Ciencia urbana
Enviado por Jerry • 19 de Diciembre de 2017 • 22.270 Palabras (90 Páginas) • 473 Visitas
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La importancia del rito y su naturaleza colectiva, su carácter esencial de elemento conservador del mito constituyen una clave para la comprensión del valor de los monumentos y, para nosotros, del valor de la fundación de la ciudad y de la transmisión de las ideas en la realidad urbana.
En la teoría urbana se da gran valor a los monumentos, se considera su significado en la dinámica urbana, a la relación entre rito, monumento, y mito. Puesto que el rito es el elemento permanente y conservador del mito, lo es también el monumento que, desde el momento mismo que atestigua el mito, hace posibles sus formas rituales.
El estudio de las permanencias y en particular de los monumentos sirve para aportar algunas contribuciones al significado de la estructura urbana que tiene, en sus orígenes, relación inseparable con el modo de ser y con el comportamiento de las personas.
La lectura de la ciudad realiza el estudio de los hechos urbanos según sus motivos esenciales, es decir, establece los fundamentos para el estudio de los hechos urbanos y el conocimiento de un número siempre mayor de hechos, y la integración de éstos en el tiempo y en el espacio; la individualización de las fuerzas que están en juego de modo permanente y universal en todos los hechos urbanos.
El esquema de teoría urbana que se presenta puede adquirir más de un desarrollo y éste puede asumir acentos y direcciones diferentes. El progreso en el conocimiento de la ciudad puede ser real y eficaz sólo si dejamos de reducir a la ciudad a sus aspectos parciales perdiendo de vista su significado. (Rossi 1995, 68-69)
Estructura de los hechos urbanos
Individualidad de los hechos urbanos.
Al describir una ciudad nos ocupamos preponderantemente de su forma[1]; dato concreto que se refiere a una experiencia concreta: Guanajuato, San Miguel, León, Celaya.
La forma se resume en la arquitectura de la ciudad y ésta se puede entender de dos maneras diferentes: en el primer caso es posible asemejar la ciudad a una gran manufactura, una obra de ingeniería y de arquitectura, más o menos grande, más o menos compleja, que crece en el tiempo; en el segundo caso podemos referimos a contornos más limitados de la propia ciudad, a hechos urbanos caracterizados por una arquitectura propia y, por ende, por una forma propia.
En uno y otro caso nos damos cuenta de que la arquitectura representa un aspecto de una realidad más compleja, de una estructura particular y constituye el punto de vista más concreto con el cual enfrentarse al problema.
Si pensamos en un hecho urbano determinado nos damos cuenta más fácilmente de eso, y de repente se nos presenta una serie de problemas que nacen de la observación de aquel hecho; por otra parte, también entrevemos cuestiones menos claras, que se refieren a la cualidad, a la naturaleza singular de todo hecho urbano.
En las ciudades hay conventos, hospitales, o complejos edificatorios, o agregados que constituyen auténticas partes de ciudad y cuya función difícilmente es la originaria. Cuando visitamos un monumento de ese tipo quedamos sorprendidos por una serie de problemas íntimamente relacionados con él; y, sobre todo, quedamos impresionados por la pluralidad de funciones que un edificio de ese tipo puede contener y cómo esas funciones son, por así decir, independientes de su forma y que sin embargo es esta forma la que queda impresa, la que vivimos y recorremos y la que a su vez estructura la ciudad.
La individualidad de un edificio depende sin más de su forma más que de su materia, aunque ésta tenga en ello un papel importante; pero también depende del hecho de ser su forma compleja y organizada en el espacio y en el tiempo.
Un hecho urbano y arquitectónico, como: el Teatro del Estado, el Centro de Convenciones, construidos recientemente no tienen el mismo valor; su arquitectura es valorable en sí misma, podemos hablar de su estilo y por lo tanto de su forma, pero no presentan aún la riqueza de motivos con la que reconocemos un hecho urbano.
Algunos valores y algunas funciones originales han permanecido, otras han cambiado completamente; de algunos aspectos de la forma tenemos una certeza estilística mientras que otros sugieren aportaciones lejanas todos pensamos en los valores que han permanecido y tenemos que constatar que si bien éstos tenían conexión propia con la materia, y que éste es el único dato empírico del problema, sin embargo nos referimos a valores espirituales.
En este momento tendremos que hablar de la idea que tenemos hecha de este edificio, de la memoria más general de este edificio en cuanto producto de la colectividad; y de la relación que tenemos con la colectividad a través de él.
Mientras visitamos y recorremos una ciudad tenemos experiencias diferentes, impresiones diferentes positivas o negativas; la suma de esas experiencias constituyen la ciudad. En este sentido tenemos que reconocer una cualidad al espacio con el que los antiguos consagraban un lugar, y éste presupone un tipo de análisis profundo. (Rossi 1995, 71-72)
Un solo hecho urbano hace surgir una serie de cuestiones que se pueden relacionar con algunos temas como la individualidad, la permanencia, el locus, el diseño, la memoria, la tensión y con él se dibuja un tipo de conciencia de los hechos urbanos más completo y; tenemos que experimentar los elementos positivos, a través de la arquitectura de la ciudad, a través de la forma, porque ésta resume el carácter total de los hechos urbanos, incluyendo su origen.
La descripción de la forma constituye el conjunto de datos empíricos del estudio y puede ser realizada a partir de la observación en recorridos de campo y en documentos históricos: fotografías, planos, litografías, dibujos, entre otros; en parte, eso es lo que comprendemos por medio de la morfología urbana: la descripción de las formas de un hecho urbano; pero es sólo un momento, un instrumento. Se aproxima al conocimiento de la estructura pero no se identifica con ella.
El estudio de la ciudad se detiene ante la estructura de los hechos urbanos, sin embargo, además de los elementos catalogados, se tiene que considerar l’áme de la cité; en otras palabras, la cualidad de los hechos urbanos.
La individualidad y la estructura de un hecho urbano determinado plantean una serie de preguntas a fin de establecer la naturaleza de los hechos urbanos y su identificación; por lo pronto admitimos que en la naturaleza de los hechos urbanos hay algo que los hace muy semejantes, y no sólo metafóricamente, con la obra de arte; éstos son una construcción
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