Las prácticas culturales y la transmisión de conocimientos.
Enviado por klimbo3445 • 21 de Marzo de 2018 • 827 Palabras (4 Páginas) • 319 Visitas
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C) Nivel Interpersonal
Se destacan dos prácticas culturales, la música en el pueblo Guarayo y el tallado en madera del pueblo Chiquitano.
En este caso ambas transmiten conocimientos que se centran especialmente en la relación interpersonal entre el/la maestra/o, este tipo de prácticas culturales han logrado establecer espacios diferenciados de aprendizaje e incluso institucionalizados ,como la Escuela de Musica en Urubicha (guarayos)y la Unidad Educativa Técnico Humanístico de San Pablo (san Miguel de Velasco).estos espacios de aprendizaje no dejan de lado al familia ni a la comunidad, son experiencias valiosa para repensar la transmisión de conocimiento y las prácticas de valoración y evaluación desde los pueblos indígenas originarios.
EL CARÁCTER PRODUCTIVO-ESPIRITUAL DE LAS PRÁCTICAS CULTURALES
Las prácticas culturales entendidas como parte de procesos de socialización y de reproducción de la vida
Practicas espirituales
Practicas productivas
El maripeo
El tallado de madera
La música
La elaboración del chive
La chicha de yuca
La producción de papa
El arete guasu
La elaboración del hilo de oveja
Para finalizar podemos decir que las particularidades de las prácticas culturales pueden utilizarse como recursos explicativos para caracterizar las particularidades de la valoración y la evaluación.
De ahí que esta valoración y evaluación implica no solamente el individuo si no también la familia y la comunidad. Esta parecería ser una de las principales características de la evaluación en la educación comunitaria.
A manera de abreviar algunas de las principales conclusiones vertidas en la lectura, es posible señalar que la genealogía del concepto de “evaluación”, desde la tradición educativa occidental, muestra que la evaluación es una categoría social, y es más, en sí misma constituye una práctica de categorización social. Establece diferencias y, sobre la base de valores asociados con el “deber ser” y lo “socialmente aceptado”, promueve criterios de distinción: entre el éxito y el fracaso, entre la cohesión y la censura. Por ello, la evaluación podría entenderse como un recurso que genera circulación y acumulación de capital cultural. Entonces, cabe la pregunta: ¿quién o quienes deciden qué evaluar? Esta interrogante da paso a la dimensión política de la evaluación, que suele constituirse como un medio que sirve para adjetivar y legitimar (o deslegitimar), no solamente ya a los estudiantes en los procesos escolarizados o de educación formal, sino a las personas con relación a los paradigmas de la modernidad. Este planteamiento abre por lo menos dos caminos sobre los cuales hay que seguir investigando y debatiendo: uno referido al replanteamiento de la evaluación educativa como instrumento de transformación y cambio social, y, el otro, a las consecuencias de la institucionalización de las prácticas culturales en la escuela.
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