Ensayo sobre “El Matadero” de Esteban Echeverría

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Si vamos a los hechos, el gobierno de Rosas no tuvo nada de federal, ya que centralizó el poder en Buenos Aires, gozando del control de la Aduana, controlaba a las demás provincias, eligiendo sus gobernadores. Como vemos, el mote de federal era sólo una pantalla.

Los unitarios opositores, por su lado, intentaron golpes de Estado, y se resistieron hábilmente creando un clima de desprecio por la ley del gobernador federal. Rosas sin embargo no necesitó entrar en guerra, el temor que creaba la Mazorca fue suficiente para mantenerlos a raya, a tal punto que la gente se retractaba y se cuidaba de cualquier motivo de sospecha. Cualquier relación o complicidad con un unitario costaba la vida.

Los pensadores de la oposición, jóvenes como Sarmiento, Echeverría, Alberdi, Gutiérrez, Mármol, Mitre, etc. vieron el atraso que este estancamiento supondría para la patria. Se juntaban a debatir en una librería a la que llamaron Salón Literario. Allí estudiaban a los principales autores europeos, pero desde un punto de vista patriótico y aplicado a la realidad argentina. El país era según ellos un desierto no sólo geográfico, sino también cultural, y Rosas gobernaba sobre ese desierto. Su espíritu culto y progresista hizo que comenzaran una ardua resistencia filosófica, política, intelectual y artística contra la barbarie rosista; la libertad y el saber enfrentados al vasallaje y la ignorancia. “El matadero” (Echeverría); “Amalia” (Mármol); “Facundo” (Sarmiento) son claros ejemplos de cómo la literatura se puso al servicio de las causas de esta Generación. La violencia y censura contra ellos les costó el exilio, cualquier idea de progreso o que afecte la continuidad del señor Restaurador fue catalogada de antipatriótica.

Echeverría en “El matadero” describe la hostilidad del ambiente cotidiano de la sociedad federal. El unitario que aparece es despreciado de inmediato por no llevar la divisa punzó, y su aspecto aristócrata. Estos distintivos irritan a los carniceros, quienes lo linchan cual novillo y ven en él una oportunidad para divertirse torturándolo, cual traidor a la patria que ven en él. Echeverría se identifica con este joven, se siente perseguido, encarcelado, y sus carceleros hacen oídos sordos a sus convicciones, cegados por la propaganda que les vendieron sobre los unitarios. El joven unitario se resiste y nunca se rinde ante perder su honor, e increpa a los perros cobardes que lo torturan excusando su falencia de distintivos federales, y desnudando su vasallaje y sumisión que sin darse cuenta sufren del gobernador, a quien alaban.

A fin de cuentas, el régimen federal se basó en la infame persecución contra los “salvajes” unitarios, llámese a todo aquel que no piense como ellos creían. Al tener esta opinión polarizada cualquier acto inhumano quedará justificado, se usará la violencia y el terror para controlar a los hombres justos, libres que clamaban fueran escuchados, y automáticamente ellos son los infames que atentan contra su cerrada ideología popular, cuando los hechos exponen claramente que los salvajes, sin darse cuenta, son los mismos federales.