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Viviendo la religiosidad.

Enviado por   •  20 de Marzo de 2018  •  3.898 Palabras (16 Páginas)  •  244 Visitas

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Antivalor ese, el de ser conquistado, lo cual en mi opinión ha sido un lastre que desde siempre ha acompañado a la mediocridad con justificación, pues para poder ser nombrado como un ser valioso en esta sociedad se tiene que ser “el más pequeño de todos mis hijos” [1]motivo por el cual el mexicano tiene la tendencia a empequeñecerse ante un igual.

La iglesia de María de Guadalupe ubicada en la delegación de Tláhuac, en una zona popular de clase media- baja, es algo así como un lugar que estampa a la perfección esto que comento, pues la comunidad que se reúne los domingos para celebrar misa, está a su vez subdividida en diferentes categorías según los horarios, en la mañana a la misa de 7 acude una población de personas en su mayoría de la tercera edad, pero van solos , sin compañía, se conocen entre ellos pues se saludan, se acomodan en lugares previamente establecidos, lugares designados en silencio dependiendo de la antigüedad de asistencia a ese horario, dependiendo también de la habilidad de relacionarse con el sacerdote, lo que me hace voltear la mirada a la manera de estar organizados en este templo.

Esta organización aunque pequeña tiene los roles bien establecidos, todos los que participan tienen un trabajo que hacer, sin embargo es curioso que varios de ellos no perciben un sueldo como tal, son más bien voluntarios los cuales me dieron la impresión de que ellos pagarían por pertenecer y ser nombrados como miembros de la iglesia, antes que recibir un salario.

Lo mismo pasa con los otros horarios, en la misa de 12 quienes participan se vuelcan al servicio, y son reconocidos como indispensables para la buena organización de la iglesia, aunque la población es diferente, asisten familias completas, con niños. Los niños asisten más bien obligados, con la ropa de la actividad que la familia ha designado para ese día y digamos que el comportamiento es aceptable, no se observan atentos al sermón, y los niños más grandecitos recitan las oraciones de cajón memorizadas por imitación.

Los padres están al pendiente, pero de lo que pasa en la Iglesia, de cómo se visten los otros, de si llevaron a un amiguito del hijo, que quien es ese amiguito, que quien es su papá, y se contentan con una respuesta tan breve como su propia atención en el sentido de la misa, pareciera que todos esperan ya la bendición que marca la posibilidad de irse, tal como lo hace un árbitro en un partido de futbol.

Tal actitud es simpática, pues a mi manera de ver este entorno social, no puede entender que significa el ser espiritual, pues parece que no han venido a atender lo que es el mensaje que se nos pretende dar, sino a ellos mismos dejar su propio mensaje, el cual justo comienza a la salida de la misa, donde ahora sí, libremente se interesan en los puestos ambulantes, en la algarabía de la comunicación y la comilona.

-Mamá, yo quiero una quesadilla, o un elote, o una empanada de azúcar.

-Pídesela a tu papá, yo no traigo dinero.

-Papáaaa, cómprame un algodón.

- ¿Ya te dijo tu mama que si?

- ¡sí!

-¿De verdad?

- Lo juro.

-Está bien, pero nada más uno porque ya vamos a comer.

-¡Quiero otro!

Vamos ahora a la misa de la noche, la de las 7, la población es otra, hombres, mujeres, niños, ancianos, un poco de todo, o un mucho de nada, no lo sé a ciencia cierta, pero se siente diferente, se percibe una atmósfera distinta, creo que el movimiento integra una sensación de consciencia, los niños, escuchan y parece que prestan atención, incluso preguntan. ¿Qué pasa? ¿Por qué? Si es la misma colonia, la misma Iglesia, incluso el mismo sacerdote, que cuestión acontece ahora, los niños no parecen desesperados y nadie tiene posición de en sus marcas listos….

La necesidad de una comunidad se crea a partir de la propia satisfacción que el individuo ha logrado en su forma de vida, esta comunidad situada en la periferia de la delegación está poblada de personas cuyas características se asemejan en cuanto a la relación entorno-economía, sin embargo el orden es lo que a mí me parece que está marcando la diferencia, un orden interior que está siendo fortalecido por el constante aprendizaje, pues a diferencia de los otros horarios la categorización de roles, está establecida pero de una manera consciente, parecería que el establecer acuerdos ha funcionado, esto podría explicar la conducta de los niños quienes son retenidos en sus lugares sin estar precisamente forzados.

La atención que prestan los adultos a la misa es visible, como si se tratara de una clase donde el maestro es esa especie de encantador de serpientes. Termina la misa y los padres esperan a los chicos y a los ancianos, a la familia y todavía se dan el tiempo de ir por agua bendita, se acompañan, y lo que alcanzo a escuchar, es en referencia a la próxima semana, que se espera que sea buena. Y es que los individuos se agrupan con quienes tienen intereses o vidas semejantes.

Las necesidades son parecidas, la manera de satisfacerlas, es lo que marca la diferencia.

¿Quién no tiene necesidad de alimentar su espíritu? Allá en la colonia La Florida también se tiene esa necesidad, los domingos con una única misa a las 10 de la mañana la comunidad en su mayoría del Colegio La Florida, asiste puntualmente a la celebración, en la capilla del colegio, una institución religiosa organizada de diferente manera, dónde el servicio es apoyado por religiosas que viven en instalaciones adecuadas a un costado de la escuela.

La población que asiste a misa, es un tanto diferente el entorno económico es más holgado, es una clase B ó B+ la que asiste, las familias se miran como que es precisamente la misa la actividad principal del día, la comunidad está conformada por adultos, adultos mayores, niños y de manera sorpresiva adolescentes, existe cordialidad e incluso un ambiente que pareciera una extensión del entorno académico, un grupo de madres recibe a los asistentes y los apoya por si surgiera una necesidad, se escucha la misa sin que los papás estén paseando a los niños o instando a los adolescentes a guardar silencio o a poner atención.

Comienza la misa y entonces se devela el misterio, el sacerdote es un líder carismático, que genera un ambiente de empatía con los asistentes, habla de los hechos actuales pero le da un tono

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