Ponencia UNISINOS Nicolas Arata
Enviado por Christopher • 26 de Abril de 2018 • 6.331 Palabras (26 Páginas) • 277 Visitas
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Aún desde una posición menos radical, se asiste a una verdadera crisis orgánica de los sistemas educativos. En ese marco, las formas escolares han sido sometidas, en las últimas décadas, a un intenso proceso de revisión de sus fundamentos históricos. La diversificación de los espacios y los medios de acceso al saber, los crecientes desajustes de la identificación “grupo de edad-clase” propia de la enseñanza simultánea y graduada, la ruptura de las antiguas formas de articulación espacio-tiempo producto de la extensión de las redes informáticas, entre otros, han puesto en evidencia las profundas dificultades que presenta la forma escuela para dar respuesta a las demandas sociales contemporáneas. Las tensiones que estos hechos suscitan ponen en discusión la idea misma de tradición, advirtiendo sobre su falta de adecuación histórica.
En esta ponencia intentaremos desarrollar un argumento que establezca una distancia respecto de estas críticas. No es nuestra intención colaborar en el socavamiento de la institución escolar, sino en pensar alternativas para fortalecer e integrar en un diálogo más amplio, los saberes escolares y los saberes del trabajo que portan los sujetos. El camino elegido consiste en presentar el encuadre teórico-metodológico queordenó nuestra pesquisa en torno a los saberes del oficio.
El estudio de los saberes del oficio
En nuestro caso, la preocupación por el estudio de la enseñanza de los oficios reconoce dos grandes vertientes. La primera está vinculada con el campo de estudios de las relaciones entre educación y trabajo, desde una perspectiva que combina investigaciones que privilegiaron un análisis diacrónico a partir del estudio de casos (La fábrica del conocimiento) con el análisis teórico y la construcción de un campo problemático específico sobre la relación entre educación, saberes y mundo del trabajo. A partir de estos trabajos, fue ganando consistencia una línea de investigación propia que reconocía en estos estudios, sus antecedentes más importantes.
En efecto, se consideró que el estudio de la formación del artesanado –entendido como un sujeto colectivo constituido por relaciones pedagógicas y laborales- y el análisis de un tipo específico de conocimiento –el saber artesanal- constituían temas de investigación a partir de los cuales podían realizarse aportes significativos al estudio de las articulaciones entre educación y trabajo situados en el campo historiográfico educativo.
Una vía de entrada a estas problemáticas consistió en abordar la transmisión de los saberes ligados al trabajo artesanal en el marco del pensamiento social como una forma específica del asociativismo.[1] Esta primera aproximación intentaba registrar no sólo las experiencias colectivas exitosas y formalizadas de asociación (esto es, entre artesanos, o entre maestros, oficiales y aprendices) sino la multiplicidad de iniciativas informales, incluyendo las que ya se perdieron o las que no perduraron. Se trataba de realizar un ejercicio de reconstrucción historiográfica que no sólo atendiese las expresiones hegemónicas de los modos sociales de producción sino el trazo errático que siguieron sus alternativas menos conocidas o aún poco estudiadas.
Partíamos, para ello, de una constatación: en el contexto latinoamericano, la presencia de los oficios es tan vasta y significativa como compleja. Esta complejidad puede ser entendida bajo el signo de una tensión; la misma se debate entre la vigencia y el ocaso de los saberes artesanales. Por un lado, los saberes ligados al oficio –durante mucho tiempo considerados viles- alcanzaron, en algunos casos, tal renombre, que los primeros maestros, atareados como estaban en la penumbra de sus talleres, difícilmente hubiesen podido imaginarlo. La vigencia del saber artesanal constituye una marca particular de las culturas latinoamericanas y un registro singular desde el cual interrogar su configuración. Así lo entiende Antonio Santoni Rugiu, cuando afirma que:
“En materia de artesanado la realidad latinoamericana constituye un observatorio privilegiado, un libro abierto y muy significativo, absolutamente válido ya sea para darse cuenta del verdadero peso, no accesorio, de la pervivencia de la producción artesanal en estos territorios, o bien para motivar investigaciones históricas sobre la consistencia y las propiedades que el mundo ‘gremial’ latinoamericano tuvo en un pasado más o menos reciente”. (Santoni Rugiú, 1996: 37).
Desde diferentes áreas y perspectivas del estudio de lo social, se advierte sobre la importancia de considerar los saberes vinculados al oficio como objeto de análisis (Puiggrós, 2004; Waqcüant, 2006; Sennett, 2009). Particularmente desde fines del siglo XIX, estos saberes intentaron sobrevivir acorralados por un proceso industrial que se anunciaba inexorable. Y a pesar de que muchos de ellos fueron tocados de muerte, existe un creciente aprecio por aquello no producido en serie. La ponderación positiva que suele asociarse a la cocina de autor, el tejido artesanal o la confección de piezas de platería o la cachaca artesanal (ponderación que muchas veces se traduce en un valor económico ligeramente superior a su par industrial) constituyen buenos ejemplos. No se trata de fenómenos aislados o propios de sociedades tradicionales.
En la ciudad vista, Beatriz Sarlo describe la producción artesanal como una realidad tangible del mercado no formal y como un segmento que forma parte de los modelos culturales que se construyen en una ciudad para transmitirlos a sus propios habitantes y a sus visitantes ocasionales. Sarlo caracteriza la presencia de lo artesanal como un conjunto de “objetos inútiles”, de “apariencia pintoresca” pero revestidos por un “aura de autenticidad” (Sarlo; 2009: 47). Sobre su elaboración, sostiene que:
“Lo recargado, lo deforme y lo irregular evocan lo ‘hecho a mano’ [N] Todos remiten a una técnica del pasado aplicada a materiales actuales que permiten evocar lejanamente el efecto sin conocer de verdad el secreto del oficio.” (Ibíd.: 49)
Más allá de la sobriedad estética que reúnen estas piezas, importa detenernos en ese conjunto de técnicas del pasado cuyo secreto ignoramos. Éstas nos remiten a un primer aspecto del modo de producción artesanal: un corpus de saberes celosamente conservados de generación en generación. El valor que estos saberes encierran puede ser ponderado por el lugar que estos tuvieron en las relaciones intergeneracionales, no sólo como proveedoras de identidad sino como estrategias para la movilidad social. En cierta medida, toda artesanía se funda en una habilidad que requiere ser desarrollada en alto grado.
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