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En esta antología titulada “Leyendas Nacionales”

Enviado por   •  17 de Agosto de 2017  •  5.789 Palabras (24 Páginas)  •  604 Visitas

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El callejón del beso

[pic 3]Se cuenta que Doña Carmen era hija única de su padre intransigente y violento, pero como suele suceder, siempre triunfa el amor por infortunado que este sea. Doña Carmen era acortejada por su galán Don Luis, en un templo cercano al hogar de la doncella, primero ofreciendo de su mano a la de ella el agua bendita. Al ser descubierta sobrevivieron al encierro, la amenaza de enviarla a un convento, y lo peor de todo, casarla en España con un viejo y rico noble, con el que, además, acrecentaría el padre su mermada hacienda.

La bella y sumisa criatura y su dama de compañía, Doña Brígida lloraron e imploraron juntas. Así, antes de someterse al sacrificio, resolvieron que Doña Brígida llevaría una carta a Don Luis con la nefasta nueva.

Mil conjeturas se hizo el joven enamorado, pero de ellas hubo una que le pareció la más acertada. Una ventana de la casa de Doña Carmen daba hacia un angosto callejón, tan estrecho, que era posible, asomado a la ventana, tocar con la mano la pared de enfrente.

Si lograra entrar a la casa frontera podría hablar con su amada, y entre los dos, encontrar una solución a su problema. Preguntó quién era el dueño de aquella casa y la adquirió a precio de oro.

Hay que imaginar cuál fue la sorpresa de Doña Carmen, cuando, asomada a su balcón, se encontró a tan corta distancia con el hombre de sus sueños. Unos cuantos instantes habían transcurrido de aquel inenarrable coloquio amoroso, y cuando más abstraídos se encontraban los amantes, del fondo de la pieza se escucharon frases violentas. Era el padre de Doña Carmen increpando a Brígida, quien se jugaba la misma vida por impedir que su amo entrara a la alcoba de su señora.

El padre arrojó a la protectora de Doña Carmen, como era natural, y con una daga en la mano, de un solo golpe la clavó en el pecho de su hija. Don Luis enmudeció de espanto…la mano de Doña Carmen seguía entre las suyas, pero cada vez más fría. Ante lo inevitable, Don Luis dejó un tierno beso sobre aquella mano tersa y pálida, ya sin vida.

El lugar existe y es sin duda uno de los más típicos de la ciudad de Guanajuato, y precisamente se le llama El Callejón del Beso.

El callejón del muerto

Una noche lluviosa del año 1785, la señora Juliana Domínguez, esposa de don Anastasio Priego -propietario de una antigua hostería del barrio de Analco, conocida como el Mesón del Priego-, comenzó con las labores de parto previas al alumbramiento de su primogénito.

Pese a las inclemencias del clima y la insistencia de la servidumbre respecto a acompañarlo, don Anastasio se hizo de su capa, sombrero y espada y salió a toda prisa en busca de doña Simonita, la partera de la región, dejando instrucciones de tener todo listo para el nacimiento a su regreso.

El futuro padre caminaba a trompicones entre los charcos del empedrado Callejón de Yllescas (en la 12 sur, entre 3 y 5 oriente), cuando se topó con un asaltante, que de inmediato apoyó una espada contra su abdomen, pidiéndole que le entregase todas sus pertenencias. Priego, como un excelente espadachín y sin tiempo que perder, desenvainó su hierro, lo clavó directo en el dorso del hombre y siguió su camino.

[pic 4]Después del parto, don Anastasio se ofreció a acompañar de regreso a la partera, sin embargo, eligió otro camino para no toparse con la sangrienta escena que había dejado a su paso, logrando avistar a distancia una pequeña multitud que se arremolinaba en torno al cadáver del malandrín.

Por años, el callejón fue conocido por los habitantes de la zona como El callejón del muerto, y se decía que en las noches lluviosas, el alma en pena del asaltante deambulaba sin rumbo. Algunos vecinos ofrecieron ceremonias religiosas para pedir por el eterno descanso del descarriado espíritu, mas no tuvieron éxito, ya que este continuaba apareciéndose de manera habitual.

Pasado algún tiempo, el padre Panchito, entonces párroco de la Iglesia de Analco, se encontraba próximo a cerrar el templo en compañía del sacristán, cuando apareció un hombre rogando una confesión, por lo que el sacerdote pidió al misario que le esperara mientras acudía al locutorio con el devoto, que parecía desesperado.

Luego de unas horas, el ayudante del presbítero se acercó al confesionario para verificar que todo se encontrara bien, sin embargo, no lo encontró ahí. A la mañana siguiente, tampoco acudió al primer servicio del día, por lo que el hombre, preocupado, decidió ir a buscarlo a la casa del curato. El padre Panchito se encontraba en cama sumamente desmejorado, reveló al sacristán que había confesado a un hombre muerto, y que en cuanto este recibió la absolución desapareció sin dejar rastro. Al día siguiente, el clérigo, cuyo corazón no logró resistir la impresión, perdió la vida, pero el antiguo callejón, conserva su emblemático mote hasta nuestros días.

[pic 5]El charro negro

Se dice que un hombre vestido de charro suele cabalgar por los caminos entre los pueblos del sur de México, este charro vestido de negro y cabalgando en un caballo de igual color, usualmente se acerca a las personas que viajan en la noche caminando.

Según la leyenda del charro negro, este se acerca y comienza a buscar una plática, dicen que es muy amable y solamente hace compañía, sin embargo, si por el camino que recorren se encuentra una iglesia, antes de llegar a ella el charro se despide amablemente y se va. Algunas personas dicen que en cierto punto el charro invita a subir a una persona, y si esta acepta el caballo comienza a correr y desaparece junto con el charro y la persona que acepto subir, pero si nadie sube el charro simplemente continua cabalgando haciendo compañía a las personas.

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[pic 6]El conejo de la luna

Quetzalcóatl, el dios grande y bueno, se fue a viajar una vez por el mundo en figura de hombre. Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre. Pero todavía siguió caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la luna se asomó a la ventana de los cielos. Entonces se sentó a la orilla del camino, y estaba allí descansando, cuando vio a un conejito que había salido a cenar.

-¿Qué estás comiendo?, -le

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