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En busca de la riqueza... y ¿del amor?

Enviado por   •  10 de Enero de 2018  •  42.641 Palabras (171 Páginas)  •  354 Visitas

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Un trabajo, muy importante.

Se sentía feliz de tener un motivo, para estar fuera de Dallas; alejada de las tensiones reinantes en la mansión de los McCord, tumbada en la hierba mirando a través de sus prismáticos, a un hombre tan atractivo.

El cowboy se bajó de su caballo alazán y dejó que el animal abrevase tranquilamente, en las aguas de un arroyo cercano, mientras él se desabrochaba la camisa.

«¡El día promete!», se dijo Paige para sí.

El hombre se arrodilló en la orilla del arroyo, sacó un pañuelo del bolsillo de atrás y lo metió en el agua, poniéndose entonces de cara a ella.

Paige apartó bruscamente los prismáticos, como si temiera que él pudiera verla, desde tan lejos. Le había causado una gran impresión verle la cara, aunque hubiera sido a tanta distancia.

Parecía haber advertido en la cara de aquel hombre, una cierta mueca de dolor.

Miró de nuevo por los prismáticos y lo vio refrescándose; quitándose el polvo acumulado, a lo largo de la jornada.

El cowboy levantó la cara al sol y dejó que el agua del pañuelo le escurriera, por la cara y el cuello y le cayera por el pecho musculoso y el abdomen, duro como una roca.

«¡Madre mía!».

El agua debía estar fría, pensó ella. Durante el día hacía mucho calor, en aquellas tierras montañosas; pero aquellas últimas noches, la temperatura no había subido de cuatro o cinco grados.

Lo sabía, porque estaba acampada en el parque nacional que, afortunadamente para ella, estaba a sólo a unos kilómetros al oeste del rancho de Travis Foley. No había ninguna ciudad cerca de allí, por lo que, de haberse quedado en el pueblecito más cercano, Llano, habría llamado demasiado la atención.

Y no quería que nadie, y mucho menos Travis Foley, supiera que ella andaba por allí.

Volvió a contemplar al cowboy, como había hecho los dos últimos días. Debía ser el encargado de hacer el trabajo duro del rancho, de cuidar el estado de la alambrada de espino, de comprobar las cercas y las vallas, y de vigilar para que no entrasen los intrusos. Mientras, su jefe, Travis Foley, estaría sentado cómodamente en algún lugar apartado del rancho, con aire acondicionado, contando el dinero del petróleo de la familia, o supervisando sus inversiones en los bancos.

Los Foley, no trabajaban tan duro. Tenían a empleados, que lo hacían por ellos; como el que estaba observando por los prismáticos, en ese instante.

Cuando el hombre acabó de lavarse en el arroyo, recogió el pañuelo y se abrochó la camisa. Luego, se recostó contra una roca y miró hacia el cielo, como si se dispusiese a admirar una puesta de sol o a disfrutar de la brisa, aún cálida, de la tarde.

O tal vez estaba agotado y rendido por el trabajo, o por sus propios problemas. ¿Quién podía saberlo?

O, ¿por qué no?, había escapado de todo para acabar allí, en aquel rincón apartado del rancho de Travis Foley, en busca de paz y tranquilidad.

Tenía ganas de disfrutar con él, del crepúsculo de la tarde.

Pero no acostumbraba a pasar la noche, con desconocidos.

El verano había sido horrible; los problemas familiares y personales se le habían ido amontonando hasta tal punto, que estaba en un estado de estrés en el que sólo sentía ganas de gritar y de llorar.

Y ese hombre, ese cowboy… podría hacer, que se olvidase de todo. Aunque fuera sólo por una noche. No es que tuviera mucho tiempo para eso pero, qué demonios, una mujer también podía soñar, ¿no?

Pero tenía trabajo, que hacer.

Si todo transcurría como en los días anteriores, cuando él se fuese, dispondría de veinticuatro horas antes de que volviese. Llevaba todo su equipo en la mochila y estaba un poco nerviosa con la idea, de tener que entrar sola en la vieja mina de plata. Cualquier persona que entendiera algo de minas abandonadas, se sentiría igual. Pero ella había tomado, todas las precauciones.

Estaba completamente decidida, a hacerlo. Era necesario, por el bien de la familia. Se lo había prometido a su hermano Blake, que era el director ejecutivo del negocio de joyería, de la familia.

Trató de olvidarse del cowboy. Si todo salía bien, nunca llegaría a conocerlo.

«¡Qué lástima!».

Dejó los prismáticos en el suelo y sacó un teléfono vía satélite, ya que, en aquel lugar, los móviles ordinarios, tenían muy mala cobertura.

Blake respondió, enseguida.

—¿Y bien? —dijo, con voz expectante.

—Todo marcha, según los planes —le contestó ella—. Voy a entrar.

—Si no tengo noticias tuyas antes del amanecer, llamaré a tu amigo del departamento de minería, de la universidad e iremos juntos a buscarte —le dijo él—. Paige, ¿estás segura, de que todo está bajo control? Si te ocurriera algo, no podría perdonármelo.

—La mina lleva ahí, más de cien años. Travis Foley autorizó el año pasado a un grupo de arqueólogos a entrar en ella, para analizar los petroglifos de los muros. Tengo una copia de su informe. El lugar es seguro. Tan seguro como puede ser…

—A pesar de todo, es peligroso que entres sola.

Ya habían hablado de eso antes. Habían discutido la operación y habían llegado a la conclusión, de que nadie más debía saberlo. Había demasiadas cosas, en juego.

Blake se limitó a decir que, la situación financiera de las joyerías de la familia, era muy delicada; pero que él lo resolvería todo. Paige pensó que, si estuviese a punto de acabarse el mundo, su hermano habría dicho algo parecido; que él se encargaría, de salvarlo.

Pero ella, estaba decidida a ayudarle.

No creía que el mundo estuviese tocando a su fin, pero el negocio familiar atravesaba una mala situación, había problemas muy serios, en el seno de su familia, y ella podía contribuir a resolverlos.

—Blake, estoy haciendo el doctorado en Geología.

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