Ensayo Todo o Nada.

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De esta forma el texto logra estructurarse como un interesante círculo, sus páginas pueden leerse, como si el relato iniciado en la primera página se refleja en la última y ésta en aquélla, hasta el infinito. De manera que donde dicho pesar produce algo un enunciado, un escrito y desdobla el porqué de su existencia: la pérdida de algo, entonces lo cuenta. Expone su pérdida y se da cuenta que ésta le causa angustia y la narra.

Así, la obra desconsuelo puede tomar diversos rumbos. El primero, expuesto líneas más arriba, entre líneas. El segundo, pienso, en la caracterización del abuelo y lo que guarda con el título.

Emilia es quien nos describe al viejo Emilio Nassar; sin ella no podríamos conocerlo. Él es un hombre duro, misógino, enérgico, rudo, inquebrantable. Desde niño se impuso ante la fuerza del padre. Es inteligente y despectivo, orgulloso y decidido, pero también es alguien que vive en una época a la que ya no se puede acostumbrar, «detesta las películas nuevas y el mundo que las produce», se encuentra rodeado de personas y libros que ya no entiende –o no quiere entender– porque le es difícil comprenderlos.

Estas situaciones son las que producen en él la angustia ya tantas veces mencionada. Un sentimiento que nace en su mente y que no puede aceptar, que pretendía alcanzarlo todo. Podría decir que en este punto llega a una especie de crisis. Emilio Nassar, un hombre moderno que no pertenece a nuestra modernidad. El personaje, el título y el desarrollo de la novela se unen.

Brenda Lozano, por medio de la voz de Emilia Nassar, nos habla de un poco de todo –un todo que nada a nuestro alrededor, de diversos temas, situaciones, libros, experiencias que, a su vez, forman mucho de conocimientos que un hombre moderno de aspecto viejo pretendía saber; sí, por más interesante que parezca. Guiados por una pasión crítica, tanto Emilio como la novela, se reúnen para contarnos sus dificultades, problemas que nosotros vemos caminar por las calles.

Poco después de la mitad del libro, Brenda habla de un capítulo –el 23– que en mi opinión es muy agradable. Escrito en presente, cada oración parece hecha en el momento en que lo leemos, no se siente como una historia atrapada por el pasado a punto de olvidarse, sino en una actualización. Nos habla del gastroenterólogo tomando una taza de café con su nieta y una plática, cuyas curiosidades tocan muchos puntos. Emilio toma la palabra y muestra su fuerza de voluntad, su libre albedrío, sus decisiones, su querer ser. Aquí la enigmática de su suicidio y el suicidio en sí mismo se desvelan.

Él dice, recordando a su padre: «Siempre quiso que hiciera su voluntad, no se daba cuenta de que no iba a ser así». Esta manera de pensar sería la máxima que constituiría de su vida, por lo tanto, no se haría el capricho de ésta o de Dios, sino el de Emilio Nassar. No obstante, el capítulo alcanza en el instante en que él, persona inquebrantable, se descubre a sí mismo como alguien frágil, un ser con debilidades, un padre. El hecho construido en cada capítulo es opacado a la velocidad de la luz –o de la lectura, si se prefiere– al leer las lágrimas del desdichado Emilio: «Ya sabemos que todos mueren, por obvio que suene. Emilia, mueren los abuelos, mueren los padres, mueren los amigos, ¿pero un hijo? Uno nunca está listo, es algo inimaginable».

Con 41 capítulos, Todo nada se alza como una novela que habla de un conjunto de situaciones, conocimientos que nos atraen, de filosofías y literaturas, de realidades. Escrita en un tono muy personal sin confundir con lo de uno mismo, Brenda Lozano nos deja con una novela, una angustia y una buna opinión sobre ella..