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Creencias sobre el alma y la muerte: Las antiguas generaciones, anteriores a la aparición de los filósofos

Enviado por   •  30 de Octubre de 2018  •  1.266 Palabras (6 Páginas)  •  339 Visitas

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La comida era el acto religioso por excelencia, puesto que el dios la presidia. Antes de comer se depositaban los majares en el altar, y antes de beber se derramaba la libación del vino, y estas eran las porciones del dios. De esta manera, siendo el hombre y su dios participes de una misma comida, se convertía está en una ceremonia santa.

La religión del fuego sagrado data de una época lejana y misteriosa en que aun no había griegos, italianos ni indios, y solo arios.

Religión domestica: desde hace muchos siglos la humanidad no admite una doctrina religiosa sino bajo dos condiciones: una, que anuncie un solo dios, la otra, que se dirija a todos los hombres y sea accesible a todos, sin rechazar sistemáticamente a ninguna clase de raza. Pero aquellas religiones primitivas no llenaban ninguna de estas dos condiciones, ya que no ofrecían a la adoración de los hombres un dios único, ni tampoco sus dioses aceptaban la adoración de todos los hombres sin discriminación.

El culto de sus muertos no se parecía, en manera alguna, al que los cristianos tributan a los santos. Una de sus primeras reglas era que cada familia no podía tributar adoración sino a los muertos que le pertenecían por la sangre, solo el pariente más próximo podía celebrar religiosamente los funerales. En cuanto a la comida fúnebre, solo la familia tenía el derecho de asistir a ella, quedando severamente excluidos los extraños. Se creía que el muerto no aceptaba las ofrendas sino de manos de los suyos, que no quería culto más que de sus descendientes y que la presencia de los ajenos turbaba el reposo de los manes. Hasta la ley prohibía a todo extraño acercarse a un sepulcro.

Tanto en Grecia como en india no podían hacerse la ofrenda a un muerto sino por sus descendientes. La ley de los indios, como la de Atenas, prohibía admitir en la comida fúnebre a todo extraño. El hijo tenía el deber de hacer las libaciones y sacrificios a los manes de su padre y de todos sus abuelos, y faltar a este deber era la mayor impiedad que podía cometerse. Si se practicaban siempre los sacrificios con arreglo a los ritos, el antepasado se convertía en dios protector.

Cada familia tenía su sepulcro al que iban a descansar los muertos, unos después de otros, para permanecer allí siempre juntos, y este sepulcro estaba inmediato a la casa, no lejos de la puerta. De este modo el antepasado permanecía entre los suyos, invisible pero presente, y continuaba formando parte de la familia.

El fuego sagrado, que tan estrechamente iba unido al culto de los muertos, tenía también carácter esencial de permanecer en propiedad a cada familia.

Toda la religión quedaba encerrada en el recinto de la casa, y las ceremonias se guardaban en el mayor secreto y se practicaban únicamente en familia. Para esta religión domestica no había reglas uniformes ni ritual común, cada familia disfrutaba de la independencia más completa, teniendo al padre como sumo sacerdote, el cual, en este concepto, no reconocía jerarquía superior de ninguna clase.

El padre, pontífice e intérprete de su religión, era el único que podía enseñarla, y esto solo a su hijo. Los ritos, las frases de los rezos, los cantos que formaban parte esencial de esta liturgia familiar, eran patrimonio y propiedad sagrada de la familia.

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Firma aclaración D.N.I

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