EDUCAR Y CUIDAR, DOS TERMINOS INSEPARABLES. Claudia Gerstenhaber.
Enviado por Jillian • 26 de Febrero de 2018 • 1.991 Palabras (8 Páginas) • 1.727 Visitas
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La perturbación inmediata durante el ingreso en una institución parece guardar relación con: la separación de todas las personas a las que el niño se siente apegado; una falta de oportunidades para formar nuevos apegos (continuo cambio de personas de la asistencia), y un entorno extraño.
Estos datos aportan información para la toma de decisiones, ya que nos obligan a tener ciertas prioridades a la hora de panificar los ingresos.
Por otra parte, tenemos que estar atentos, ya que la necesidad de apego puede activarse ante diversas circunstancias que no siempre aparecen definidas claramente.
Un niño con un apego seguro esta mucho más dispuesto al juego y a la posibilidad de alejarse para explorar al mundo, conocer y aprender. Los estados de ansiedad inhiben la posibilidad de juego e intensifican la búsqueda de apegos. El establecimiento de vínculos de apego implica una interacción recíproca entre él bebe y el adulto, en el que ambo participan en un rol activo, y en el cual el adulto se encuentra en condiciones de interpretar y comprender las demandas del niño.
La tarea pedagógica cosiste en proveer reaseguros emocionales que favorezcan que el niño se sienta confiado para tomar iniciativas de exploración de los objetos que lo rodean. Además se debe trabajar con los padres o con las figuras del núcleo familiar del niño y pensar estrategias para mantener sensible el vínculo con el núcleo familiar, para concientizar a los padres de la importancia de mantener vivo y sensible el intercambio con su hijo.
Se debe sustentar en la necesidad de instalar un modelo de funcionamiento escolar significando la tarea pedagógica como una propuesta de enseñanza y aprendizaje de contenidos escolares. Se debe tomar conciencia de que los niños pequeños necesitan cuidados especialmente planificados para ello, no una versión en escala reducida de un programa diseñado para niños mayores.
La exposición constante a las problemáticas de los niños que se encuentran bajo cuidados institucionales provocan que aun el profesional mejor intencionado se habitué a los estados de ansiedad de los niños y se defienda de la preocupación que estos le causan. Si el docente evita la preocupación buscando explicaciones que lo tranquilizan momentáneamente, pierde la motivación para descubrir que es lo mejor para el niño.
La formación de los docentes y las condiciones institucionales
Para poder responder a las demandas infantiles, la docente debe poseer elementos teóricos prácticos necesarios para aprender a observar a los niños e interpretar sus comportamientos, deben leer el lenguaje, las diversas formas de expresión de los niños pequeños (gestos, miradas, vocalizaciones, temperatura del cuerpo). Se trata de un texto para el cual tenemos que alfabetizarnos. Cuando no se comprende lo que el niño demanda se corre el riesgo de hacer interpretaciones erróneas llevando a acciones erróneas.
Tradicionalmente, la formación de los docentes se ha centrado con preferencia en la adquisición de saberes vinculados a las diferentes disciplinas y a las cuestiones didácticas y pedagógicas, concebidas como un campo limitado a aspectos metodológicos e instrumentales (el saber y el saber hacer).
Actualmente, se plantea una propuesta pedagógica con un enfoque clínico, esto implica el abordaje integral de la formación. Se propone una formación que además de operar con el saber y el saber hacer, opera con el saber ser; el cual compromete los aspectos subjetivos más profundos de las personas (el docente además de pensar y actuar; siente teme, desea). Esto conlleva a comprender la relación pedagógica como una relación que se establece entre sujetos con sus aspectos conscientes e inconscientes.
Los procesos del inconsciente son cuestiones que han sido resistidas y consideradas no pertinentes en los ámbitos académicos de formación de educadores, en el pasado la inclusión de los saberes psicológicos en general y del psicoanálisis en particular genero experiencias poco satisfactorias, que pueden haber intensificado las resistencias y rechazos a los enfoques clínicos en los ámbitos de formación. Sin embargo, en la actualidad la formación de los docentes ha sido subestimada en sus aspectos psicológicos. Es así que no encontramos con maestros que poseen los elementos teóricos-prácticos necesarios para encarar y comprender las relaciones con los niño y el trabajo con sus familias.
Los autores advierten que los niños pequeños necesitan intimidad y familiaridad. En una institución deben buscarla dentro de un marco grupal-social de relaciones complejas entre pocos adultos y un gran número de niños, donde los adultos entran y salen con frecuencia y donde las relaciones con ellos están marcadas por una intensa competencia y rivalidad con los otros niños. Este sistema resulta inadecuadado y acrecienta la innecesaria tensión en lugar de aliviarla.
Otra defensa consiste en minimizar la importancia de una relación individual establecida en el tiempo, entre el niño y un adulto en particular, cuando son muchas las personas que atienden al bebe durante el día.
En conclusión, las instituciones deben proveer de espacios para la reflexión de las prácticas. Las actitudes defensivas solo pueden regularse mediante un trabajo colectivo y sistemático en el interior de las instituciones, debemos esta advertidos con respecto a los espacios de encuentro. Cuando los encuentros de personal se realizan en forma esporádica, no logran cumplir su función, porque muchas veces se utiliza el espacio para descargar tensiones, para la queja y la culpabilización. Por lo que se requieren dispositivos que garanticen un trabajo de reflexión y formación continuo.
Debemos resignificar la propuesta educativa entendiendo que educar y cuidar no son propuestas inseparables. Debemos educar mientas cuidamos y cuidar mientas educamos. El cuidado alude a la sensibilidad para responder a todas las demandas del niño. Esta sensibilidad se construye, se adquiere, a través de un complejo proceso de formación que no puede ignorar los aportes de los enfoques clínicos. La función pedagógica del jardín debe desarrollarse en una institución que provea al niño un entorno seguro emocionalmente.
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