La etapa positivista

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Por su parte en Brasil, tras la abolición de la esclavitud en el siglo XIX se produjeron diversos cambios a nivel social, económico y político. Se fomentó la educación con cierta diferenciación: las personas del común y los antiguos esclavos recibían formación encaminada a prepararlos para la producción, mientras las clases altas recibían formación en el campo académico y militar. Dicha educación tuvo una gran influencia por parte de los modelos estadounidenses más que los europeos, sin embargo, el imitar modelos extranjeros hizo imposible crear un sentimiento de identidad respecto a lo visto. Un aspecto que se puede destacar es el reconocer que se requerían ciertas acciones para mejorar los procesos educativos tales como modificar los contenidos a enseñar de acuerdo a las necesidades o el contexto, mejor preparación del personal docente al igual que acceso a materiales adecuados.

Un autor que vale la pena mencionar es el Cubano José Martí[1], quien entre muchos otros planteamientos afirmó que la educación más que una simple instrucción, debe formar a las personas para la vida. Más que ver el trabajo como una obligación, es necesario concebirlo como algo inherente al ser humano y a la vida. Al ser algo natural, lo ideal vendría a ser aprender en el propio contexto, haciendo uso y referencia a los elementos propios del lugar de origen en lugar de copiar los modelos sociales y educativos de otros países, haciendo de la educación un proceso que no solo involucre la teoría sino también la práctica. Aun cuando las relaciones internacionales son importantes, hay que evitar el desprecio hacia la cultura propia estableciendo preferencias por lo extranjero. Otros autores como el puertorriqueño Eugenio María de Hostos[2], quien resalta la labor docente como seres formadores, quienes tienen la labor de transformar la sociedad al acabar la ignorancia y formar no solo en contenidos pero también en valores e ideales. Igualmente se contempla la importancia de la educación en campos como la política. Entre tanto, el argentino Juan Carlos Tedesco[3] concibió al sistema educativo como un órgano al servicio de un modelo de trabajo o formación creado por las clases dirigentes, viendo igualmente a la educación como un canal de ascenso y prestigio.

En resumidas cuentas, el positivismo inició una serie de procesos que hoy en día siguen teniendo efectos en la educación. El analizar y hacer reflexión sobre los procesos de enseñanza que se realizan y como mejorar estos es algo que realizamos al autoevaluarnos y observar que tan bien estamos haciendo nuestra labor y en que debemos mejorar. Considerar el contexto como elemento fundamental en los procesos educativos es una actividad que aun realizamos hoy en día al tratar de hacer que el contenido a enseñar sea significativo para los estudiantes. También es válido resaltar que una crítica frecuente hace tiempo como lo es la preferencia por lo extranjero sobre lo nacional, puede aplicar hoy día. Aún es común ver como personas e inclusos gobiernos exaltan y prefieren los modelos de países europeos y norteamericanos sobre lo nacional, lo latinoamericano. Un producto proveniente de otra parte, estudiar por fuera es más apetecido que permanecer en el lugar de origen. El problema no vendría a ser el aprender o relacionarse con otra cultura, sino el anteponerla sobre lo autóctono. La gratuidad y en algunos casos la obligatoriedad de la educación básica es algo muy notable de este período, pues el hacer la educación algo accesible para todos, clases altas y bajas ha sido determinante para desarrollar las habilidades y potencial de las personas, acercándose más al llamado progreso, ese estado de confort al que se aspira llegar aun cuando hay muchas cosas por mejorar en sistemas educativos como el colombiano, en el que todavía se requiere más inversión en infraestructura, materiales de trabajo, mejor preparación del personal docente y mayor accesibilidad.

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