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EL ESTADO SOCIAL 1. DIFICULTADES. ESTADO SOCIAL Y ESTADO DE BIENESTAR

Enviado por   •  13 de Junio de 2018  •  14.383 Palabras (58 Páginas)  •  371 Visitas

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La segunda matización (probablemente innecesaria) se refiere al juicio de que puede haber Estado social sin Estado de derecho y sin Estado democrático. Aquí mi matización descansa en razones epistemológicas y, seguramente, en precisiones semánticas de corto alcance. El problema es muy simple: si se está utilizando el concepto de Estado social no como concepto jurídico sino politológico y socioeconómico, como sinónimo de Estado de bienestar, estoy absolutamente de acuerdo. Pero si hablamos de Estado social como concepto jurídico, sólo puede comprenderse como una profundización o una matización del Estado democrático como Estado de derecho. En este sentido, jurídicamente, constitucionalmente, el Estado social o es Estado social y democrático de derecho o no es nada.

2. BREVE REFERENCIA A LA GÉNESIS DEL ESTADO DE BIENESTAR

2.1. Equivocidad y confusión

La génesis del Estado social, como concepto socioeconómico, es decir, del Estado de bienestar, es equívoca y confusa, tanto en sus presupuestos históricos como en su progresiva —y a veces errática— plasmación práctica.

Si en alguna medida se puede decir que la constitucionalización del Estado social como cláusula jurídica, como cláusula finalista, está vinculada a al objetivo de conquista de alguna forma de Estado de bienestar, este último tiene su propia génesis independiente, al menos en sus orígenes, del movimiento constitucional; y potencialmente independiente, al menos en nuestros días, de la constitucionalización del Estado social de derecho.

Desde una perspectiva teórica, los cimientos del Estado de bienestar son contradictorios. Como ha escrito E. Lamo de Espinosa: «Hasta hace pocos años, menos de una década, el Estado de bienestar en sus diversas formas, era elemento central de la ideología y programa político tanto de la izquierda como de la derecha. Socialistas (marxistas o no), conservadores, cristiano-demócratas, católicos, incluso liberales, un amplio espectro que iba desde Franco a Adenauer, De Gasperi o Churchill, asumían no sólo la necesidad de un control político de la economía, sino sobre todo la necesidad de reorientar los mecanismos de redistribución de la riqueza a favor de los desfavorecidos» .

En la fundamentación teórica no se pueden olvidar criterios claramente de izquierdas, progresistas, como es el caso de Louis Blanc, que aceptaba abierta-mente la necesidad de la intervención del Estado para remover desigualdades y para garantizar, en alguna medida, la igualdad real. Suyas son propuestas, tan innovadoras, como la defensa del derecho a una educación universal y gratuita, como el derecho al trabajo o a la búsqueda de una organización económico-política capaz de garantizar la protección a los ancianos y, en general, el derecho a la tutela frente al infortunio.

En la misma línea de una izquierda progresista, enfrentada a la consideración marxista del Estado como instrumento de dominación de clase, incapaz, por tanto, de cualquier acción liberadora de las clases dominadas, se encuentra el pensamiento de Ferdinand Lasalle, con su influencia sobre la política de biskmarck, su contribución al nacimiento del Partido Socialdemócrata alemán y a la formulación del Programa de Gotha (tan corrosivamente embestido por Car-los Marx). Pero, junto a la aportación de esta izquierda estatalista (al cabo, triunfante frente al marxismo y más próxima a las formulaciones de Kautsky y Bernstein que a las de Marx o Engels) hay una base teórica del llamado Estado de bienestar de profunda raíz conservadora (10). En este caso, se pretende el Estado de bienestar, ya sea como ejercicio de un paternalismo altruista o como un mecanismo burgués de autodefensa frente al avance de la lucha de clases y de los movimientos revolucionarios

Si las bases teóricas del Estado de bienestar son equívocas y, aún, contradictorias, no lo son menos sus plasmaciones prácticas (12).Seguramente éstas se encuentran en la Alemania de Bismarck, a quien se debe la primera promoción de un amplio sistema de protección social: de seguro de enfermedad y de accidentes de trabajo, de invalidez y de vejez; posteriormente complementado,también en Alemania, en 1911, con seguros de defunción, viudedad y orfandad.

No se puede desconocer que todas estas reformas de Bismarck fueron pre-cedidas de profundas medidas, no sólo anti socialistas sino antiliberales, como son las promulgadas en 1878 que suprimen, entre otras cosas, los derechos de reunión y de asociación. Escribe E. Lamo de Espinosa que: «... como señala Durand, lo que cuenta del proyecto autoritario de Bismarck es «la voluntad de desarmar al socialismo colocándose en su propio terreno y crear, gracias al seguro social, un número considerable de personas que disfrutaran de una renta fija y que, como consecuencia, tuvieran interés en ligar su suerte a la del imperio»

A partir de aquí las acciones, en el mismo sentido, de regímenes conserva-dores, autoritarios, reaccionarios y, aún, claramente fascistas, son sobrada-mente conocidos. Baste pensar en las políticas sociales de Mussolini, de Sala-zar o de Franco e, incluso, en las del propio Hitler.

Lo dicho no es obstáculo para que resulte, no sólo injusto, sino irreal, atribuir, al menos en exclusiva, a la derecha reaccionaria, ocupada de conservar los privilegios limitando las consecuencias de la lucha de clases, la génesis del Estado de bienestar; incluso, seguramente, es más elocuente y más intensa la acción política desde posiciones progresistas y democráticas. Piénsese, por ejemplo, en las políticas keynesianas del New Deal de Franklin Delanor Roosvelt, a partir de 1932: las políticas del laborismo británico, desde la segunda guerra mundial y, aún si cabe, con una mayor trascendencia, las políticas —muy anteriores— de la socialdemocracia sueca desde su acceso al poder. En todos estos casos, nos encontramos con políticas de procura existencial, de corte socialdemócrata, absolutamente respetuosas con la tradición constitucional y con el Estado de derecho.

Pero, ¿a dónde hemos llegado? Una vez más, a la desconexión entre Estado democrático y Estado de bienestar. Si nos situamos en el mundo contemporáneo, seguramente nos encontramos con férreas dictaduras que garantizan un Estado de bienestar. Por supuesto, cuando hablamos de Estado de bienestar no hablamos de un estado sicológico de satisfacción, sino de un Estado asistencial que preste determinados servicios, que garantice asistencia frente al infortunio; por ejemplo, Kuwait, Arabia Saudí u otros países del Golfo, aseguran importantes prestaciones, al menos, a sus ciudadanos, por lo que en algún sentido

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