¿Qué pasó en la habitación “J”?

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de la misma comida todos los días.

Ya que Camila superó un poco lo vivido al lado su abuelo, al fin se decidió a utilizar también, la lustradora… conectó el lujoso refrigerador, el congelador… hizo instalar el televisor con control remoto y puso en marcha la enorme lavadora.

La lavadora era verdaderamente enorme: Camila tuvo que acumular varios kilos de ropa para poder utilizarla.

A lo largo de algunos días, Camila se fue acostumbrando a manejar todos los electrodomésticos heredados, tal como si hubiera sido suyos desde siempre.

El que más le llamaba la atención era el televisor a color, claro. Apenas regresaba a la habitación después de su jornada de trabajo y estudio, lo encendía y miraba programas de trasnoche.

Normalmente se quedaba dormida sin ver los finales.

Era entonces el molesto zumbido de las horas sin transmisión el que hacía las veces de despertador a destiempo. En más de una ocasión, Camila se despertaba antes del amanecer a causa del “schschschshhh” que emitía el televisor encendido.

Unas de esas veces, cerca de la madrugada de un sábado como otros, Camila tanteó el cubre cama medio dormida, tratando de encontrar la cajita del control remoto que le permitía apagar el televisor sin tener que levantarse.

Al no encontrarlo, se despabiló a medias. La luz platinosa que proyectaba el aparato más su irritante sonido terminaron por despertarla totalmente.

Entonces lo vio…

y un estremecimiento le recorrió por el cuerpo: la imagen del rostro de su abuelo le sonreía sin dientes desde la pantalla del televisor.

Aparecían y desaparecían en una serie de flashes que se apagaron tal como el televisor sin que Camila hubiera rozado el control remoto.

A partir de aquel sábado, el medio se instaló en la habitación “J” como un huésped favorito.

La pobre de Camila no se animaba a contarle a nadie de lo sucedido. ¿Me estaré volviendo loca?, se preguntaba aterrada. Le costaba convencerse de todo de cada uno de los sucesos que ya parecían parte de su vida.

Para aliviar un poco su callado pánico, decidió anotar en una libreta los hechos que solo ella conocía, tal como se habían desarrollado desde el principio.

Y anoto entonces, que…

-“La lustradora no me obedece; es inútil que intento guiarla sobre los pisos en la dirección que deseo… Pero no funcionaba, ella se movía por su cuenta. Antes de ayer, la licuadora se puso en marcha por si sola mientras yo colocaba en el vaso unos trozos de frutas… Resultado: dos dedos heridos.

El refrigerador siempre me daba sorpresas horrorosas, encontrando trozos de pelos canosos encima de los alimentos, aunque lo peor fue abrir el congelador y hallar una dentadura postiza, ella llena de horror la arrojó por el incinerador.

La desdentada imagen del abuelo continuaba apareciendo y desapareciendo de pronto en la pantalla del televisor durante las funciones de trasnoche. Mi gato, parece que lo percibe todo, se desplaza por toda la habitación casi siempre erizado con una mirada fija por aquí y allá, como si viera algo que yo no.

El único artefacto que funciona normalmente es el lavarropas… Voy a deshacerme de todos los demás aparatos, a venderlos o regalarlos mañana mismo. Durante esta siesta dominguera, mientras me dispongo a lavar una montaña de ropa”.

Se apaguen y se prenden las luces, por un momento se apaga todo y se prende el televisor por sí solo, Camila se acerca con tan solo el lápiz y ve la imagen de su abuelo y como se ríe.

Ella asustada fue al encendedor de la cocina y no prendía las luces, el abuelo desde el televisor le decía pronto nos veremos… se apaga el televisor y vuelve la luz, agarra su libreta, tratando de calmar lo sucedido prepara una ducha.

Camila salió del baño y fue a su cuarto a vestirse dando la espalda a la puerta, ella siente que alguien la persigue y la observa…

-¿No entiendo qué pasa?...

-Todo se siente muy pesado…

Cuando se voltea, una fuerte corriente la tumba en su cama, ella agarra lo primero que encuentra y se coloca una bata, al bajar las escaleras, se tropieza y cae, intenta apoyarse del sofá y cuando logra levantar la cabeza, ve al abuelo intenta ser silenciosa e irse pero él se voltea y le dice:

-Pronto nos volveremos a ver… (Y desapareció).

Camila desesperada agarra el teléfono, y trata de comunicarse con su hermano Héctor, pero no tenía mucha señal el teléfono, y no lograba caer la llamada, ella seguía intentando hasta que cayó la llamada y ella dice aterrorizada:

-Héctor, Héctor, Héctor…

Y le responden:

-Pronto nos volveremos haber… Y no volverás…

Camila aterrorizada tira el teléfono, sale corriendo.

Pasa un día y medio.

Sin noticias de Camila, su hermano preocupado fue a verla.

Al llegar a la puerta, Héctor ve mucha agua derramada, golpea y llama a Camila, nada que contesta, ni siquiera su teléfono, Héctor dice:

-Esto es muy raro… Piensa Héctor.

Llama la policía. Llega el Comisario con su gente, les ordena que tumben la puerta porque notaron que la puerta estaba bien cerrada por dentro.

Al tumbar la puerta Héctor entra junto con el Comisario y su gente a buscar a Camila por toda la habitación “J” desesperados por encontrarla rápido. Solo les quedaba la última opción de ir al baño y cuando entraron ven que la tina está llena de agua y pegada a la pared hay huellas de dos manos llenas de sangre, muy fuerte grito Héctor:

-¡Caaaamilaaaaaaaaa!.

El Comisario y su gente lo sacan de la habitación para calmarlo y poder investigar sin algún problema, los oficiales encuentran la libreta de Camila, se la dan a Héctor diciéndole:

-Camila