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PRIMERO ESTABA EL MAR

Enviado por   •  7 de Febrero de 2018  •  2.672 Palabras (11 Páginas)  •  291 Visitas

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Otra demostración del vínculo sagrado y cierto que tienen los mitos en el pueblo Kogi en sus actividades cotidianas se puede apreciar en la manipulación, uso y significado de la planta de coca: siguiendo el mito, hubo un tiempo en que la planta no existía, razón por la que Bunkueiji, bajó del cielo convertida en venado para poder llevar hojas de coca a su padre Sintana. Fue ella, la mujer, quien se dirigió al lugar donde el Mama Ili tenía su plantío y de donde tomó las hojas secándolas con sus cuernos. El hallazgo de hojas quemadas en el suelo hizo sospechar a Mama Ili de la presencia de calor ajeno (podría haber alguna pareja haciendo el amor en su sembrado) y se escondió para descubrir la verdad. Así fue como sorprendió a Bunkueiji y la tomó para sí haciéndola su mujer. Palabras más palabras menos el mito determina que en la vida Kogi sean las mujeres quienes tomen las hojas de coca verde de la planta y no los hombres. E igualmente sean ellos quienes las tuesten y no ellas, asunto determinante en la sacralidad de la vida y en la definición de la jerarquía de roles sagrados de sus miembros.

Pero no es sólo quiénes tomen las hojas de la planta y quiénes las tuesten lo que el mito interviene en la cotidianidad Kogi. Todo el tejido social del pueblo está permeado de esta certeza espiritual, tal como lo dice el profesor Fabio Gómez Cardona en su libro El jaguar en la literatura Kogi haciendo referencia a la obtención de la coca por parte de la gente Kogi y a la trascendencia cultural y mística que tiene:

[La coca] está presente en los momentos cruciales de la vida de los individuos, en la iniciación de los adolescentes varones, en las normas de cortesía, en la vida religiosa del grupo, en los rituales de la muerte y en las concepciones sobre el más allá; puesto que la coca es mujer, es alimento de los hombres y de los dioses, y es el alimento espiritual que posibilita la pervivencia de las tradiciones narrativas míticas y etnohistóricas en la memoria de los Mamas y de los ancianos, es la que permite al hombre Kogi soportar largas horas en vela y periodos prolongados de ayuno, meditando, soportando la carga del mundo, poniendo todo “de acuerdo” –yuluka-, para conservar el equilibrio y la estabilidad del universo.[1]

Lo anterior no solo evidencia la importancia sociocultural espiritual que la planta de coca tiene sino la “práctica del mito” o la proximidad que el relato mitológico tiene con el acontecer diario de la comunidad.

Podría decirse entonces, que dentro del pensamiento Kogi, como para todos los pueblos portadores del saber (entendiéndose saber como la capacidad de comprender la totalidad y como resultado de esta, el respeto por todo y por todos), no hay ningún aspecto del orden universal que no tenga una explicación, que no sea habitado por una razón lógica y que no haga parte de la realidad de la vida práctica. La vida se somete al mito tanto como el Mito es la explicación misma de la vida. Esta sentencia nos puede conducir a comprender el por qué de la decadencia de la humanidad, acelerada al máximo en los últimos cincuenta años, no sólo en el aspecto medio ambiental sino en lo social, lo económico, lo político y lo espiritual: las culturas hegemónicas detentadoras del poder de la fuerza de la destrucción, de la razón científica y de la capacidad económica, separaron lo que alguna vez tuvieron como saber ancestral del acontecer de lo físico real de la vida. La consecuencia no podía ser otra.

EL MITO KOGI

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Como ya está varias veces dicho, todos los mitos del mundo Kogi están estrechamente ligados con la totalidad de la vida, con sus hechos particulares, con el origen de las cosas y del hombre mismo; esta suma de certezas se convierte en uno de los pilares para una existencia armoniosa y sabia que les permite anunciarse, modesta pero objetivamente, como defensores de la tierra y responsables de lo que pueda sucederle, compromiso, entre otras cosas, proclamado y asumido por ellos mismos desde el autoconocimiento que desarrollaron desde tiempos antiguos, cosa muy difícil de lograr para la mayoría de las culturas del mundo y absolutamente imposible para la actual “civilización occidental”, emblema de la individualidad.

Pero esta armonía Kogi no brota de la nada como regalo de los Dioses. Todo tiene un valor y un lugar específico y nada ocurre por capricho, ni natural ni forzado. El pueblo Kogi tiene dos linajes originales, polarizados y complementarios: Tuxe, masculino, jaguar, búho, zorro, y Dake, femenino, venado, culebra, zarigüeya. Estos dos conceptos son fuente de armonía cuando se unen de manera complementaria en relaciones como la de las parejas, por ejemplo. Habrá armonía familiar y, por consiguiente, social si un hombre del linaje del jaguar se une a una mujer del linaje del venado.

En el principio el Gran Huevo del Universo brotó de las Aguas Madre Gaulchovang y desde entonces es sostenido por sus cuatro hijos Sintana, Búnkua-sé, Duginavi y Kashindúkua. Sintana es el primer hombre de la creación es quien ha organizado el cosmos ubicando los astros en su lugar y organizando las tierras de cultivo en el mundo de los hombres. Búnkua-se es el responsable de la justicia; dio origen al sol, prohibió el incesto y dicta las pautas para la conducta adecuada de los Mamas y del pueblo en general. Duginavi es el amo del fuego, el responsable de lo agrícola, el promotor de la fertilidad, el conquistador de las aguas y el diseñador de las máscaras sagradas que permiten la comunicación entre mundos. Kashindúkua es el padre jaguar, tutelar de la gente, pionero del conocimiento chamánico y transmisor de la información sobre la enfermedad y la muerte.

Pero también otras deidades participan activamente de la vida Kogi, descendientes o cercanas de los cuatro hijos primeros de la madre Gaulchovang: Haba Nabobá, la madre de las lagunas, las serpientes y la sexualidad. Bunkueiji, la hija de Sintana, que trajo la planta de coca a la gente y la fruta de Kandjí. Nyíueldue, quien dio origen a los alimentos a partir del cuerpo de la mujer. Teyuna, quien distribuyó la coca entra la humanidad. Hirvuixa, hijo también de Sintana, hermano de Bunkueiji, portador del fuego quien se transformó en murciélago uniendo el mundo de arriba con el de abajo y significó el símbolo de la menstruación y la transformación de la niña en mujer.

Más allá de la presencia de las deidades, de su legado y su intervención en el origen y el destino Kogi, subyacen en este aspecto espiritual dos ideas fundamentales que, podría decirse, son el sustento de la armonía, objetivo y razón de la existencia: Aluna y Yuluka. La primera

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