Política cultural y Problemáticas del arte cubanos durante el decenio de mil novecientos sesenta
Enviado por tomas • 12 de Junio de 2018 • 5.054 Palabras (21 Páginas) • 424 Visitas
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En lo que compete a estas últimas se destacan, por el especial provecho que reportan a la investigación: los ensayos, artículos y reseñas albergados en Ensayos de estética y teoría literaria de José Antonio Portuondo, que recogen lo más significativo de un reiterado empeño por plantearse problemas fundamentales de la estética, a la luz del marxismo-leninismo, en las circunstancias específicas de Cuba en plena faena de la edificación socialista; Memoria de las Artes Visuales Cubanas del siglo XX de José Veigas,Cristina Vives y Dannys Montes de Oca, da testimonio de las más importantes exposiciones realizadas durante todo el siglo veinte hasta 1998,acaudalando la mayor cantidad de información sobre estas; Experiencia de la Crítica de Graziella Pogolotti permite apreciar tendencias, generaciones y personalidades creadoras significativas y hallar profundas reflexiones sobre el ejercicio del criterio además de valorar la contribución de la autora a la crítica de arte en Cuba.
Mientras que, en términos de fuentes documentales primarias, sobresale el beneficio que tributan los respectivos catálogos de cada una de las exposiciones realizadas en el periodo que es objeto de investigación, no solo por la abundante información gráfica que los mismos aportan, sino por el valor de algunos de los textos críticos consignados en sus páginas.
Por lo demás, el amplio registro de voces críticas que circuló en soportes tan diversos como las revistas Bohemia, Artecubano, Temas, Revolución y Cultura, La Gaceta de Cuba, -entre otras-,contribuyeron, por su parte, con esa saludable diversidad de perspectivas que da cabida a toda suerte de juicios valorativos, desde el más apasionado desacuerdo hasta la más sosegada reflexión.
Para el desarrollo eficaz de la investigación, se han requerido como métodos científicos generales: el histórico-lógico, el analítico-sintético, la inducción-deducción. El método histórico-lógico ha permitido revisar el discursar de la actividad crítico–artística en el periodo que es objeto de estudio, desde la riqueza y complejidad de su lógica interna, situándola la vez, en las coordenadas temporales -y contextuales- de su devenir; siendo este método la única vía para desarrollar un análisis del momento histórico al cual se hace referencia y penetrar en sus más esenciales contradicciones, evitando caer en el abismo de ligeras conclusiones. Los procedimientos de inducción y deducción y análisis y síntesis han posibilitado encauzar el estudio propuesto en favor de rebasar la (necesaria) descripción del fenómeno, para arribar a determinadas valoraciones propias de orden cualitativo; esto último se refiere no solo a los sucesivos discursos críticos sino a la producción artística a la que ellos se refieren. De esta suerte, la observación de las obras ha constituido un presupuesto metodológico de especial validez en los derroteros de una investigación de carácter histórico artístico. La crítica y revisión bibliográfica, ha contribuido al análisis de las fuentes bibliográficas con un enfoque crítico, acreditando su veracidad y objetividad, en aras de lograr su empleo provechoso en la presente investigación.
En consecuencia, las técnicas empleadas han sido el fichaje bibliográfico (asumiendo como fuente bibliográfica todo tipo de material documental impreso o en soporte digital) y la entrevista, esta última para la explotación de las fuentes orales, sin duda de particular provecho en el análisis de un fenómeno cuyos principales sujetos protagónicos han podido aportar un testimonio vívido de particular inmediatez temporal.
La investigación, en su estructura, se ha considerado que conste de dos capítulos: el primero dedicado al análisis de la política cultural y de la creación artística del decenio de mil novecientos sesenta para poder entender la posición que adopta la crítica frente a las problemáticas del arte como forma de la conciencia social. Ahondándose en dicha posición en el segundo capítulo, que adopta como basamento el estudio de los principales textos críticos de figuras representativas de esta actividad en el periodo.
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Capítulo1: Política cultural y Problemáticas del arte cubanos durante el decenio de mil novecientos sesenta.
El siglo XIX cubano posee un movimiento literario notable y una oligarquía criolla que produce críticos en esa rama. No sucede lo mismo en las artes plásticas, “(…)Julián del Casal nos deja simples reseñas, y Martí aunque pensando siempre en Cuba, vive fuera de ella, y escribe para un público mas vasto(…)”[1], nos dice Graziella Pogolotti. En este siglo el interés de la oligarquía criolla coincide, en la lucha contra España, con el interés general del país, y se produjo un importante movimiento crítico. El siglo cierra con la presencia en la crítica de dos figuras de la talla de José Martí y Enrique Piñeyro.
En lo que se refiere a la etapa republicana, es en los años inmediatamente anteriores a mil novecientos cincuenta y nueve que comienza a manifestarse en una pequeña capa de la burguesía, concentrada principalmente en La Habana, el interés por las artes plásticas; esta etapa no llega a ofrecer una tradición equivalente al siglo XIX, producto del sistemático proceso de negación de nuestros valores: entregada al imperialismo, nuestra burguesía se limitó a recibir los productos que venían ya preparados del extranjero. Los artistas continuaron solos su heroico esfuerzo creador y los contados críticos no dispusieron de los indispensables medios de divulgación. El movimiento intelectual apresado entre las amplias capas populares sin posible acceso a la educación y una burguesía con los ojos fijos en el extranjero.
Sin embargo, Retamar define tres generaciones visibles, en el ámbito intelectual, en nuestro país, en su escrito Hacia una intelectualidad revolucionaria, de mil novecientos sesenta y seis. La primera es la “generación vanguardista”, que surge alrededor de mil novecientos veinticinco, “(…) que están hoy o muertos (Martínez Villena, Mañach, Ballagas, Roldan, Caturla, De la Torriente, Enríquez, Abela) o exiliados (unos pocos importantes, como Novas Calvo, Montenegro, Lydia Cabrera) o consagrados (Carpentier, Guillen, Dulce María Loynaz, Florit, Labrador, Ruiz, Lam, Amelia Peláez)”[2]. En cualquier caso, su participación activa en la vida cubana de los años 60, salvo excepciones, es escasa; entre esas excepciones, además de varios de los últimos, cabe destacar a Juan Marinillo y Raúl Roa. La segunda es la “generación de entreguerras”, “(…) que madura entre la fracasada
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