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Aldous: tus angustias y las mías

Enviado por   •  29 de Marzo de 2018  •  2.701 Palabras (11 Páginas)  •  354 Visitas

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Creo yo que poner estas dos concepciones como pilares iniciales puede ser una forma muy fructífera de analizar el libro, y crear una postura frente al mismo. Así que procuraré seguir un orden, y abordar esas angustias de Huxley de la siguiente manera.

Primero, desde la concepción del realismo en la literatura.

Obviando, por el momento, la forma ficcional del libro y sus interpretaciones filosóficas, sociales, etc, que por vox populi podríamos dejar ahí, aunque no es la gracia, me gustaría hacer mención de aspectos que encontré yo, y que me parecieron curiosos, más allá de toda la ideología moralista de lo humano que hay de base, aunque probablemente hable de ello después. También podríamos obviar la idea que representan los personajes (Don Marx, Lenin trasvestido, etc… y un tal Helmholtz Watson que por capricho me gustaría creer que es Engels).

Saliéndonos un poco del formato académico que he procurado seguir, estas relaciones que no sé si tengan que ver, me causaron un poco de gracias, como me lo hicieron por separado antes, y es la relación biográfica (en el sentido un poco más estricto de la palabra) entre Marx, y Bernard TocallodeapelidodeMax, y razón por la que me divierte creer que Helmothz es Engels. Dejándolo a la interpretación del lector, citaré la cronología biográfica de Marx adjuntada en la edición Sarpe de “El Manifiesto Comunista”:

- 1845 A petición del gobierno prusiano es expulsado de Francia como revolucionario peligroso. Junto con Engels escribe La sagrada Familia y La ideología alemana.

- 1848 En febrero aparece en Londres la primera edición de El Manifiesto Comunista; poco tiempo después estalla la revolución y es expulsado de Bélgica.

- 1849 (…) Marx es juzgado (…) y en mayo es expulsado de Alemania.

Aunque no sigue al pie de la letra, me pregunto si Huxley puso en apuros patrióticos a Bernard por coherencia y eficacia de la historia, o para retratar más a fondo a Marx. (Muy chistoso).

Mi vida es un erial

Flor que toco se deshoja;

Que en mi camino fatal

Alguien va sembrando el mal

Para que yo lo recoja.

Sin embargo, es ésa parte de la interpretación y trabajo de espectador que hace Marx. La forma de cultura capitalista también se ve reflejada en la forma de vida de los habitantes de Utopía. Pero eso va más adelante.

Desde mi punto de vista, una de las cosas más inquietantes que plantea allí, es el sistema sexual que se maneja, donde se expulsa de la forma humana el amor, y, en general, los sentimientos, a lo que repudiaría después el personaje John, que viene de una educación chapada a la antigua. Este chapado a la antigua se presenta de forma muy curiosa, pues es el resultado del atraso, la forma en la que el capitalismo concibe la antigua cultura, y da un proceso parecido al de la traducción de la biblia por Lutero y el uso de los nazis de la iglesia luterana y del mismo capitalismo, pero en ese sentido profético futurista que le pone Huxley, que si bien pareciera exagerado, nada muy lejos de la realidad. Volviendo al tema, este sistema sexual también es una concepción un poco futurista, aunque de todas formas se alcanzó a presenciar en las angustias de su época, y es lo que pondría Foucault al inicio de la historia de la sexualidad, como el regreso a la era victoriana, y el excesivo desprendimiento culpable que nace de esta. Aquí Foucault dice que antes de esta forma de censura del tema sexual, era el tema genital parla cotidiana a la hora de la cena, en frente de los niños “Todavía a comienzos del siglo XVII (..) Las prácticas no buscaban el secreto; las palabras se decían sin excesiva reticencia y las cosas sin demasiado disfraz”, sin embargo, después, dice “la sexualidad es cuidadosamente encerrada (…) La familia conyugal la confisca”. Hasta comienzos del siglo XX, donde, según él, empieza una era de liberación sexual, que concluiría en una necesidad absurda de “sexualización de la vida”, donde pareciera que el mundo tuviera la necesidad de ser explícito, obsceno y pornográfico para recuperar nuestro pasado victoriano. Y esto, publicado a comienzos de los setentas, sería el inicio de un exhibicionismo de lo erótico que vendría incrementando, y parece a profecía de Huxley el clímax, donde Lenina pueda tener relaciones diarias sin pensar en amoríos y sufrir por traiciones, consumiendo humanos hasta la inalcanzable satisfacción consumista.

Es la forma de abordar sus angustias, la de ver cómo el mundo se vuelve cruel, vil e inhumano mientras todos sonríen. La de una sociedad que nace con moldes, donde incluso la intelectualidad es una forma de consumismo. No sé qué angustia tenía Huxley al poner la hipnopedia en su Mundo Feliz, pero a mí me hizo pensar en la forma intelectual de nuestros días, en la que estamos presos –o casi presos–, donde el ser humano mide su inteligencia i veracidad intelectual, no por su potencial humano en bondad, dignidad, honradez respeto o autonomía moral, sino por cuánto conocimiento haya consumido; un conocimiento insípido, y poco placentero; un conocimiento que no es conocimiento sino memoria, que se resume en cuánto puedes recordar, cuántas fechas, cuántos datos, cuántos nombres, cuántos conceptos sin entender, cuántas filosofías sin interiorizar: cuántas respuestas en el examen eres capaz de acertar. La gran angustia de las humanidades hoy en día, que acaban de empezar una disimulada guerra fría con las ciencias exactas en Colombia. Diría que a él también le repudia. Le repudia ese sistema de engullir dogmas. Lo que él pondría ficticiamente en su educación hipnopédica como cátedras de “Me gusta tener vestidos nuevos. Los vestidos viejos son feísimos. Nosotros siempre tiramos los vestidos viejos. Tirarlos es mejor que remendarlos”, aquí nacemos a “sabiendas” de que la única cultura enriquecedora es la occidental, y el que más páginas haya leído más inteligente es. Sumado a ese afán de novedad que se ve reflejado en la cátedra que inventa Huxley para aquel mundo no tan ficticio, que podría verse como ese término hegeliano que se ha venido acogiendo: el zeitgeist. Este sistema de conocimiento “hipnopónico” también sería después criticado por William Ospina, en la lámpara mágica, adjudicando el problema de la sobrecomunicación, en donde hay tanta información en tantas partes, a disponibilidad de todos, a tal magnitud, para que todos consuman, que nadie sabe qué hacer, y al final, en la época de la informática nadie

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