“Señor Transfórmame”
Enviado por Rebecca • 25 de Abril de 2018 • 12.200 Palabras (49 Páginas) • 314 Visitas
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2. El psicópata espiritual. En otras ocasiones, el individualismo no es sino la consecuencia de una falta evidente de empatía por nuestros compañeros a la hora de compartir el mensaje de salvación. En otras palabras, preferimos trabajar solos que mal (o bien) acompañados. Cuando Abimélec, hijo de Gedeón, decidió gobernar en solitario, lo hizo pasando, literalmente, por encima de los cadáveres de sus setenta hermanos. Su razonamiento fue tan nefasto como abrumador: antes que buscar un gobierno asentado en el consejo de una pluralidad, prefirió ejercer una tiranía en solitario (Jueces 9: 1, 2, 5). Finalmente, su grave error generaría la pérdida de la protección divina (vers. 22, 23) y también una muerte prematura y violenta (vers. 50-54).
3. El vanidoso hipócrita. El deseo de llamar la atención es parte inherente del pecador, aun cuando sus actos son, a priori, inocentes y semejantes a los de los demás. En la Biblia tenemos el ejemplo de Ananías y Safira (Hechos 5: 1-10), que recibieron un castigo inmediato del Señor al entregar solo parte del dinero prometido al resto de la congregación, tal como explica Elena White: «Notaron, sin embargo, que aquellos que se despojaban de sus posesiones han de suplir las necesidades de sus hermanos más pobres, eran tenidos en alta estima entre los creyentes y […] decidieron deliberadamente vender la propiedad, y pretender dar todo el producto al fondo general, cuando en realidad se guardarían una buena parte para sí mismos»(1).
Este tipo de actitudes merman la confianza de los miembros de la iglesia deviniendo en apatía, abandono, conflictos internos a causa del liderazgo o confusión moral. Estos ejemplos son comunes en el antiguo Israel, víctima durante siglos de la decadencia moral de reyes que deseaban ser venerados como dioses y que no involucraban al pueblo en el proceso de la adoración verdadera.
Todo en común.
Una iglesia solo funciona como es debido cuando todos estamos involucrados. En muchas ocasiones, en un ejercicio de imaginación, pienso en un cristianismo en el que todas las cosas eran puestas en común (Hechos 4: 32). Cuando somos capaces de disponer de nuestros bienes materiales a favor de la comunidad de manera desinteresada, es posible que nos quede muy poco para alcanzar el reino de Dios. A través de la colaboración de todos los creyentes, la iglesia de Cristo fue creciendo hasta amenazar al imperio más poderoso que ha existido en el mundo.
El Antiguo Testamento también abunda en ejemplos a través de los que descubrimos el gran poder que tiene la participación de los creyentes en la creación de una comunidad religiosa cercana a Dios. Tres ejemplos relevantes:
1.- Éxodo 35: 4-35. Cuando Moisés pidió ayuda a los israelitas sabía que no podría construir el santuario sin la colaboración del pueblo. La sorpresa llegó al darse cuenta de que no solo habían entregado todo lo que tenían, sino que, en un momento determinado, su generosidad superó todas las previsiones. Cuando decidiste seguir a Cristo, ¿estabas dispuesto a dar lo mejor de ti para marcar la diferencia entre la vida de pecado que deseabas abandonar y la nueva vida junto al pueblo de Dios?
2.- 1Crónicas 29: 1-20. En la madurez espiritual de su pueblo, David fue consciente de que era necesario un esfuerzo extraordinario para llegar a construir el templo en un futuro no muy lejano. Nuevamente, Israel se mostró dadivoso hasta la desmesura, pero el rey, contra todo pronóstico, no alabó al pueblo por sus ofrendas, sino que destacó la propiedad de Dios sobre esos bienes. Cuando tu relación con Dios se ha asentado, ¿continúas devolviéndole todo lo que le corresponde y le agradeces por la posibilidad que tienes de hacerlo?
3.- Esdras 3: 6-7. Tras el restablecimiento de Israel, los judíos deseaban volver a adorar como al principio, pero habían perdido su templo y, prácticamente, sus costumbres. Fueron momentos de gran temor en los que era preciso reconstruir y sanar, algo que solo podía llevarse a cabo con la colaboración de los que regresaban del cautiverio. En aquella ocasión, el pueblo de Dios, arrepentido, volvió a dar muestra de su disposición para el compromiso y la ofrenda. Cuando has fallado al Señor pero regresas a su lado, ¿continúas colaborando en tu comunidad olvidando las desventuras del pasado, mirando al futuro con esperanza?
Tres momentos clave en la vida de Israel. Tres momentos clave en nuestras vidas. Todos nacemos en Cristo, crecemos en él y, al caer, nos levantamos de nuevo gracias a su ayuda. Cabe plantearse si en alguno de esos momentos hemos dejado de pensar que nuestra colaboración es imprescindible para que la comunidad, nuestra familia en el Señor, siga creciendo y enriqueciéndose con todo aquello que podemos aportar. Hace años, cuando nuestro coche se estropeó, un reducido grupo de personas nos ayudó a resolver un problema que mi hermano y yo no habríamos podido solucionar solos con tanta rapidez. Hoy nuestra iglesia requiere la participación de un mayor grupo de personas para poder crecer y ser relevante en un mundo que vive en la oscuridad. Tú eres parte importante de esa comunidad y estás llamado a desarrollarte en ella.
A veces es fácil dejarnos llevar por el espíritu de competencia que fomenta la sociedad actual, que nos llama a invertir solo en nosotros mismos, al margen de los demás; a brillar fugazmente como un cometa a costa de nuestra propia extinción. Pero junto a Dios y en colaboración con nuestros compañeros, brillamos eternamente. No somos seres espirituales solitarios incapaces de alimentar a otros, sino que vivimos respaldados por toda una comunidad que nos acompaña y nos complementa. No olvidemos que, siendo parte integrante del pueblo al que pertenecemos, estamos llamados a la eternidad, una eternidad de la que todos formamos parte.
(1) Elena White, Los Hechos de los Apóstoles, págs. 59-60.
TEMA 2
La Conexión Segura
En Aquella Pregunta…
«Uno de ellos». Así nos presenta Mateo al personaje que se acercó a Jesús con una de las preguntas más importantes de los Evangelios. Un experto en la ley que sabe lo que quiere: escucha a los saduceos formular su pregunta y permanece atento a la respuesta de Jesús. Coincide con él y da el paso porque cree haber encontrado la clave para hacerle caer: «¿Cuál es el mandamiento más importante de la ley?» (Mateo 22: 36).
¿Alguna vez te has planteado algo semejante? Después de todo, es necesario que el ser humano se cuestione la esencia de la experiencia cristiana. Es alentador
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