Argumento del primer capitulo
Enviado por Rimma • 5 de Septiembre de 2018 • 3.473 Palabras (14 Páginas) • 362 Visitas
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Habla sobre la evolución reciente del hombre la sobrepoblación, la vaga vulgaridad que se apoderó de todo. Beatty fuma su puro tranquilo, sin prisas. Mildred quiere acomodar de repente la almohada del enfermo quién reacciona bruscamente. Mildred insiste, Montag suplica. Entonces ella encuentra el libro. Montag explota y ella prefiere irse . Ahora concluye Beatty precedente de su argumento, un libro es un arma cargada en la casa vecina y tenemos que quemarlo. Quién sabe cual podría ser el objetivo del hombre que leyese mucho.
Montag pregunta por Clarisse y Beatty le cuenta que ya tenían su expediente y antecedentes, su tío era considerado un antisocial aunque admite que jamás les encontraron un libro. (De paso se nos cuenta que la edad de ingreso a la escuela se fue poco a poco reduciendo para que el estado se encargue de la educación del niño) El problema con Clarisse, continua Beatty es que siempre preguntaba del por qué de las cosas y eso a la larga resulta nocivo para la sociedad. Lo mejor que le pudo haber ocurrido, concluye Beatty, es que haya muerto.
Básicamente se tiene que evitar que la gente piense pues es el camino de la melancolía. Mantenerlos informados con sucesos cotidianos para que tengan la impresión de que están informados. Los bomberos son los guardianes de la felicidad pues alejan a la gente de cuestionamientos que jamás responderán.
Ningún libro contiene algo que valga la pena. Pero, agrega Beatty, si algún bombero lo vence la curiosidad y se llevará alguno a su casa, tendría 24 horas para convencerse de los absurdos que son, de lo contrario, los bomberos se harán cargo del trabajo.
El capitán Beatty se va, Mildred se pone a conversar con la TV gracias a que tienen un Conversador el cual personaliza las teles para que el presentador, dirigido a las multitudes, diga el nombre programado para que pareciera que se dirigiera directamente a ella, a Mildred.
Montag llama a Mildred y de una toma de aire saca uno por uno, varios libros ante la estupefacción de su esposa.
Al acabar, la mujer tiene el primer impulso de tomar uno y quemarlo, Montag la detiene compartiendo sus conflictos internos, de pronto, tocan a la puerta. Ambos se paralizan del miedo. Vuelven a tocar.
La criba y la arena.
La tarde transcurre entre frases y hojas leídas. Mildred no comprende el interés de su marido por aquellos objetos prohibidos. Montag recuerda a Clarisse y trata de compartir el tema con su esposa. ¿Por qué he de leer un libro? Pregunta ella.
No por qué, sino para qué, responde. Montag recuerda también a otra persona. Un anciano de nombre Faber, que 40 años atrás había pertenecido a la última generación de profesores de literatura pues, la escuela cerró por falta de alumnos.
Mantuvieron una conversación en torno a los libros. El viejo incluso recitó un poema y sin saber que su reciente compañero era bombero le dio un papelito con su dirección anotada. Mildred ríe mientras conversa por teléfono. Montag busca en sus archivos y encuentra la dirección de aquel anciano que nunca volvió a ver. Montag marca el número telefónico y luego de identificarse pregunta al sorprendido anciano si existen ejemplares de la Biblia, u obras de Platón o lo que sea.
Faber contesta que ninguno y cuelga el teléfono.
Montag regresa con Mildred y le enseña un libro. El Antiguo y Nuevo Testamento y añade que probablemente sean los únicos del mundo. Mildred se enoja de sobremanera y le pide que regrese o queme los libros. Montag le dice que antes de regresarlo al capitán Beatty, debe asegurarse de tener un duplicado. Mildred despide a Montag con algunas frases absurdas, Montag se va.
En el camino, Montag piensa en memorizar alguna parte de la obra. Cuando entra al metro, la permanente voz que anuncia dentífricos le niega completamente la concentración. Montag no puede pensar otra cosa más que en el producto anunciado. Afuera de la estación y un tiempo más, el eco del comercial retumba sin parar en el cerebro de Montag.
Montag va rumbo a casa de Faber, al llegar, éste le dice que se vaya pues no ha hecho nada malo. Montag le pide que lo deje entrar, al entreabrir la puerta y ver un libro, Faber accede a que Montag entre. El anciano se estremece con el objeto y con extremo cuidado lo hojea. Faber se lamenta de lo transfigurado que se han vuelto los pasajes bíblicos y su contenido mercadotécnico. Luego le pregunta a Montag el motivo de su visita. Montag contesta que nadie escucha, que su esposa se la pasa hablando con el televisor, nadie escucha nada y él tiene algo que decir. El Viejo escucha el desahogo de Montag. Hablan sobre los libros. El libro no es tan importante sino el contenido mismo.
El anciano se llama a sí mismo cobarde por no haber alzado la voz cuando de joven pudo hacerlo. Los libros, para Faber, tienen poros y los libros muestran los poros del rostro de la vida.
Ahora todo se reduce a que la gente no piense. La televisión de cuatro paredes nos dice constantemente que pensar y que uno piense que tiene la razón.
Faber enseña a su huésped unos pequeños tapones de goma que indudablemente se usan en los oídos. Montag recuerda de inmediato el anuncio del dentífrico. Montag piensa hacer algo al respecto y le pide ayuda a Faber.
Montag se ofrece a conseguir libros y reproducirlos. Faber duda en cooperar. Montag tiene su plan. Conseguir la cantidad de libros posibles y ponerlos precisamente en las estaciones de bomberos para que no haya más remedio que terminen ardiendo. Habría que reclutar viejos letrados inconformes; actores, poetas censurados, etc. Faber se niega ayudarlo en tal locura. Montag le pide de regreso la Biblia y comienza a deshojarla hoja por hoja. Faber reacciona y accede. Le pide que traiga todo el dinero que posea para un viejo impresor que conoce, luego, Faber enseña a Montag un chip que se coloca en el oído y permite la comunicación a distancias considerables. El chip –diseño del mismo Faber- es colocado en el oído de Montag quien sale de casa de Faber comunicándose con él.
De regreso en casa Mildred recibe la visita de Mrs. Phelps y Mrs. Bowles. Montag interrumpe su cena apagando la televisión, motivo de conversación de aquel trío de mujeres. Hablaron sobre la guerra. Ambas señoras respondieron por sus maridos que, por pertenecer a la armada, iban y venían de casa.
Montag pregunta por sus hijos. Mrs. Phelps le recuerda que no tiene ninguno. Mrs. Bowles habla de los suyos. Surge una discusión al respecto. Mrs. Bowles se defiende Tengo a los niños en la escuela nueve días de cada diez.
Me entiendo con ellos cuando vienen
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