Literatura.La niña de plástico.

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Aquellas botellas de los demás niños, tenían un cristal que les permitía verlo todo. Ella solo escuchaba con fascinación las voces excitadas de los otros, anhelaba algo que jamás podría tener.

No era tan fácil como tomar una pluma y escribir su nombre en alguna de las botellas, tampoco estaba permitido colarse en la botella de alguien más, era mal visto y desagradable que dos pares de ojos vieran a través del mismo cristal. Por eso, la desesperanza era su mejor amiga.

No estaba precisamente cansada, sino que la vida pasaba entre sus dedos y solo podía sentir la brisa golpeándola y gritándole que ya estaba creciendo. Prefería ignorarla, ella no entendía lo que se sentía vivir en Ningún Lugar donde solo la nada te pertenece.

“Al diablo. “, pensó.

La niña de plástico decidió mandarlo todo a volar con la brisa, no le importaban las botellas o que la nada fuese lo único en sus bolsillos. Decidió rellenar sus costillas con trozos de nubes para sentirse completa, aquellas nubes que una vez fueron egoístas y que en realidad jamás la ayudaron a sentirse mejor o peor, incluso construyó su propia botella, sólo que en esta no se podía ver de afuera hacia adentro.

No dejó a nadie entrar, no dejó a nadie colarse entre sus huesos, adornó Ningún Lugar con lágrimas sobre su tejado como cristales y hasta que sus ojos dejaron de sangrar fue cuando se dio cuenta de que no necesitaba nada de eso. Por fin podía ver, no como los otros pero sus ojos ya no eran inservibles.

Su existencia seguía siendo irrelevante, pero ahora podía decidir y actuar. Caminar por las calles y ver que realmente estaban sucias, que aunque su alma nació podrida fue capaz de esconderla y llevarse la inocencia de sus ojos con ella.

La niña de plástico no necesitó ver para dejar de estar ciega, era tonta y ella era consciente de ello. Pero su consuelo era que ahora había mandado todo "al diablo". “Que el diablo se haga cargo de mis problemas”, pensó. “Porque no le pertenezco ni al paraíso o al infierno. “ Viviría el resto de sus días en Ningún Lugar, ignorando lo que importa realmente y caminando sin ver sus propios pies pero sí los demás.

La niña de plástico siguió siendo ella, nunca se preguntaba si existiría un alma poderosa porque en sus adentros sabía que aquella alma jamás llegaría, porque era invisible para todo lo demás, incluso para el cielo y sus nubes a quienes jamás les volvió a dirigir la palabra.

¿Acaso la niña de plástico existió alguna vez?