Segundo Parcial Sociedad, Estado y Universidad. Tema 1
Enviado por Jerry • 6 de Marzo de 2018 • 1.968 Palabras (8 Páginas) • 514 Visitas
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- La privatización neoconservadora: en la actualidad, la corriente hegemónica es la que desarrolla una política coherente con la reorganización monetarista de las sociedades latinoamericanas. Las tendencias que buscaron expandir el papel del estado en la cultura estuvieron asociadas a regímenes nacionalistas o desarrollistas que impulsaron cierto crecimiento autónomo y redistribución de la riqueza.
Durante la década de los sesenta, fue la última etapa de fortalecimiento de la acción cultural del Estado. América Latina alcanzo un desarrollo más sostenido y diversificado, crecieron la producción y el mercado interno, además se amplió el consumo a nuevas capas sociales. Esa incorporación de sectores excluidos también se manifestó en el campo cultural.
A mediados de los setenta la crisis económica internacional y las dificultades internas de los gobiernos democráticos fueron ahogando las expectativas desarrollistas y socializantes. Para enfrentar la crisis, las corrientes neoconservadoras reorganizaron el modelo de acumulación, eliminando así las áreas ineficientes del capital y buscando una recuperación de la tasa de ganancia mediante la concentración monopólica de la producción y su adecuación al capital financiero transnacional. Simultáneamente restringieron el gasto público en servicios sociales, entre ellos, el financiamiento de programas educativos y culturales, y las inversiones para investigación científica, sobre todo en los casos en los que los resultados no eran inmediatamente utilizables para el desarrollo tecnológico en las áreas priorizadas por la política monetarista.
El objetivo clave de la doctrina neoconservadora en la cultura es fundar nuevas relaciones ideológicas entre las clases y un nuevo consenso que ocupe el espacio semivacío que ha provocado la crisis de los proyectos de los años sesenta y setenta. Para lograr este objetivo, los principales recursos son transferir a las empresas privadas la iniciativa cultural, disminuyendo así la del Estado y controlando los sectores populares.
Los Estados autoritarios son quienes aplican más enérgicamente la propuesta monetarista de reducir el apoyo estatal a la promoción pública de la cultura en beneficio de la apropiación privada. Desinteresados del consenso masivo, y habiendo suspendido la actividad política, dejan que la iniciativa privada sustituya al estado, en la restructuración de la identidad cotidiana, de los sistemas de reconocimiento, prestigio y diferenciación simbólica entre las clases.
Otra de las consecuencias de los regímenes autoritarios, es la supresión de la autonomía del campo simbólico. De esta forma, las instituciones nacionales pierden la posibilidad de retomar críticamente las tradiciones culturales propias y de representar las demandas sociales, consiguiendo así despolitizar el campo cultural, haciendo que ceda su espacio a la reorganización empresarial.
- La democratización cultural: este paradigma concibe la política cultural como un programa de distribución y popularización del arte, el conocimiento científico y de aquellas formas de alta cultura. Su teoría es que una mejor difusión corregiría las desigualdades en el acceso a bienes simbólicos. Sin embargo, el éxito de este paradigma ha sido más retorico que practico hasta el momento. En varios discursos de gobernantes, organismos nacionales e internacionales, se ha declarado que el derecho a la cultura debe ser respetado como uno de los derechos del hombre, desarrollando programas de vasta difusión, facilitando así el acceso a las instituciones educativas y artísticas. Se sugiere descentralizar los servicios culturales, emplear los medios de comunicación masiva para difundir el arte y usar recursos didácticos y de animación a fin de interesar a nuevos públicos.
Existe un debate acerca de este paradigma, se le realizan al mismo dos críticas, la primera afirma que la democratización implica una definición elitista del patrimonio simbólico, su valoración unilateral por el estado o los sectores hegemónicos y la imposición paternalista al resto de la población. La segunda, por otro lado, dice que la distribución cultural ataca los efectos de la desigualdad entre las clases, pero no cambia radicalmente las formas de producción y consumo de bienes simbólicos. Lo confirma el hecho de que, aun en las ciudades con mayor número de público en los eventos culturales, esas cifras siguen representando a una minoría procedente de los sectores medios y altos, con educación superior.
- La democracia participativa: esta defiende la coexistencia de múltiples culturas en una misma sociedad, propicia su desarrollo autónomo y relaciones igualitarias de participación de cada individuo en cada cultura y de cada cultura respecto de las demás. Debido a que no hay una sola cultura legitima, la política cultural no debe dedicarse a difundir solo la hegemónica sino a promover el desarrollo de todas las que sean representativas de los grupos componentes de la sociedad. Además, este paradigma también se ocupa de la acción cultural con un sentido continuo y no reduce la cultura simplemente a algo estético, sino que busca estimular la acción colectiva a través de una participación organizada, auto gestionada, reuniendo las iniciativas más diversas. Procura mejorar las condiciones sociales para desenvolver la creatividad colectiva, además de intentar transmitir conocimientos y desarrollo de la sensibilidad.
Uno de los signos fuertes de la renovación en la escena política es el crecimiento de la democracia sociocultural, es decir del proyecto de movimientos y grupos alternativos. Esto se debe a que estos movimientos han logrado socializar la ideología democrática entre las clases populares. También consiguieron cierto reconocimiento general de la sociedad y de los partidos a los derechos de estas clases a tener relaciones democráticas e iniciativas políticas en áreas de las que siempre fueron excluidos.
UNA
ESTADO, SOCIEDAD Y UNIVERSIDAD
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