Familias y Jardines: construyendo vínculos; inédito;
Enviado por Helena • 3 de Mayo de 2018 • 2.843 Palabras (12 Páginas) • 306 Visitas
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Trayectorias escolares: debates y perspectivas. Abyg, Lucía e Íbalo, Cristina. En “Pensar la escuela” MEN. 2011. Páginas: 27 a 29.
Hablar de la inclusión de los niños, adolescentes y jóvenes en la escuela, implica reflexionar y generar una serie de estrategias que permitan sostener la escolaridad de los alumnos que transitan hoy nuestras instituciones. En este sentido se hace necesario volver la mirada sobre las trayectorias escolares de los mismos. Las trayectorias escolares pueden ser definidas como el recorrido que los alumnos realizan por grados, ciclos o niveles a lo largo de su biografía escolar. Entendemos que una trayectoria es regular cuando el alumno recorre el sistema con los tiempos y formas que la organización pedagógica instituida ha delineado para la escolaridad; es decir; un grado por año con avances anuales, inicios y finalizaciones prefijadas.
La escuela sigue siendo hoy el espacio público responsable de transmitir los saberes relevantes a las nuevas generaciones. A pesar de las dificultades que transita, de las modificaciones profundas que culturalmente atraviesa, sigue siendo ese espacio cotidiano de encuentro entre generaciones, convocadas para posibilitar otro encuentro; el de los alumnos con el conocimiento. En este sentido, poner atención a las trayectorias escolares de nuestros alumnos es asumir el compromiso de hacer efectivo el derecho a la educación de cada uno de ellos. Más aún, es pensar profundamente en la experiencia escolar que les ofrecemos porque allí se hace realidad o se desmiente también este derecho.
La alegría de enseñar. (O de la necesaria confianza en esta difícil tarea) Hay escuelas en las que los chicos y jóvenes aprenden; hay escuelas en la que los maestros y profesores conocen las realidades y limitaciones de sus alumnos pero no hacen de ellas una declaración de imposibilidad. Por el contrario, reconociendo los lugares de partida sostienen la escuela como espacio de oportunidad: “Tratamos de insertarlos bien, que tengan las mismas posibilidades, son iguales a todos, si ellos quieren seguir estudiando ellos tienen la posibilidad, En nosotras encuentran el respaldo...ellos te piden mucho, esperan mucho de la maestra.”3 El desafío puertas adentro entonces, en reconocer la experiencia educativa que brinda la escuela como constructora de subjetividad, partiendo de ese vínculo recíproco de confianza, de afecto entre el docente y el alumno que está en la base de las posibilidades de transmitir. Construir confianza significa una “apuesta al futuro”4 , apostar al otro antes de que actúe, confiar en que nuestros alumnos van a aprender, apoyarlos en el proceso de constituirse como sujetos capaces de conocer y superarse. Pensar la escuela como constructora de subjetividades y el lugar de los docentes en esta construcción permite imaginar otras condiciones en las cuales los alumnos tracen sus trayectorias. Es dar a la escuela la posibilidad de hacer diferencia, en la vida de los sujetos. Una imagen puede ayudarnos en este recorrido: recordemos la escena de Machuca entre el directos y el alumno:
Una escuela que permite que cada uno pueda escuchar su propia voz y hacerla escuchar porque se tiene algo para compartir. Una escuela que no supone lo que los niños “son o pueden”
Una escuela que se abre a la posibilidad de pensar y pensarse, lo que significa recuperar la escuela como el espacio público que habilita el encuentro con el conocimiento. Una escuela que en su construcción cotidiana deviene pública es una escuela que parte del principio de igualdad y discute el destino de los alumnos como “profecía autocumplida” del fracaso escolar, tal como sostiene. L Cornú6 :
Pineau, P. (2008). La Educación como derecho.
Poner el foco en comprender a la educación como derecho implica tener como punto de partida la comprensión del otro como “sujeto de derechos”. El otro - alumno no es un sujeto incompleto, un futuro peligro social o un “portador de intereses”, sino alguien que posee ciertos derechos, con “derecho” a ejercerlos, ampliarlos, y sumar nuevos. Entendemos, entonces, que la función de la educación es brindar herramientas, experiencias, saberes, estrategias, etc. para llevarlo a cabo.
En cierta forma, recuperar los “derechos de los sujetos” nos lleva a revisar algunas posiciones pedagógicas vigentes que ponen el centro en los “intereses de los sujetos” como el garante de construcción de mejores sociedades. En muchos casos, los “intereses” de los alumnos son comprendidos como elementos innatos y asociales a los que debe someterse la totalidad del accionar educativo. Esto es, no se concibe a lo que interesa a los alumnos como producto de experiencias sociales como el consumo y los medios de comunicación, sino como marcas identitarias propias y personales, “verdaderas”, que deben ser respetadas a rajatabla, por lo que todo intento de cuestionamiento y modificación es per se una práctica educativa autoritaria entendida como “imposición”.
Esa es la función de la educación: intermediar entre la realidad y los alumnos enfatizando los significados políticos, sociales y comunes de sus vivencias como forma de no quedar “pegados” a la crudeza y dolor de la realidad de la pobreza, y dar palabras, juegos y herramientas para pensar esa condición como responsabilidad colectiva. Este modo de intermediación habla de incluir las situaciones personales en marcos colectivos; y, desde esas perspectivas, habilitar sus análisis como tema común a todos permitiendo y acompañando su simbolización. Por eso, es importante que el espacio educativo marque una cierta diferencia con el entorno en el que se encuentra como una forma de “suspender” en su interior las reglas externas y así poder establecer la distancia necesaria que habilite nuevas comprensiones.
Nos propusimos enlazar la noción de “derecho a la educación” con términos como “amparo”, “cuidado” y “enigma”. Ahora, queremos sumar uno más: la generosidad. Educar debe ser, ante todo, un acto de dar. Pero no dar como el cumplimento de una ley moral o como una forma de “sentirnos buenos”, sino dar como una apuesta a los otros, como un acto de confianza.
Soto, C. (2010) Encuentros, escuchas y diálogos en el Jardín Maternal. El deseo de construir un espacio de encuentro cultural polifónico. Buenos Aires. Paidós
A través de las prácticas de crianza, familias e instituciones educativas, en tanto conjunto de subjetividades que se posicionan de acuerdo con sus propias reglas, imprimen importantes marcas en la construcción de la subjetividad, la conformación de identidad personal y social de cada niño, y
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