Cuento: La Ciudad de la Luz
Enviado por mondoro • 6 de Noviembre de 2018 • 1.358 Palabras (6 Páginas) • 382 Visitas
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Nunca consideré que los siguientes minutos de mi vida me podrían ocurrir. Tan solo cinco minutos después del despegue experimenté, junto con todos los otros pasajeros, algo terrible. A lo largo del avión se escucharon golpes fuertes, quise interpretarlo como una típica turbulencia, pero sabía que era algo más que solamente eso. Los pasajeros comenzaron a subir la voz y mi ritmo cardiaco aumentaba. Al mirar hacia mi ventana, una grande nube negra invadía mi visión. Las palmas de mis manos disminuyeron mucho su temperatura, las asemejaba con hielos. Las voces se convirtieron en gritos. Aún con las altísonas exclamaciones de las personas podía escuchar los latidos de mi corazón. Miré hacia las ventanas del lado opuesto e igualmente estaban invadidas por un humo negro. El llanto y la desesperación comenzó a apoderarse de mis alrededores. Ante esta situación, comencé a recordar que esta mañana ni siquiera abracé a mis padres para despedirme de ellos; una lágrima derramó por mi mejilla. ¿Cómo era posible que esto estuviese sucediendo? Me sentía tan aturdido que me volví sordo por los siguientes minutos. Solo miraba a mis lados sin poner atención a lo que el capitán decía por el micrófono. Me di cuenta después de que el estadístico a mi derecha inspiraba seriedad, no reconocía yo expresión alguna en su rostro, parecía tan relajado. No razoné el por qué de su indiferencia ante tal situación. Continué sintiendo mis manos heladas, y las lágrimas en mis mejillas eran calientes, pues mi temperatura corporal había disminuido considerablemente. El señor a mi derecha se puso una mascarilla de oxígeno y sin que yo hiciera movimiento alguno, me puso él una igual. Lo último que recuerdo haber observado es el rostro del estadístico, con tal seriedad y atención, sin expresión alguna.
Al volver a la conciencia, me encontraba recostado sobre el pecho y entre las piernas del pasajero que estuvo a mi derecha, su mano estaba haciendo presión sobre una herida en mi pecho. Sentía un dolor muy fuerte en mi pierna izquierda; en la derecha no tenía sensación alguna. Sobre mí hallábase un árbol alto y frondoso. Noté que a unos cien cincuenta metros de distancia se encontraba el avión, o mejor dicho, la mitad trasera de él, en la que me encontraba yo. No quería imaginar que había sucedido con la otra mitad y a las personas en ella. Intenté girar mi cabeza hacia los lados para ver si otras personas estaban presentes pero no logré hacerlo, pues un dolor agudo lo evitaba. Sin embargo, estar consciente de que mi corazón seguía latiendo era motivo suficiente para estar conforme, y sobre todo agradecido con el señor entre cuyas piernas me encontraba. Veía repetidamente en mi cabeza la imagen del estadístico con una actitud seria, relajada y atenta. ¿Cuál era la probabilidad de que un estadístico se sentara a mi lado para hablar sobre la probabilidad de un accidente aéreo y que en realidad sucediera? Al menos estoy seguro de que es diez veces más probable tener un accidente en un taxi cuyo conductor hablara de lo mismo. ¿Tenía que ver la profesión de este señor cuya edad es medio siglo con su actitud en el momento de los hechos? ¿Cuántas cosas sobre probabilidad y estadística relacionadas a accidentes de avión sería necesario tener en cuenta para actuar de la manera mencionada? Por el momento preferí cerrar los ojos, dejar de pensar y escuchar los latidos de mi corazón, los cuales serían probablemente los últimos que escucharía.
Es en estos instantes en que el joven que soñaba conocer la Ciudad de la Luz, conoce lo que es vivir en el presente. Sin arrepentimientos del pasado, sin preocuparse por el futuro, simplemente estar consciente del aquí y el ahora. Se encuentra a sí mismo, quien siempre ha sido y siempre será. Lo que tanto estuvo buscando siempre ha estado presente, siempre actual, eterno; encuéntrase en la perfección.
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