El 11 de octubre de 2012
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Uno de los personajes más decisivos en el desarrollo del Vaticano II fue -a juicio de José Morales- monseñor Felici, secretario del Concilio. De él afirma: “Dotado de gran elocuencia latina y buen humor, Felici poseía hondo sentido romano de las instituciones de la Iglesia y de su esencial continuidad. Le distinguía un pronunciado instinto de lealtad y obediencia al Sumo Pontífice, así como una viva conciencia de servicio a sus deseos y directrices” (pág.60).
Las cuatro sesiones del Concilio
La primera sesión, inaugurada el 11 de octubre de 1962 debatió sobre la Liturgia, los medios de comunicación y también se empezó a tratar el tema de la Iglesia y el mundo actual, pero no se aprobó ningún texto.
El discurso de apertura de la segunda sesión, en el otoño siguiente, fue el primer discurso de Pablo VI al Concilio y en él esbozó lo que pensaba que eran “las tres tareas más importantes de la Iglesia en aquellos momentos: tomar conciencia de sí misma, renovarse, y entrar en diálogo con el mundo” (pág.101). Tras este período aparecieron los primeros textos conciliares aprobados: el Decreto sobre los Medios de Comunicación Social y la ConstituciónSacrosanctum Concilium, sobre la Liturgia.
La tercera sesión fue, en palabras de José Morales, “la más decisiva y fecunda del concilio, por la altura de las discusiones, la responsabilidad eclesial de los Padres, y la viveza y libertad de los debates” (pág.123). No fue un período fácil, sobre todo la última semana, en noviembre de 1964, en la que se debatía el tema del ecumenismo, la libertad religiosa y la concesión a la Virgen María del título de Madre de la Iglesia.
Finalmente se promulgaron la Lumen Gentium, el Decreto de las Iglesias Orientales y el Decreto sobre el Ecumenismo.
El asunto sobre la libertad religiosa fue aprobado en la cuarta sesión, y en el discurso de clausura del Concilio, Pablo VI mencionó especialmente la importancia de la Declaración Dignitatis Humanae (la declaración que versaba sobre este tema) a la que calificaba como “uno de los textos mayores” del Vaticano II (cfr.pág.166).
En este período también se aprobó la Constitución Gaudium et Spes, texto que llevaba debatiéndose desde la primera sesión y que ocasionó varias discusiones sobre todo en las cuestiones sobre la guerra y la regulación de los nacimientos.
Otra Constitución aprobada fue la Dei Verbum, sobre la Divina Revelación, que también había sido debatida en las cuatro sesiones del Concilio.
La ceremonia de clausura del Concilio Vaticano II tuvo lugar el 8 de diciembre de 1965. En ella, el Papa entregó a Felici el Breve papal, que clausuraba el Concilio formalmente, este documento afirmaba: “El Concilio Vaticano II, (…) debe contarse indudablemente entre los más grandiosos eventos de la historia de la iglesia. (…) Decidimos además que todo lo que ha sido establecido en el Concilio debe ser religiosamente observado por todos los fieles, para gloria de Dios y dignidad de la Iglesia y para tranquilidad y la paz de los hombres” (págs.172-173).
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Breve historia del Concilio Vaticano II ayuda a entender este gran acontecimiento de la historia de la Iglesia, desde cómo se prepararon las sesiones y todos los trabajos preconciliares, hasta cuáles fueron los temas más importantes que se trataron, lo cual nos sirve para comprender mejor la situación actual de la Iglesia y supone una invitación apetecible a profundizar en el mensaje del Concilio y hacerlo nuestro.
Especialmente interesantes, por la actualidad de la temática, son el capítulo 15, dedicado a la relación entre el Concilio y la prensa; el capítulo 17, sobre la libertad religiosa; y el número 18, sobre el celibato sacerdotal. Sobre la libertad religiosa, el autor del libro menciona la intervención de Mons. Carlo Colombo, consejero teológico de Pablo VI, en 1964, en la que hizo hincapié en tres puntos en los que se fundamentaba dicha libertad: “1. Conseguir la verdad es para el hombre un derecho y un deber; 2. El hombre tiene la obligación y el derecho de seguir su conciencia, aunque esta se encuentre en el error; 3. El acto religioso supone la más alta expresión de la libertad humana” (pág.162).
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