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Ensayo final de unidad 1 de grupos en la escuela.

Enviado por   •  10 de Marzo de 2018  •  1.895 Palabras (8 Páginas)  •  548 Visitas

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El kínder es para el niño el primer espacio en donde aprende a relacionarse con sus compañeros, lo cual lo coloca en un contexto de relaciones interpersonales variado y cambiante al que el niño no está acostumbrado. La comunicación exige también competencias relacionales. Si hablamos de personas, de niños y no de maquinas, no basta considerar a la comunicación en los elementos de mensaje, código, emisión y recepción, sino que también hay que considerar el modo personal de ser y la aptitud relacional de quien emite o recibe el mensaje.

El hablar entre niños, el expresarse o comunicarse pueden presentarse como fragmentos incoherentes o bien como secuencias intencionales, según el tejido relacional que con nota la situación.

Es importante también considerarse los aspectos particulares del modo de actuar y reaccionar del niño. Aquí entra la etapa del egocentrismo que es muy propio de esta edad el cual no permite altos niveles de intercambio social.

Hay una marcada diferencia entre un niño que actúa y uno que interactúa: interactuar implica una secuencia orientada de acciones, una intencionalidad incluso limitada y extemporánea. La diferencia entre actuar e interactuar no es solo cuestión de sucesión o duración de las acciones, “intercambiar, tanto un buenos días como una larga discusión pueden ser consideradas como una interacción”.

La función del jardín de niños como espacio de relaciones educativas tiene su propio punto de apoyo en estas primeras rudimentarias estructuras del actuar e interactuar.

No siempre los niños usan adecuadamente sus recursos; en la comunicación hay niños que presentan evidentes carencias en el uso de las palabras y gestos y que incluso teniendo el control suficiente hacen uso distorsionado. Un retraso evolutivo va acompañado por carencias de lenguajes, habilidades comunicativas que limitan la expresión personal en relación con las dificultades perceptivas, cognitivas o emotivas y por consecuencia deprimen las aptitudes relacionales.

El campo de la interacción del niño puede distinguirse en tres situaciones diferentes caracterizadas por interacciones inadecuadas por carencia de instrumentos de comunicación, interacciones adecuadas cuando los instrumentos y los modos de encuentro son idóneos y libres, interacciones distorsionadas cuando los instrumentos son idóneos pero los modos no son libres.

Por lo tanto es necesario que la intervención pedagógica facilite los auténticos intercambios relacionales y promover la construcción de una condición de “consenso operativo”. Este consenso deviene para toda atención y habilidad de confirmar las representaciones adecuadas en acoger a las inadecuadas.

En resumen se trata de aceptar a quien se presenta tal como desea presentarse, sin rechazos o evaluaciones extrínsecas y exigiendo un mínimo de coherencia así mismo y al contexto.

El niño necesita también que se le ofrezcan ocasiones para variar su representación. Se trata de tomar el dinamismo de las relaciones intersubjetivas no solo sobre la base de acciones o interacciones sino en vista de la posibilidad o de la disposición a construir relaciones interpersonales.

La capacidad de interactuar del niño y sus aptitudes sociales tienen una solida raíz en las experiencias familiares. La familia es el primer espacio social del niño.

Cada contacto interpersonal conduce a experiencias que se elaboran sobre la base de diversos factores: el contenido real de la relación, la situación en la cual se verifica y la disposición subjetiva.

Para el niño percibir al otro en la relación significa mientras tanto saber que hace el otro y atribuir a sus gestos un significado. Un carácter esencial de una relación es en efecto que cada interacción sea influida por las otras interacciones que constituyen esa misma relación.

Entre niños se construyen vínculos interpersonales que tengan connotación de relación y hay que tomar en cuenta hasta qué punto puede construirse a esta edad una relación educativa entre pares.

Por muy maduro que sea el niño del jardín de infantes, sus sentimientos son todavía inestables, no bien diferenciados ni coordinados entre ellos o conscientemente articulados.

En la relación con los coetáneos el niño encuentra una ocasión feliz para verificar y reelaborar sus experiencias emotivas. La mediación de los sentimientos es evidente en las relaciones entre los niños.

El grupo de pares en efecto ofrece al niño un campo de experiencia relacional relativamente neutro respecto del intrafamiliar.

El ambiente educativo de la escuela es para el niño una fuente de muchos acontecimientos significativos para su crecimiento personal. El niño transfiere en la escuela las tendencias emotivo-afectivas experimentadas en la familia y a estas se añaden instancias relacionales nuevas, incrementadas por la expansión de la experiencia y por la evolución de las necesidades.

Es bueno ayudar a un niño a comprender y expresar sus propios sentimientos para que pueda acceder a relaciones educativamente validas.

Es por ello que la esencia del deber educativo exige una sensibilidad, competencia e intuición, capaces de discriminar el significado de los comportamientos infantiles pero sobre todo el compromiso de promover comunicaciones significativas en beneficio del niño y su compromiso productivo y constructivo.

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