ENSAYO DE LO HUMANO A LO MATERIALISTA
Enviado por Antonio • 18 de Diciembre de 2017 • 1.912 Palabras (8 Páginas) • 460 Visitas
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Así pues reflexionemos sobre el actual proceso de paz que lleva cabo el gobierno del presiente santos en la habana cuba al parecer este va por buen camino, pero nos estamos olvidado de todas esas víctimas que un no encuentran su propia paz, es que esta no implica un acuerdo firmado es une estado emocional es una actitud de vida , un camino doloroso el cual implica olvido, perdón, resistencia, fortaleza y sobre todo buena dispocion y al parecer esto no lo ofrece el actual proceso que se lleva acabo, día a día se escuchan exigencias por parte de los voceros de los grupos al margen de la ley, injusticias donde estos solo quieren hacer un papel de víctima, pero donde es necesario que se escuchen las verdaderas víctimas solo ellas pueden decir la verdad de su historia, pues más allá de los victimaros y víctimas , nos encontramos nosotros los del monto los cuales directa o indirectamente nos hemos visto perjudicados. Ahora bien se supone que –a partir de su firma en La Habana- significarán el fin de la lucha armada de las Farc. No del Eln. Tampoco el fin de las bacrim. Subsistirán el narcotráfico y las mil caras de delincuencia organizada y común, también política. Subsistirán las causas y efectos de la violencia, causas objetivas y subjetivas. Otra preocupación que se suma es la debilidad negociadora del gobierno, agudizada dramáticamente por la falta de credibilidad del gobierno de Samper, fue un factor esencial en un cambio sutil de las negociaciones. Otro fue el fortalecimiento de la capacidad de las guerrillas, que llenaron rápidamente los vacíos dejados por los grupos que habían firmado la paz, reforzaron su estrategia de control local y fortalecieron su capacidad económica. Al observar cada uno de los retrocesos que pretenden llevar acabo los grupos al margen de la ley es solo una crónica anunciada de que Colombia, en vez de avanzar hacia la paz, parece crear una curiosa forma de coexistencia permanente de la guerra y la negociación, la negociación en medio de la guerra, la guerra en medio de las negociaciones. La esperanza se trata de mantener, pero la incertidumbre y la desesperanza crecen, y la mayoría de la población, después de declarar su voluntad de paz, muestra en las encuestas su simpatía con los paramilitares, y exige a veces, cuando desespera de la guerra, que se pacte con la guerrilla a cualquier costo, y cuando desespera de las negociaciones, que el gobierno muestre su fortaleza, que defienda a los ciudadanos acosados.
Un guion alternativo es probablemente utopía, pero es difícil pensar que el proceso actual lleve a alguna parte, excepto como resultado de un milagro de personalidades en el que no es razonable confiar. Lo que falta, sin embargo, es claro. Un proyecto coherente de reforma política, independiente de las vicisitudes de las negociaciones, que permita retomar el programa de 1991 de ampliación de la participación y la ciudadanía. Un esfuerzo de reforma social, que solucione problemas como el de la propiedad agraria, la expansión infernal de una frontera agrícola que sigue creando nuevas formas de violencia, el inequitativo acceso a salud y educación, la miseria y la mala distribución del poder y los ingresos.
Estos procesos son largos, y no puede caerse en la trampa de aplazarlos porque dependan presuntamente de lograr la paz, o porque no se ha probado "científicamente" que la violencia tiene que ver con el desempleo o la desigualdad social, o porque quizás haya que negociarlos. Ni dejar que se mantengan como supuesta fuente de legitimidad de la guerrilla: no habrá paz, ha anunciado esta, hasta que se resuelvan -a pesar de que sea la guerrilla la mayor responsable de que el país se haya enredado en esta espiral de endurecimiento político y social y violencia que se pretende resolver precisamente con las armas, la responsable principal de que no haya habido alternativas viables de cambio social-.
Y hace falta un discurso político que sostenga la legitimidad del Estado y la primacía de la democracia, por imperfecta que sea, sobre la fuerza de las armas. No puede admitirse que unas personas, por estar armadas, tengan más poder que los demás ciudadanos, que solo pueden expresarse a través del desacreditado voto, el único mecanismo democrático práctico inventado en 2500 años de ensayos, ni que sustituyamos la voluntad de los ciudadano por la de la "sociedad civil" auto elegida, por comisiones ad-hoc, o por representantes de quienes, con dineros provenientes del secuestro, la extorsión y -quizás menos de lo que sugieren las autoridades, empeñadas en atraer el mortal abrazo del oso norteamericano- el narcotráfico, tienen con que comprar armas.
El Estado no puede ni debe ser un botín de guerra, pero tampoco ha de ser un botín de paz, que celebre el pacto de dos minorías organizadas, en contra de otras minorías que permanecerán desorganizadas.
La paz no trata de un papel formado como lo quiere hacer ver el gobierno, es cuestión de actitud, no solo es que se acaba el conflicto armado sino que se acabe el conflicto en total, cabe hacerse una pregunta ¿es posible que un país llegue a tener paz cuando los políticos son unos corruptos y paran el progreso, donde los ciudadanos son marionetas que se dejan manejar donde los valores se han perdido totalmente donde existe el individualismo total?, la respuesta es clara no se lograr la paz nunca esta debe ser inculcada desde cada uno de los hogares colombianos: el respeto y la aceptación por los demás, el amor propio por nuestro patrimonio si en vez de saber más de futbol o de reinados, pero se tuviera un gran conocimiento sobre todo lo que encierra la paz de Colombia, esta sería un cuento con final y no una mala obra de teatro que nunca tendrá fin
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