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Acoso escolar, también conocido como bullying

Enviado por   •  21 de Abril de 2018  •  2.846 Palabras (12 Páginas)  •  514 Visitas

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con las que contamos todas las personas, entre ellos se encuentra la imagen de la familia “tipo” moderna, formada por un padre varón y una madre mujer, siendo aquel el encargado del sustento económico y dejando para ésta las labores domésticas y el cuidado del hogar. Quienes creen que esta absurda formula es la manera “natural” y adecuada de vivir consideran que la homosexualidad atenta contra la estabilidad ética y moral de la sociedad. Estos valores arcaicos son inculcados en los niños desde muy pequeños (sí es nene vestirá de azul, sí es nena vestirá de rosa; si es nene jugará con autos, si es nena jugará con muñecas) y se arraigan de tal forma en ellos que, al llegar a la edad escolar, se encargan de etiquetar a aquellos compañeros que se comporten de manera distinta a ellos.

Ejemplos claros se dan en el día a día de las escuelas:

Si un niño no quiere formar parte del partido de fútbol del recreo, quizá se responsabilice primero a su sexualidad por ello

En cambio, si una niña quiere formar parte del picado, tal vez se la cuestione y, si finalmente lo hace, se la califique como “poco femenina”.

Diego Borisonik, funcionario nacional, (abogado, psicólogo y docente; Borisonik se encuentra a cargo de la Dirección de Políticas Integrales de Diversidad Sexual de la Secretaría de Derechos Humanos de Nación.), sostuvo en una entrevista realizada por Walter Gulacci para el diario La Nueva Provincia el día 18 de septiembre del 2016 que: “’Una chica lesbiana o un chico gay no pueden crecer sintiéndose un insulto’ dado que ‘comentarios crueles, tales como nene, no seas nenita o piba, sos una marimacho afectan fuertemente a la construcción de identidad de muchos niños y niñas”. Por ello, “frente a ese escenario complejo y recurrente, [...] hay bastante por hacer” sostiene con voz firme Diego Borisonik. “La diversidad está, existe. Todos somos diferentes, todos somos diversos. El problema radica en la falta de aceptación y respeto por esta diversidad”.

La homofobia es un germen que ha estado presente en las sociedades prácticamente desde su génesis. Con mayor o menor repercusión a lo largo de la historia ha sido causa de la muerte, segregación y estigmatización de millones de personas de diferentes culturas y nacionalidades.

La iglesia católica es una institución que ha perseguido a los homosexuales desde la Edad Media por supuesta herejía y aunque en los últimos años el Papa Francisco I ha intentado reconciliarse con la comunidad LGBT, la mayoría de los cristianos sostienen que aquellos que no son heterosexuales, son pecadores. Al acoso por parte de las religiones –el catolicismo no es el único dogma que repudia la homosexualidad, la mayoría de las religiones concluyen del mismo modo-, podemos agregar la aberrante hostilidad que tuvo origen en Alemania durante el mandato de Adolf Hitler y que tenía como objetivo la exterminación de toda persona que no fuere heterosexual y de la autoproclamada “raza aria”.

El odio hacia las sexualidades disidentes tampoco es un fenómeno del siglo XXI, sino que es el vestigio de la morbosa extravagancia con la que se ha desenvuelto la violencia a lo largo de la historia del hombre. Si hoy en las aulas se hace presente la homofobia, cabe tomarse unos minutos para preguntarle a los chicos de donde nace ese aborrecimiento y porqué es tomado como algo natural y común.

De etiqueta en etiqueta, los chicos desde la niñez y a lo largo de su adolescencia coartan su derecho a mostrarse libremente tal como son. Este es un factor de la opresión que ejerce la sociedad occidental sobre los individuos, que en situaciones son llevados a desenvolver su vida acorde a lo que se espera de ellos, debiendo amordazar como prisionero a su verdadero “yo” a causa del miedo a perder la imagen que han construido de ellos mismos a lo largo de su vida.

Pero, ¿será quizá que el miedo a perder nuestra imagen no es más que el reflejo del temor de nuestra cultura a ver menoscabada su presunta seriedad y estabilidad moral y, por eso, se nos oprime implícitamente a través de los medios de comunicación, de las redes sociales, de las modas y de todo ese conjunto de instrumentos de coacción de los que se vale la gloriosa sociedad de consumo para mantenernos pendientes tanto de nuestro cuerpo como de nuestros actos?

Balbuena Bello hace alusión a la problemática desde el punto de vista de la estigmatización de la homosexualidad. Este autor dice que “la prohibición de la homosexualidad obligó a una minimización de los riesgos y a una optimización de la eficacia. Esto es, los actos sexuales se aíslan en tiempo y espacio; las relaciones sexuales se diluyen luego del acto y se gesta un sistema de comunicación basado en códigos específicos. [...] Todo esto se reconoce y se aprende en la ‘vida homosexual’. [...] Se aprenden los lugares, las formas, los códigos y el ligue; se descubre la lógica de la vida homosexual”. Por ejemplo, hoy en día en nuestra ciudad, la comunidad LGBT organiza fiestas a las que puede concurrir toda aquella persona que abone la entrada. La intención es divertirse libremente sin tener que exponerse a burlas y acosos por parte de los neófitos de la heteronorma.

Al momento de hacer las entrevistas recurrimos directamente a homosexuales, nos sorprendió la disponibilidad de parte de ellos a dejarse entrevistar luego que se les explicara el objetivo de sensibilización que tenía el presente trabajo. La idea inicial fue de hacer no más de entrevistas, respectivamente a un hombre y a una mujer, dicho número fue ampliamente superado por el ofrecimiento de otras personas a responder a nuestras preguntas. Esto nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de hacer algo para intentar mejorar, si no revertir, dicho fenómeno violento.

Es importante que los jóvenes no se hostiguen entre ellos, sino que se apoyen mutuamente e interioricen la diversidad existente en el mundo a medida que crecen, ya que es en ellos en donde reside el progreso y la esperanza de un futuro próspero y de relaciones fraternas entre las personas. Aquí es también donde la tarea de los docentes tiene una gran implicancia. Si ellos no se inmiscuyen en la realidad de las aulas y de lo que viven los jóvenes es difícil que éstos los escuchen, sin embargo, según el testimonio de los educadores entrevistados es complejo saber cómo reaccionar ya que su formación no los ha preparado para ello.

Silvia Bleichmar dice lo siguiente: “[...] Los maestros tienen derechos

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