ENSAYO MERCADER DE VENECIA.
Enviado por Eric • 27 de Diciembre de 2017 • 2.168 Palabras (9 Páginas) • 594 Visitas
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Mencionado lo anterior, la sentencia no es solo el resultado de la aplicación de la ley dentro del contexto de un proceso por el incumplimiento de un contrato, sino también es esta obra vemos que es el resultado de una costumbre religiosa, por lo tanto, la costumbre establece que la ley es inalterable, pero no osbtante esto, el simple hecho de que el joven abodago Baltasar, recuerde al público presente en el Tribunal de Venecia, el compromiso de cumplir con la aplicación de la ley, hace que el judío se refiere a que es un “Daniel quien nos juzga” rememorando lo establecido en las Santas Escrituras y en la Biblia, es decir, el Juez es el intérprete de la Ley que dicta la sentencia en cada caso en particular”.
Tras mucho discutir Baltasar (Porcia) da la razón a Shylock y admite que éste, por ley puede cobrarse la libra de carne, siguiendo las reglas del derecho contractual, obviamente todo contrato debe cumplirse de acuerdo a las clausulas estipulas en el mismo, pero la dificultad estriba en que sólo puede ser carne y que no se puede derramar ni una sola gota de sangre, puesto que eso no está establecido en dicho contrato, lo que Baltasar demuestra que la cláusula que Shylock que pensaba reclamar era inejecutable desde un principio, puesto que contravenía disposiciones de orden público que cuidan la integridad física de la persona a lo que mi argumento es a favor, puesto que Antonio era un viejo cristiano, que tenía garantizados su derechos por el Estado al ser ciudadano y que además está por encima de lo pactado. Por consiguiente, precisamente al atentar la cláusula penal contra la vida y la salud del deudor, Baltasar pide como compensación económica la mitad de los bienes de Shylock a favor de Antonio (lo que entenderíamos nosotros ahora como una reconvención o “contrademanda” del emplazado) y la otra mitad en confiscación a favor del estado veneciano por haber contravenido el acreedor normas de orden público de carácter imperativo.
Se podría alegar en defensa del acreedor que el daño nunca se llegó a materializar. Antonio nunca puso en peligro su vida o su salud, en vista que Shylock no pudo ejecutar la cláusula penal, lo cual es cierto; pero si bien no existe un daño físico, podemos argüir que sí existió un daño moral o afectivo a la persona. Shylock expuso a Antonio a los avatares de un juicio, al cuestionamiento de la reputación de su buen nombre como comerciante, cuando lo que solicitaba de la justicia era algo imposible de ejecutar. Por añadidura, el temor de Antonio a perder la vida por cumplir la cláusula le ocasionó un sufrimiento inimaginable (“estrés agudo” diríamos actualmente), mereciendo un resarcimiento económico por el daño emocional sufrido.
Existe en la obra una tensión entre el sentido de justicia y la legalidad. La justicia entendida como caridad, conmiseración hacia el otro, tratando de hacer entrar en razón a Shylock a fin que se desista de sus sanguinarias pretensiones. En contraposición este último se basa literalmente “en lo que dice la ley” o el convenio contractual, no importa si es justo o injusto, no importa si aún es a costa de la vida de un ser humano, sino en lo que está pactado; y, como vemos, al final se resolverá esa tensión entre la pretensión de Shylock y la absolución de Antonio gracias a una “tinterillada”: No interesa quien tenga la razón o de qué lado se encuentre la justicia, sino quien es más hábil para ganar el proceso.
Tomemos en cuenta que Baltasar salva a Antonio gracias a una triquiñuela legal, bastante discutible, algo así como buscar la coma o el punto de la ley sobre la esencia de la misma, y si bien pudo ser por una “causa justa” (Bassanio, amigo de Antonio, dice: “Os suplico por una sola vez que hagáis flaquear la ley … haced un pequeño mal para realizar un gran bien”), no es menos cierto que se trata de “sacarle la vuelta a la ley”.
Para terminar, y como ya fue anotado por otros autores, existe una crítica social encubierta de Shakespeare hacia los cristianos que se escudaban en su condición de “herederos de Cristo” para aprovecharse de los otros, en este caso de los judíos, que como Shylock se dedicaban a un oficio todavía condenado por la Iglesia Católica a sus feligreses, por lo que los descendientes de Abraham tenían “el monopolio” de los préstamos de dinero a interés (un cristiano solo podía prestar en mutuo un bien o una suma de dinero sin intereses, lo cual –el cobrar intereses- era considerado todavía como usura, aunque por aquellos años la prohibición ya comenzaba a flexibilizarse gracias a la reforma protestante).
Asimismo, Shylock pide justicia como cualquier ciudadano –lo que denominamos ahora “tutela jurisdiccional efectiva”-, con un petitorio concreto –que se ejecute la cláusula penal- y aparentemente se le abren las puertas de la administración de justicia. Pero, al final esa aparente apertura del Tribunal a escuchar su pedido se trasforma en escarnio y despojo (Shylock, perplejo, logra exclamar “Is that the law?”, “¿Eso dice la ley?”). El aparato legal que mueve el prestamista, luego se vuelve en su contra. Shylock cobra una dimensión trágica hacia el final, no solo pierde el juicio, sino pierde también sus bienes, su religión (es obligado a convertirse al cristianismo para no perderlos todos) y hasta a su propia hija que ha fugado con un cristiano. Por eso este personaje de la literatura se hace muy querido, y, no obstante la reputación de usura que recaía sobre su raza, es un personaje muy difícil de olvidar.
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