtener ganancias monetarias no sea necesario, pero más necesario es conseguir un equilibrio entre el trabajo de los “viejos lobos” y la ciudadanía común. Porque la realidad exhorta a una representación que trascienda al entretenimiento, una con miras más profundas (no precisamente en un sentido de erudición), que sean incluyentes y objeto de identificación social, y de otredad. El contrapeso antes referido antes no tenía lugar debido a que el público era eso, simplemente. Un consumidor pasivo que se sentaba a deglutir el menú que le ofrecía quien sí tenía acceso al poder mediático.

Por suerte el panorama ha cambiado, y de un tiempo para acá se ha reducido el número de consumidores pasivos para dar paso a co-creadores de contenidos. Se ha afirmado en la sociedad una nueva forma de relacionarse con los medios que implica más de un sentido; que implica procesos cognitivos más diversos, y a la vez especializados, dependiendo de los temas a los que se avoque una persona o grupo para la difusión de sus propuestas. Ahora el menú es variado o, mejor aún, puedes crear el propio.

El panorama actual propicia que la ciudadanía esté cada vez más informada, por medio de la cultura popular, o mediante las corporaciones mediáticas. Aunque el reto ahora es que lo esté, pero con calidad, según su propia búsqueda y responsabilidad en la economía moral de la información. No es secreto que es la cultura popular la que ha adquirido un carácter educativo del público, porque es la musa que lo incita a participar en los procesos sociales de tipo mercadológico, de interacción social y de participación política. Estas actividades son las que principalmente se ven inmiscuidas en el cambio de contacto con los media, hacia la participación y aprendizaje: transmedia.

Ahora bien, ¿de qué forma opera la comunicación transmedia? Dar respuesta a tal cuestionamiento es importante para aterrizar puntualmente el fenómeno de la convergencia mediática.

Se trata de un proceso que consiste en dividir el contenido intencionalmente para acomodarlo a través de múltiples plataformas, soportes y canales; dicha distribución tiene como propósito que cada medio complemente una parte de la generalidad, de manera que la comprensión total de la información presentada es obtenida una vez que se ha realizado el recorrido de dichas plataformas, soportes y canales. Este proceso no está completo sino hasta que un usuario participa, cuando interactúa con las herramientas señaladas. Es él quien decide qué quiere ver, cómo navegar y hasta qué punto. Cabe mencionar, que las distintas plataformas, como Facebook, Twitter, por citar algunas, favorecen dicha interacción, y la creación y difusión de mensajes. En ese tenor, todas las narrativas transmedia son distintas, cada experiencia en este tema lo es puesto que los niveles de interés y de comprensión de los contenidos son diversos también.

Nos encontramos ante una dinámica que no sólo intenta generar una narrativa mediante el empleo de múltiples plataformas, sino que busca también que el usuario inicie una experiencia en la que él sea el actor principal, el que ejerza acciones que lo integren en la narrativa que le es presentada, pero que él habrá de conducir y modificar. En este tipo de comunicación, no hay cabida para la pasividad; el receptor se ve obligado a interactuar, a reserva de que esté impedido físicamente, o que sencillamente no esté interesado en participar.

Y a propósito de participación, es necesario hacer hincapié en el asunto de la brecha que en torno a esta existe; y recordar que no todas las personas tienen un total acceso a la información, o al menos a la de tipo digital; pues no todo está mediado por la tecnología, es decir, no todas las personas están encaminadas a ser usuarias participativas.

- Bibliografía:

*Jenkins, H. (2008) Cultura de la convergencia. Barcelona. Paidós.

*Mattelart, A. (2002) Historia de la sociedad de la información. Barcelona. Paidós.