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Aquel que no quiso ver

Enviado por   •  25 de Diciembre de 2017  •  1.960 Palabras (8 Páginas)  •  412 Visitas

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Daniel: -Sí. Gracias Evangeline, por eso te amo. Mi angelito (mimos hacia Evangeline).-

Dada su habilidad, Daniel llega a ser personal de confianza de Gerencia en la Compañía del padre de Evangeline, ganando un buen salario. Se compra un auto del año, un departamento, todo ello para vivir una vida con derroches. Su hasta entonces novia, Evangeline, conoce su verdadera personalidad y lo deja.

(Un día, en la carretera, cuando Daniel estaba en su carro…)

Daniel: -Heyyy tío pfhishh (silba), una limpiadita pues (señalando las lunas de su auto).-

El señor, un poco sucio por su trabajo, voltea y…

Señor (Emeregildo): -¿Hijo? (se extraña y luego se alegra).-

Daniel: -(Voltea la mirada, se da cuenta que es su padre) Las lunas por favor (señala).-

Emeregildo: -¡Hijo! (corre a abrazarlo)

Daniel: -(Lo detiene poniéndole la mano en el pecho y le increpa) ¡Señor! ¡Las lunas!-

Emeregildo: -Pero…Daniel... (baja los brazos y agacha la cabeza).-

Daniel: -(Sacándose los lentes que llevaba puesto) Oye, oye. Mírate cómo estás. ¿Así te atreves a llamarme hijo? ¡Me das asco!

Emeregildo: -Hijo, ya no sigas, por favor.-

Daniel: - ¿Que ya no siga? Pero es verdad… ¡Me das asco! (enfatiza)-

Daniel: -Olvídate de mí para siempre. Hazte la idea de que no existo.-

Emeregildo sufre y llora como nunca. Esta vez Daniel se había sobrepasado con sus comentarios hirientes…

Emeregildo: -Perdóname si te he hecho daño, pero eres mi hijo.-

Daniel: -¿Qué quieres? ¿Plata? Ahí está pues, ahí está. Toma, toma (le tira dinero, entre billetes y monedas).Pero de mí nunca sabrás más.-

Emeregildo: -No, no, no.Yo no quiero tu dinero (entre lágrimas), solo quiero tu amor y tu cariño.-

Daniel: -¿Ah sí? ¿Sabes qué quiero yo? Yo quiero que te largues... ¿Entendiste? (se encoleriza y lo agarra de la camisa) ¡Que te largues! ¡Lárgate! (lo empuja).-

Emeregildo cae violentamente sobre la pista, provocándose un fuerte golpe en la cabeza que lo deja totalmente inconsciente. Un grupo de personas lo auxilian.

-Señor, señor (grita una señora desesperada al ver a Emeregildo sobre la pista).Por favor, ayúdenme. (Algunas personas lo ayudan).

Amanece en un hospital sin saber cómo llegó hasta ahí. Logra recuperarse satisfactoriamente, pero no tenía a dónde ir. Los médicos le brindan hospitalidad en una de las habitaciones y le brindan un puesto de empleo como personal de limpieza. Era tan generoso este señor, que muy aparte de su trabajo comienza a ayudar a toda persona con necesidades en el hospital.

Un día, haciendo limpieza, conoce un anciano que estaba muy enfermo. Deja la escoba y el recogedor a un lado para ayudarlo a acomodar su almohada, con lo que tanto estaba luchando antes de que él llegara….

Anciano: -Es usted muy... (es interrumpido por su propia tos ).Es usted muy generoso. Gracias (vuelve a toser).-

Emeregildo: -No hay por qué agradecerme, señor, es mi trabajo.-

Anciano: -No.No es solo por eso, lo noto en su mirada y en su aura.-

Anciano: -¿Cuál es su nombre? Dígamelo, para que mañana o el día en el que ya esté en el cielo, le diga a Dios que le guarde un lugar muy especial para usted. Sé que se lo merece.-

Emeregildo: -Emeregildo. Emeregildo López de Romaña.

Anciano: -Bueno, señor Emeregildo, me tranquiliza un poco que usted esté acá. En cualquier momento dejaré de existir y no tengo a nadie a mi lado, no tengo familia ¿Y usted? , porque desde el día en que llegué no lo he visto salir ¿Vive acá?-

Emeregildo: -Los médicos, muy buenos ellos, me ofrecieron trabajo y una habitación. En cuanto a mi familia (fue agachando tristemente la mirada), es como si tuviera y no tuviera.

Anciano: -No lo entiendo.-

Emeregildo: -Tengo por familia al único hijo que me dio mi adorada esposa que falleció hace años atrás, pero mi hijo me rechaza, me aborrece, me odia. Siempre creí haber dado todo por él, pero tal vez le fallé (empezó a llorar, esta vez desahogó todas sus penas).-

Anciano: -No llore hombre. No todos los hijos son merecedores del cariño de sus padres. Su hijo no supo entender y comprender lo que hacía usted por él. No vale la pena.-

Emeregildo: -Señor, me ha dejado mucho que pensar. Ahora debo irme, debo seguir con mi trabajo (siguió limpiando).-

Anciano: -Cálmese, todo va a estar bien.- Se despidieron con un fuerte apretón de manos, como amigos de toda una vida.

Al día siguiente Emeregildo se entera que el amigo que había hecho el día anterior, el anciano, había fallecido. Cuando se lo llevaban de su mano cayó un sobre, que dentro llevaba un papel escrito a puño y letra del anciano, que decía: “Yo, Bernardo Secada Palacios, dejo como único heredero al señor Emeregildo López de Romaña, tanto de las veinticinco fincas que poseo como de mi fortuna de 850 mil millones de dólares” y al último su firma, casi inentendible; y en un retazo de la tela de su almohada decía: “Él sabrá qué hacer”.

Emeregildo, demostrando siempre su nobleza y bondad, inaugura con esa generosa fortuna varios orfanatos y centros de ayuda familiar en los terrenos de las distintas fincas que el anciano le había dejado. Su vida había cambiado, se sentía feliz ayudando a personas que realmente lo necesitaban.

Caminando un día por la calle, pasa al lado de un grupo de jóvenes que se dedicaban a la mala vida, jóvenes descarriados. Dentro de ese grupo se lograba ver a un joven con ropa fina, pero este estaba muy demacrado, lucía mal, era…Daniel. Lo observó con melancolía, recordando aquellos momentos en el que él era su pequeño engreído, cuando lo cargaba entre sus brazos esperando a que se duerma; Emeregildo, con mucho dolor

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