RELATORIA ACERCA DE LA DOCTRINA DE LA IDEA

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Siendo la idea la universalidad, el concepto es un fragmento del universal y en base a la reflexión convierte a la exterioridad en universalidad es decir, pone su objetividad como igualdad consigo misma.

Finalmente, la forma inmediata de la idea es la individualidad y mediante la reflexión en si misma se supera esta forma aparente y se configura en su universalidad. En su fase inicial, la idea representa un conocimiento limitado en el que lo bueno y verdadero se diferencian entre si y existen como un fin, así mismo la realidad del concepto, es el resultado de una construcción objetiva abstracta que se transforma en una objetividad perfecta, gracias al proceso de intelección consciente de la idea en base al cual se constituye en su universalidad es decir, en la unidad entre concepto y realidad; concepto subjetivo y objetividad.

La idea es vida, puesto que debe considerarse como el proceso vital inherente a esta a partir del cual la objetividad y subjetividad se enfrentan en un constante proceso de negatividad absoluta. En la medida en que en que la objetividad y subjetividad se niegan, se transita de la inmediatez a lo mediado, de la individualización a la universalidad. De esta transición resulta el retorno del concepto hacia su esencia.

La idea de la vida también experimenta un proceso de formación de la conciencia que garantiza el paso de la inmediatez a lo mediado, del individuo viviente al proceso vital. Inicialmente, esta fase de inmediatez se expresa en el estado natural en el que se presenta una objetividad producto del sujeto, por ende no abarca las determinaciones propias al objeto ni la totalidad del mismo y su relación con las partes. Esta, la objetividad de lo viviente, es el medio y el instrumento del fin es decir, la objetividad es la expresión inmediata del fin subjetivo. De esta manera, la individualidad viviente esta limitada a si misma, debido a la relación inmediata entre el fin y la objetividad en la que dicha objetividad se convierte en un medio en el que el fin es igual a si mismo. Esta configuración de la objetividad como medio e instrumento consagra la unidad negativa del concepto en si mismo, concepto que es la expresión del fin que lo produjo por ende, es la expresión de su exterioridad.

En esta fase, lo viviente se considera como algo muerto, al asumir el concepto como algo determinado, por ende las determinaciones que le corresponden al concepto se configuran en la inmediación siendo, la relación con el exterior reproducción e identidad individual consigo misma.

El paso del individuo viviente al proceso vital esta mediado por la reflexión de la conciencia sobre si misma gracias a lo cual se pone en tensión la presuposición originaria del individuo viviente y este se forma como sujeto en si y por si frente al mundo objetivo. El proceso vital inicia con la necesidad, la cual se gesta en el momento en que el viviente se determina y se niega por ende, se refiere a una objetividad indiferente de sí.

Siendo el dolor inherente a la naturaleza viviente es el origen de la necesidad y el impulso, elementos que garantizan la identidad del individuo, entendida como la certeza subjetiva de sí mismo, según la cual el viviente se refiere a un mundo externo. De esta manera, el proceso vital es el impulso a poner por si e igual a si, el mundo que es su otro, eliminarlo y objetivarse en él.

El paso del individuo viviente al proceso vital expresa que, inicialmente, el mundo objetivo está en frente del individuo como una exterioridad a la cual es indiferente por lo que el mundo objetivo afecta al individuo de manera mecánica y por su parte, el sujeto se refiere al mundo objetivo pero no lo afecta ni interviene en este. El paso al proceso vital implica la transformación del mundo objetivo como exterior al sujeto a la interioridad de la objetividad en el sujeto, lo que genera que el sujeto se apodere del objeto y lo prive de su constitución particular, la que se expresaba en la división entre la vida individualidad y la objetividad exterior a esta. Finalmente, mediante el proceso vital, la idea se ha configurado como vida real y universal, como género.

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