Más allá del cosmos

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En 1967 en la universidad de Columbia esta incógnita de Einstein fue asumida por John Clauser, un estudiante a punto de graduarse como doctor en astro física. Él descubrió por medio de una publicación del físico John Bell cómo saber si las partículas entrelazadas se comunicaban con una acción fantasmal o, por el contrario, no había nada fantasmal y las partículas ya estaban determinadas. Bell imaginó un experimento el cual podía ser realizado y Clauser construyó una máquina la cual podía saldar el debate. Aquella máquina podía medir miles de partículas entrelazadas y compararlas en muchas direcciones diferentes, a medida que los resultados se dieron Clauser se sorprendió. Un físico francés hizo pruebas más sofisticadas, determinando que el único modo en que medir una de las partículas pudiera influir directamente a la otra sería que una señal viajara entre ellas más rápido que la velocidad de la luz, algo que Einstein había demostrado como imposible.

Antón zeilinger, con dichas pruebas empieza a tele transportar pequeñas partículas individuales, en este caso, fotones de una isla a otra mientras se estudian los estados cuánticos de dichas partículas y, por la acción fantasmal el equipo podrá usar aquella comparación para transformar al fotón entrelazado en la isla distante en una copia idéntica del tercer fotón. Se extrae la información que trae el original y se realiza un nuevo original ahí. Ya han sido tele transportadas miles de partículas, abriendo la posibilidad de pensar en que si esto puede llegar más lejos, se llegaría a la tele trasportación humana. Aun así, estamos muy lejos de ello.

Algunos físicos han llegado a pensar que todas, a excepción de una de todas esas posibilidades que existen en el mundo cuántico desaparezcan y den un único resultado. En cambio, otros han llegado a pensar que todas las posibilidades no desaparecen nunca, sino, que cada posibilidad sucede, tan sólo que la mayoría sucede en universos paralelos al nuestro.

LAURA RAMÍREZ GARCÍA