La edad media es el periodo de apogeo si se quiere decir así de la tortura

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En sí, la tortura siempre se mantuvo presente en este tiempo como el elemento gracias al cual las autoridades, sea un juez o un tribunal de justicia lograba sacar esa confesión tan preciada, la que al final significaba la inocencia o culpabilidad del imputado. La tortura en todo momento se mantuvo como un elemento importante dentro del proceso penal de la época.

En libros como Tubinga de 1100 se expresa claramente este fenómeno.

Los hombres que viven honestamente, que no pueden ser corrompidos por el favor o el dinero, pueden ser aceptados como testigos sobre la base de su juramento solamente. Los más viles de los hombres, los fáciles de corromper, no pueden ser aceptados por su juramento solamente, sino que deben ser sometidos a torturas, esto es, al juicio del fuego o el agua hirviendo…

Un esclavo no debe ser aceptado como testigo, sino que debe ser sometido a prisión o a tormentos, para que la verdad salga a la luz, al igual que los ladrones, salteadores y otros de la peor clase de malhechores.

En esta cita del texto, se puede apreciar claramente en como en la sociedad de la época se apelaba a la tortura como el método para que la verdad salga a la luz, quizás no con un criterio correcto, pero fue el método escogido para que las personas malas, viles confesaran el crimen.

En este periodo se ve a la tortura de una forma muy distinta a como se le ve en este momento, quizás ahora lo podemos ver como un método utilizado sólo en dictaduras, en guerras con el solo objetivo de conseguir información acerca de un enemigo o algo relacionado con eso, pero resulta que, en esta época, en la edad media se vio algo totalmente distinto, periodos en donde la tortura se ve como el medio para poder conseguir un fin definido, “la confesión”. En estos tiempos podemos observar los primeros tratados para permitir legalmente el uso de la tortura con el fin de propiciar una información que pueda ser de utilidad.

Tratado “Liber iuris civilis” de la comuna de Verona, en 1228 se dio poder al “juez” si se le puede llamar así, de la ciudad para que buscara pruebas en casos dudosos, ya sea mediante el juicio de Dios o mediante la utilización de la tortura en sus distintos métodos.