Un Ensayo sobre el Ensayo.

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La didáctica y la pedagogía, o andragogía, (según sea el caso) deben manejarse en armonía con la retórica, vaciando incesantemente gotas de pasión que contagien a quien lea, tal vez se lea cursi, y se pronuncie peor, aun así, hay que tener conciencia de que toda creación artística necesita transmisión de sentimiento. He ahí una referencia clara de la ambigüedad de un ensayo, donde la sencillez es la génesis de la complejidad; bien lo dijo Leonardo Da Vincci “la simplicidad es la mayor sofisticación”.

Podría explicarse mejor al realizar una analogía donde se compare el ensayo con una producción fílmica, donde la tesis o temática sea el personaje principal, el argumento se entendería como un personaje secundario pero de vital importancia, el director es el escritor y va a ir creando escenas por medio de la retórica y en cada una de estas se debe consensuar la cantidad de sentimiento plasmado en la actuación tanto de la temática como de la argumentación.

Para finalizar la película, el director debe dejar muy claro qué pasó o pasará con los personajes, puede cerrarse la trama de manera arbitraria o dejar a la imaginación del espectador el devenir de cada personaje de su historia.

En fin, las teorías afirman que el ensayo es un género literario que brinda cierta libertad y que carece de estructura rígida, incluso puede llegar a ser de corta extensión. Más aun así esa libertad debe usarse de manera inteligente, pero artística, didáctica, pero poética.

Es eso lo hermoso que esconde esta clase de escrito; es su ambigüedad, es su simplicidad y sofisticación, es en esa sencillez donde radica la posibilidad de convertir una opinión argumentada en una sutil obra de arte, y donde así como un ventrílocuo proyecta el sonido de sus cuerdas bucales mediante el diafragma, el autor usa la voz de su razón a través de su corazón y la plasma en el papel con sus manos.

Diciembre 2016.

ECS. Ángel Fernández

C.I. V – 15.846.734