Ensayo: De suicida a presidente de Misión

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JOSÉ RUBÍ: -Señor, perdone, pero sé que suicidarse es malo, es pecado; no se suicide por favor.

FRANCISCO REYES HERNÁNDEZ: ¿Y a ti que te importa todo esto?, lárgate de aquí (a gritos y con ojos desorbitados por la ira).

JOSÉ RUBÍ: -Dios le ama a usted (con humildad, pero sin temor).

FRANCISCO REYES HERNÁNDEZ: -Es mentira, Dios no me ama. Nadie me ama a mí. Tengo muchos problemas y es mejor desaparecer (enfurecido, pero impresionado con la mención del nombre de Dios)

JOSÉ RUBÍ: -Sí, el lo ama a usted, porque él le dio la vida (con profunda convicción, sin temor a la pistola)

FRANCISCO REYES HERNÁNDEZ: (deja de apuntarle y baja la pistola) -Dios no me dio la vida (gritando), mi mamá fue quien me la dio (los ojos relampagueantes por la ira).

NARRADOR: aquel intercambio de amenazas, preguntas y consejos se llevaba a cabo en la puerta de la casa, a la luz del día, con una intensidad que salía del corazón y en el contexto de la vida y la muerte.

JOSÉ RUBÍ: -Yo puedo venir a estudiar con usted para explicarle el amor de Dios (enfáticamente)

FRANCISCO REYES HERNÁNDEZ: -¿Pero qué tú no entiendes? No me interesa, no quiero verte ni un instante más, lárgate de aquí (con furia pero dudoso, como que algo estaba pasando en su interior)

JOSÉ RUBÍ: Mañana miércoles tenemos culto de oración y si quiere yo puedo venir por usted a las siete.

FRANCISCO REYES HERNÁNDEZ: (mirándolo con odio, pero con una mezcla de sentimientos encontrados…) -No me interesa, no me molestes más, por favor. ¡¡lárgate ya!! (cerrando la puerta y gritando).

(El colportor se aleja, camina y cuando el narrador lo indica el se arrodilla para orar)

NARRADOR: El colportor José Rubí se alejó de aquella casa, no con el sabor de la derrota, que hubiera sido lo normal en aquel caso, sino con la música de la esperanza resonando en su corazón. Esa noche oró por el hombre con el fervor del que anhela salvar un alma. Al otro día era miércoles y José Rubí dejó de trabajar más temprano y a las 7 en punto de la tarde tocó aquella puerta nuevamente. Cuando el hombre abrió la puerta ya no era el mismo, había desaparecido la ira, la exaltación y la influencia del alcohol. Ahora era moderado, suave, respetuoso y, podríamos decir, humilde.

(sale la persona de la casa diferente mejor cambiado y su rostro es diferente)

JOSÉ RUBÍ: (con precaución) -Vine por usted, como le prometí, para que vayamos a la reunión de oración.

FRANCISCO REYES HERNÁNDEZ: (pensativo…después de un momento de lucha interior) -Vamos, pues.

NARRADOR: Desde aquel día Dios llamó y tocó el corazón de este hombre hasta que se bautizó en 1936, sirvió como ministro de la página impresa, en 1939 se graduó como ministro del evangelio por el Instituto Comercial Prosperidad, sirvió a la iglesia como pastor de distrito, gerente de la escuela Agrícola e industrial del pacífico conocida hoy como la Universidad de Navojoa, departamental de: jóvenes, Escuela Sabática y Actividades Laicas, secretario tesorero y presidente de Misión, Director de Asuntos legales de la Unión Mexicana.

Descansó en el Señor el 27 de marzo de 1997 a la edad de 100 años, 5 meses y 21 días, a los 61 años de haber sido interrumpido por un colportor que Dios envió a tocar su puerta e impidió que se diese un tiro con una pistola calibre 38. ¡Dios tiene un sueño mejor para ti¡