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La niñez y el hacer politica.

Enviado por   •  26 de Marzo de 2018  •  4.995 Palabras (20 Páginas)  •  292 Visitas

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- una militancia partidaria socialista y anarquista portadoras de conciencia de las clases trabajadoras

- los estereotipos de género (lo que “debían ser” niños y niñas)

- las que se centraban en la pertenencia a clase: chicos pobres, no-pobres y ricos.

Hasta aquí, el niño y la niña, como sujetos pasivos, obedientes e incapaces en paridad con la mujer, están ausentes de cualquier participación en la vida social, en razón de su debilidad. Los niños eran invisibles, siempre que sus actividades se mantuviesen en el orden de lo prescripto; de lo contrario, sus transgresiones se evaluaban de diferente modo, uno de ellos, asociado a la idea de minoridad que como tal se incorpora en las prácticas jurídicas.

En su informe al Senado de la Nación, G. Mariani, describe de este modo la clasificación de minoridad: “cuando un niño o un joven se encuentra en situación de pobreza extrema, abandonado por su familia o en situaciones que eufemísticamente se llaman `especialmente difíciles´, se transforma en una categoría especial de ser humano: de allí en más será un Menor. En principio, un menor de edad es cualquier habitante de la República que aún no haya cumplido la edad que la legislación de fondo marca como mayoría de edad, y en el caso argentino corresponde a los veintiún años; sin embargo cuando concurren algunas circunstancias detalladas antes, este niño o joven, por obra de la declaración judicial y la posterior tutela del Estado, se transforma en un menor”.

Como lo señalaba Carli, en el período de 1910 a 1930 surge la idea de minoridad articulada con nuevas modalidades de institucionalización. La aplicación de un criterio jurídico sancionador mantiene institucionalizados, “privados de libertad a millares de niños y adolescentes por la mera falta de recursos materiales o el no funcionamiento de las instituciones encargadas de su desarrollo y protección.

La niñez, indudablemente útil

La expresión niñez evidencia su utilidad cuando es preciso redactar códigos, reunirse en convenciones o alivianar la redacción de textos, técnicas; el cuestionamiento no surge cuando la palabra habita campos discursivos que han sido gestados por profesionales en el contacto con niñas y niños.

Por medio de una operación semántica que inventó la niñez, se separó simbólicamente a niños y niñas de sus circuitos de pertenencia (hogar, escuela para algunos, la calle, el hospital, etc.) y se los universalizó. Al mismo tiempo se los concibió como miembro de una categoría de la cual serían fundadores; pero aun fundándola, esa categoría no les pertenece. Esta categoría abarcó a niños y niñas porque se imaginó conocerlos. Pero, cuando a fines del siglo XIX el psicoanálisis interpeló al sujeto y descubrió los contenidos del mundo psíquico de la infancia, construidos con fantasías, deseos, emociones y representaciones que poseen calidad consciente e inconsciente, fue preciso enfrentarse con una complejidad no prevista por quienes inventaron la idea y la semantización de la niñez.

Ese mundo psíquico se expresa en el exterior mediante aquello que los chicos hacen y crean cuando hablan, según sea la época y la geografía en que viven. Este contexto sitúa un lugar de los “chicos” que se evidencia en la cotidianidad y que coadyuva a posicionarlos según procedan como hijos, escolares, vagabundos, trabajadores, etc. O sea, cada niño y niña asumirá, como pueda, las diferentes posiciones que le han sido asignadas. Sus posiciones le son asignadas, hasta que los chicos zafan o eligen otras, diferentes de las previstas.

La palabra niñez transmitida de generación en generación no modifica los mundos que crean los niños para sí mismos, si exceptuamos su presencia en los campos discursivos que la incluyen. Los chicos son quienes están cambiando sus mundos y sus contextos, en tanto, éstos son parte constituyente de esos mundos.

Una vez instituida, la idea de niñez en la cual se sostiene la palabra, se fusionó con una determinada concepción de la pureza, la inocencia y la ingenuidad. Adquirió la consistencia de un concepto dominante incrustado en el imaginario social; instaura poder como vocablo que conlleva una idea a la cual no es preciso revisar porque “todos sabemos de qué se trata”. Congeló en una expresión la identidad de cada niño y de cada niña, y de ese modo naturalizó la categoría que los abarca.

Haber inventado la niñez como concepto derivó en la dificultad para tomar contacto directo con algunos de sus protagonistas: niñas prostituidas, niños y niñas discriminados, criaturas golpeadas, explotados en trabajos feroces y víctimas de toda clase de abusos. La aplicación de la frase “la niñez” tiende a invisibilizar a esta niña violada, a este chico explotado; nos ciñe a una palabra generalizadora y resbaladiza y esquiva las situaciones concretas que pueden recortarse en cada niño o niña personalizados. Es decir, se torna fetiche que opaca la falta de otras cosas, por ej., la vigencia de los derechos de niñas y niños.

Si los gobiernos no se comprometen, no hay niñez, sino víctimas

Un desvío perverso de la inclusión de la palabra niñez como un abstracto, fue la disociación entre el concepto y las prácticas; como si una vez circunscripto ese nombre, las prácticas lograran patente de consumación.

Este es uno de los puntos de inflexión: hasta donde alcanzan las declaraciones a favor de la niñez en boca de funcionarios y representantes gubernamentales, si no comprometen a los Estados en el cumplimiento de las mismas, es decir, si niñez no consigue asociarse con denuncia y reclamo de los derechos que es preciso enarbolar. Lograr dicha asociación es una de las políticas para la niñez que debe impregnar los programas de educación, de salud y de esparcimiento preparados para uso de los chicos, así como las leyes que se ocupan de ellos.

No se trata de exclusivo asistencialismo ya que éste mantiene la inequidad en su fundamento, sino del replanteo de los modelos de desarrollo que en América latina consagran la exclusión de millares de niños y niñas.

Nuestra mirada y nuestra escucha resignifica las actuaciones de niños y niñas en tanto sujetos de derecho, de deseo y los identifica como actores o agente sociales, esa resginificación es parte constituyente de las políticas para la niñez y nos abarca como actores sociales.

Las nuevas políticas

Hoy en día se modificaron los paradigmas que

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